Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Nadie sabe qué fue de John Pittiss, salvo dos reclusos del Centro Psiquiátrico Penitenciario de Dham. Lo que conduce a Lucile Duchâteau Avril, doctora responsable de campo, a participar en unas sesiones con la intención de averiguar qué pasó con él. Sin embargo, lo que ha de relatarle Carlos Muela Jiménez —según lo que durante años le ha estado contando su cuñado; Pepe Baco Navarro—, parece ser otra locura más. Una que conduce a un futuro cercano en la que un fracasado escritor; Lucas Henry Storm Johnson —un exsicario suicida que dice haberlo perdido todo por culpa de la inteligencia artificial—, decide, una vez más, recurrir a su bufón para acabar con quien le contrató para su último trabajo. Para ello, no solo deberá dar con él, sino que también tendrá que pasar por un trabajo anterior: el burle.
Pepe Cantalejo —Sevilla, octubre 1974— es, muy a su pesar, dicharachero por naturaleza y nihilista por definición. No concibe la vida sin la música —la guitarra; su amor platónico—, tampoco sin la literatura —su gran pasión— y, aunque suele perderse entre la divulgación científica —estudió informática en la UPO—, le encantan las salidas de hilo de Cervantes, la enfática metodología de Virginia Woolf y los detalles de J.J. Pérez Benítez… Por demás, siempre anda buscando su propio estilo literario y defiende el eclecticismo narrativo, aunque mantiene la querencia a ese suspense que navega entre lo negro y lo distópico.
«Un futuro cercano y especulativo: Dham, una ciudad decadente y corrupta; negro escenario donde la máquina IA, la mentira y la Marivén forman parte del reparto de personajes, a veces como protagonistas y a veces como antagonistas.
Un loco suicida, Lucas —ex escritor fracasado, ex mono de feria y ex asesino a sueldo—, busca solventar sus males a través del daño y se verá rodeado por quienes afanan lo mismo que él.
Una narrativa que, adrede, pretende rehusar de la originalidad para acabar mostrando una perspectiva que nunca se alcanza y que simula el ensayo, quebrando reiterativamente la cuarta pared con las muchas preguntas que el excéntrico cronista expone no a los personajes, tampoco al lector —quien a ellas querrá responder—, sino a un narratario que no querrá perderse su relato».
«—¿Podrá usted, doctor? —preguntó obviando ahora el lugar.
—¿A qué se refiere exactamente? —respondió de forma grosera el psiquiatra, un tanto perdido por esa carga de ambigüedad que el desconocido destilaba.
—Es lo que cuelga de esa maldita burda blanca que tiene por entrada a su consulta, doctor. Usted asegura, doctor —puso el énfasis en la profesión de aquel—, solventar males de cualquier índole.
—¿La burda? Se refiere a la puerta, ¿no? —Lucas ni pestañeó.
El psiquiatra, que pareció haber recordado cuándo su paciente la mencionó antes, tuvo a bien asentir por él. Es posible que lo intuyera, aunque quizás le resultase complejo atisbar adónde quería ir a parar su inesperado paciente.
—¿Podrá usted, doctor? —reclamó otra vez.
—¡No! ¡No podré! —respondió con grosería.
La brusca objeción provocó que el loco llevase su zocata a la trasera de su cintura. Un gesto que intrigaría al psiquiatra. Encogió sus ojos, como si así fuera a vislumbrar aquello que con tanto descaro le ocultaba su nuevo paciente.
—¡No! —seco y cortante fue a responderle—. No sin que antes me cuente, y empezando por el principio —puntualizaba ahora—, todo cuanto cree saber sobre su estado. Además —se quitó las gafas dejando entrever su mal genio—, antes tendrá que facilitarme sus datos. He de hacerle la correspondiente ficha. ¡Tranquilo! —Y ahora volvió a colocárselas—. Jamás compartí mis registros con nadie.
—Eso no será necesario, doctor. Solo una consulta. —El loco retiró la mano de su cintura—. Pienso que no precisaré ninguna más».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Pepe Cantalejo os lo agradeceremos.