Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación. Para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Lili y Ariel viven en Nebila, sociedad represiva. Ella desprende un hedor incontrolable al sudar, que la lleva a aislarse. Trabaja creando elixires que suplen carencias emocionales y sueña con marcharse a un país frío donde sepultar su problema, pero la migración está limitada. Él, famoso novelista gráfico, se oculta tras cien máscaras por una enfermedad en la piel. Nunca ha salido a la calle, vive controlado por su madre, que jamás lo ha tocado, y espía a Lili desde su ventana. Anhela acercarse a ella y descubrir al mundo su verdadera identidad.
La ocasión de cumplir sus deseos les llega cuando les conceden un importante galardón. Ariel le encarga a Lili el elixir de la seguridad para salir al mundo, la vida de ambos se desmorona y tienen que arriesgarlo todo en una gala de premios.
Obra Finalista del Premio Malas Artes 2023.
Nace en Sevilla y se marcha a Madrid a estudiar publicidad en la Universidad Complutense. Tras dieciocho años trabajando como creativa publicitaria, decide vivir la escritura de manera más personal. Se forma en Escuela de Escritores, se especializa en la enseñanza de la escritura creativa y hace de ella su modo de vida. Hoy por hoy, dedica parte de su tiempo a la escritura con fines sociales, trabaja con prisiones y el colectivo senior y su memoria. Además, imparte talleres de narrativa en escuelas y librerías de Madrid. Lo que callan la flores, finalista del premio Malas Artes, es su primera obra fantástica y distópica. Ha publicado numerosos relatos en revistas literarias nacionales e internacionales. Cree que la emoción mueve la escritura y la vida misma. Sigue viviendo en Madrid, está casada, tiene una hija adolescente y un perro.
«He escrito una historia de amor que se produce, a pesar de que cada día existen más barreras para que nos toquemos y conozcamos físicamente. Una historia en la que las personas tienen que enfrentarse a lo que son. Nos da miedo mirarnos a nosotros mismos; se nos mide por lo que hacemos y nos cubrimos de pantallas, telas, palabras. He imaginado hasta dónde podría llevarnos el mundo en que vivimos y una acción que suceda en ese lugar extraño, donde sin embargo resuena claramente nuestro mundo; con dos protagonistas que llegan a ser desagradables, aunque capaces de crear cosas fantásticas y de encontrar el valor para hacerse un hueco en la sociedad. La naturaleza, el arte, la amistad y la política combaten, pero también se dan la mano en esta novela de oscuridad y esperanza».
«El guacamayo clónico gruñó desde la punta del árbol del pan, pero Lili Brissauer no hizo caso del reclamo. Le dio la espalda, se acercó el antebrazo desnudo a la nariz y lo olió como huelen los perros cuando tienen hambre. Por encima de la esencia acogedora percibió un olor dulzón, putrefacto, que la hizo sudar pese a que era temprano y no había empezado a apretar el calor. Se metió la mano en el bolsillo del vestido blanco, en busca del esenciero, y destapó el ánfora de cristal. Bebió el contenido sin mirar. La flor de la dama de noche, la savia de fresno y el jugo del camisón de cuadros de su madre le resbalaron por la faringe. Ya más tranquila, se sentó en el banco, frente al trozo de selva reproducido en su jardín.
El guacamayo volvió a gruñir. Esta vez contempló, absorta, el pestañeo doble del pájaro. Se fijó en el círculo amarillo que le rodeaba los ojos. Más allá, todo eran plumas azules, de un azul tan brillante, tan carnoso, tan profundo, que parecía inventado para el guacamayo.
Gritó:
—Eso es, pluma azul de guacamayo Carlson.
Bajó la voz, como si temiera llamar la atención de alguien, y dijo al aire:
—Quintaesencia de la señora Grin: lemongrass, sándalo, nardo, pluma azul de guacamayo Carlson.
Dio una palmada, extendió los brazos, se puso de puntillas.
—Oh, sí, etérea señora Grin.
Avanzó a pasos cortos hacia el cenador que ocupaba el centro del jardín y giró en redondo.
—Baile, etérea señora Grin, su ex marido se pegará a usted como se pega a la memoria una primera impresión.
Llamó al guacamayo, que acudió enseguida y se posó en su hombro. Con toda la delicadeza de la que fue capaz, le extrajo una pluma del pecho y se dirigió a su mueble de trabajo. Había pertenecido a su abuela y luego a su madre. Contaba con más de cien cajones y, sobre él, había hecho instalar un alambique de polvo lunar. Le costó una buena parte de la herencia de su familia, pero merecía la pena porque no era lo mismo destilar perfumes que emociones. Abrió uno de los cien cajones y guardó la pluma del guacamayo en una bolsita de seda. Luego volvió a sentarse en el banco junto a la selva para abordar el discurso, del que había estado huyendo desde que se despertó».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y María Charneco os lo agradeceremos.
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