Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
Lihre no sabe a qué lugar pertenece; un extraño aparece en sus sueños cada noche.
Gade solo busca conservar su trabajo, pero cualquier paso en falso lo conduciría a la horca.
Zarlan quiere mantener su honor, aunque nunca lo consiga.
Reva huye de su pasado y encuentra algo que podría ser aún peor.
Bajo la amenaza constante de la guerra, el reino de Éreto despliega a sus brujos por la península de Nihr para maldecir a sus enemigos. En el fuego cruzado entre ambos territorios, una juglar, un vigía, un caballero y una fugitiva buscan redención o venganza. Mientras tanto, un desconocido recorre el mundo bajo un nombre vinculado desde antiguo a las maldiciones: Cantor de Plata.
Sofía Pérez Martínez nació en Jaén en 2002. Su afición por la escritura y, en particular, por el género fantástico se forjó ya desde su infancia a través de su temprano interés en la lectura. En 2015 ganó el premio de poesía de Canena en modalidad infantil y en 2018 ganó el Concurso Nacional de Cuentos “José Manuel Álvarez Gil”. Estudió música en el Conservatorio Ramón Garay y obtuvo el Grado Profesional de Piano. Actualmente es estudiante de Filología Hispánica en la Universidad de Jaén mientras continúa sus proyectos literarios, con la intención de dedicarse tanto a la docencia como a la escritura.
«El Cantor de Plata es una historia de venganzas, frustración y miedo, pero también de cómo personajes completamente diferentes son capaces de lidiar con todo eso y seguir adelante. Ninguno de ellos es perfecto; todos se equivocan y se dejan llevar por la ira, la avaricia, el dolor, el orgullo. Son el producto de una sociedad cargada de prejuicios que desprecia a las minorías, y por ello deben superar esos prejuicios y aceptarse a sí mismos.
No se trata de fantasía heroica. Es fantasía cargada de los dilemas y de la confusión de la realidad. Se trata de una historia construida a partir de reencuentros, despedidas, búsquedas imposibles, promesas quebrantadas, secretos y, sobre todo, de las maldiciones que los protagonistas deben aprender a sobrellevar».
«—Vete a descansar, Lendo. Ya me ocupo yo. Creo que necesito un poco de calma después del día de hoy.
—Buena guardia, Gade.
El vigía desapareció bajo las escaleras de caracol.
Apenas unos instantes después, los últimos rayos del ocaso se escondieron tras la larga llanura del centro de Melterra. En ese momento, Gade se dio cuenta de que algo no iba como debería.
Conforme la noche se posaba sobre la ciudad, notó que la población se mostraba inquieta. Pasó en primer lugar en las granjas de la falda del Cerro. La gente que aún no había entrado en sus chozas parecía… cambiar. A aquella distancia, Gade no veía bien lo que estaba pasando, pero entonces empezó a subir, monte arriba.
Las calles de Aleda, desde las murallas hacia arriba, se fueron llenando de gritos y alboroto; el muchacho vio que la gente salía de sus casas y de repente caía al suelo, cubierta de… flores. La maldición fue trepando por el Cerro; para cuando llegó al castillo, Gade entendió que a la gente le estaban creciendo flores en la piel. Se puso a tocar la campana del puesto de vigía desesperadamente, pero algo le decía que eso no cambiaría nada.
No podía ver lo que pasaba dentro de la fortaleza, pero le fueron llegando los últimos gritos aislados, junto con el de Lendo, unos cuantos peldaños más abajo, que intentaba decir algo. Sin embargo, sonaba ahogado, como si algo le estuviese creciendo en la garganta.El tiempo que tardó la maldición en terminar de subir la torre de la fortaleza fue el que Gade necesitó para trepar, aterrorizado por los últimos gritos, hasta el tejado que había encima de la atalaya.
Desde su posición precaria, sintió una fuerza oscura deslizarse hacia arriba, hacia arriba… vio cómo le crecía una fárfara en el tobillo derecho y empezó a gritar.
Pasados unos segundos, comenzó a asimilar la situación. Acercó su mano temblorosa a la flor de su tobillo y la arrancó. No le dolió más que si lo pellizcasen.
“Nos han maldecido”, pudo pensar. Las viejas tenían razón».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Sofía Pérez Martínez os lo agradeceremos.