Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Víctor es un liberado de un secuestro que oculta a su psiquiatra la razón por la que ansía retornar al zulo donde estuvo recluido. La terapia cognitiva-conductual no parece ser suficiente y deciden combinarla con una experimental basada en sueños lúcidos.
Entre batallas contra las secuelas de su trauma, con los escasos recursos de un manso ciudadano, tendrá que emplear todo tipo de ardides para competir con las indagaciones policiales; a espaldas de su familia; perseguido por sus pesadillas recurrentes; especulando con terroristas; en busca de un vuelco entre secuestrado y captores; rodeado de armas sin saber ni querer utilizar ninguna, pero a la espera del beneficio de su uso; desenmarañando pesquisas incorrectas, acontecimientos sin sentido, incertidumbres en sus recuerdos…
Alberto Lozano Luque (Madrid, 1980), aunque es ingeniero informático por la Universidad Politécnica de Madrid, siempre ha tenido vocación por la literatura y la ficción en general.
En diciembre de 2006 gana el primer premio de la II Edición de los Certámenes Culturales para Jóvenes CREA 06 en la modalidad de Microrrelato, en la categoría Senior.
A pesar de sus inquietudes literarias se gana la vida como informático y en 2012 se muda a Bruselas para trabajar en proyectos de software de la Comisión Europea donde reside actualmente y desde donde sigue escribiendo.
En junio de 2023 queda finalista del VII Premio de Escritura Breve de Diario de Madrid.
«Es una novela que juega a quién manipula a quién, ya sea entre conocidos o entre extraños, en un marco donde las incógnitas y las certezas se confunden por culpa de traumas y revelaciones, donde un simple individuo con problemas se ve envuelto por iniciativa propia en un universo a evitar y aun así decide embarcarse en una investigación en base a incertidumbres. Una atracción por la fatalidad de manual de la que, sin embargo, no se percata.
También trata de las relaciones inhumanas de esta sociedad, de lo complicadas que se vuelven en un entorno de consumismo, codicia y competencia, en el que surgen rencores, traiciones y venganzas en contraposición al camino del bienestar. En este ecosistema el virus del egoísmo y la crueldad infectan a todos en algún momento. No hay escapatoria, ¿o sí?».
«A escasos metros de profundidad, tras un par de estratos de diferentes sedimentos, yacía el producto de uno de esos actos que se empeñaban en catalogar de “inhumanos” pese a que sería imposible imaginarlos fuera del contexto de la humanidad. Cobarde contradicción.
Una esquiva linterna luchaba contra la más absoluta oscuridad tratando de iluminar una silueta tan esquelética que su alma, al no disponer de espacio suficiente, amenazaba con salírsele del cuerpo. De espíritu cabizbajo, se hallaba sentada sobre sus huesos, encorvada con pena contra una pared que no tenía intención de consolarla. Su salud se había ausentado sin vistas al retorno, prefería permanecer errante a regresar a donde no era bien recibida.
Aquella figura alumbró el techo y comprobó que el único cielo estrellado que podía divisar eran las manchas en la madera. Cada una de ellas era una estrella fugaz que no cumplía ninguno de los deseos que pedía noche tras noche, excepto aquella, en la que había dejado de desear.
El molesto ruido del ventilador, único aparato que renovaba el aire de aquel ataúd con forma de habitación, se escondió tras una voz quebrada que intentaba competir con la soledad. Así era como Víctor Argote Illescas ejercitaba sus cuerdas vocales y pretendía conservar la poca cordura que las ignominiosas condiciones le habían dejado.
—Se suele decir que no se aprecia lo que se tiene hasta que se pierde. Yo ya no puedo valorarlo porque no estoy seguro de haberlo poseído. Ni siquiera sé si alguna vez fui libre. Dudo si me habré inventado parte de mi pasado. Ya sabes lo que creo que siempre te decía: los mejores momentos son los que nunca has vivido, cuando tu imaginación vuela. Supongo que la fantasía es la que me ha ayudado a subsistir durante tanto tiempo aquí abajo —sollozaba—. Este es ahora mi hogar. Estas cuatro paredes son el único paisaje con que mis ojos pueden deleitarse. Rebusco en mi sospechosa memoria lugares y situaciones que me entretengan. ¿Te acuerdas, Irune, de cuando nos mudamos para dejar atrás el estrés y los problemas de la ciudad y así dedicarme más a ti y a los niños? Poco después me alejaron de vosotros y ahora, más que nunca, he hecho uso de mi profesión, la cual quería ejercitar más pausadamente, sin las agobiantes fechas de entrega. Ahora bien, reconozco que el dichoso dinero cubría más de lo que necesitábamos. Hablo muy a menudo contigo, pero no te escucho, no te puedo besar, abrazar ni sentir. Me faltas desde que todo esto comenzó. Hoy, tras seiscientos seis días, un periodo más largo que el que tuvo que soportar Ortega Lara, ya no me quedan recursos para sobrevivir —hizo una pequeña pausa para recobrar las energías que necesitaba—. Por eso, sin más medios que la carencia, me despido hoy porque, haciéndome a la idea de que ya no podré volver a verte, me será más fácil concentrarme en consumar mi suicidio. Mañana empezaré a trenzar las cuerdas que me servirán de soga —las lágrimas le resbalaban por las mejillas—. No me quedan fuerzas —entrecortando con quejidos el final de su oración—. Buenas noches, mi amor».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Alberto Lozano Luque os lo agradeceremos.