Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación. Para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
A través de la indagación por la conciencia de un joven atormentado y su soledad, este camino psicológico reabre debates y ahonda en contradicciones tan profundas como el de la relación del ser y su voluntad contra la circunstancia, la inefable lucha entre las ganas de trascendencia y el choque contra la banalidad y, en última instancia, la eterna disputa entre lo material y lo ideal, todo con un estilo atrevido en el que las diferentes herramientas de la literatura se ponen en juego para crear confusión y expresar todo un cosmos turbulento. La figura del narrador se eleva para hacer del lector partícipe de todo lo que ocurre en el libro, sintiéndose ya no ajeno sino retratado. Este es un libro de fantasía que no contiene heroísmo, donde lo real choca con lo imposible y en el que la ficción es oscura.
Guillem Llobet Schibi, nacido en Figueres en el 2000, debuta como escritor con su novela Niveles de Conciencia. A sus veintitrés años, se encuentra en su último año de licenciatura en Historia y Política en la Universidad Carlos III de Madrid. Especializado en estas dos ciencias, apasionado de la filosofía y autodidacta en lo que se refiere a la literatura, está en camino de profesionalizarse en el mundo del Desarrollo y Cooperación Internacional, campo en el que ha trabajado en diferentes proyectos, tanto locales como internacionales. Amante de los viajes, ha tenido la oportunidad de vivir en lugares tan lejanos como Argentina, Rumanía o Japón, y de visitar otros como Armenia, Brasil o Corea del Sur, experiencias que le han servido para acrecentar su conocimiento y, a través de ello, construir su primera novela. Dedicado en su tiempo libre al estudio de la lengua inglesa, actualmente ejerce como profesor.
«Este es un libro pensado para aquellas almas introspectivas que se preguntan sin poderse responder, para aquellos que necesitan desentrañar todas esas inquietudes que poco a poco van surgiendo por el camino y que no tienen solución pero que, aún así, piden a gritos la reflexión. En este libro el lector se adentrará en la conciencia de un joven que por momentos parecerá alguien extraño y que por otros parecerá un reflejo. Adentrarse en esta lectura supone la aceptación de un reto, el de observarse y cuestionarse, con el riesgo de tener que enfrentarse a uno mismo. Siendo esta una experiencia desafiante, el lector ahondará en contradicciones tan profundas como el de la relación del ser y su voluntad contra la circunstancia, la inefable lucha entre las ganas de trascendencia y el choque contra la banalidad y, en última instancia, la eterna disputa entre lo material y lo ideal».
«En su mundo no existía nada más que reclusión, distanciamiento, incomprensión, destierro, desarraigo, soledad. En su mundo lo real era esa dimensión quieta, esa dimensión insonora, en la que no existía ninguna otra voz que la suya misma proyectándose indeterminadamente en su propia mente, segundo tras segundo. En su mundo existía él y los demás, existía su habitación, los libros y, al otro lado, la ventana, una ventana que proyectaba otro mundo, un mundo en el que no existía él. En su mundo él andaba, caía al suelo, se levantaba y seguía andando y llovía, llovía fuertemente. Salían pájaros que aleteaban la lluvia que, tras unos momentos molestos, paraba. En su mundo lo real se mezclaba con lo irreal, - o lo irrealizado, -, el tiempo cambiaba de forma, se distorsionaba y adquiría el peso del espacio, proyectaba imágenes terribles, imágenes conocidas, imágenes de un pasado que proyectaba a su vez un futuro que se sentía tan presente, tan presente que era terrible, trágico. En su mundo existía él y la tragedia, la tragedia de la inevitabilidad de algo que vendría y que no podía arreglarse. En su mundo estaba él, en el aquí y en el ahora, frente a frente a unas escaleras que daban a una puerta abierta, luminosa pero indefinida en su contenido, y no había otro camino, no había otro camino que tomar. Y en su mundo tenía, necesitaba, debía recorrer esas escaleras. Inevitablemente. Trágicamente. Mas, ¿y si todo eso solo fuera un estado? ¿Un estado transitorio? ¿Y si existiera algo más? ¿Un mundo más allá que estuviera emergiendo, bello y honesto? ¿Y si existiera, para él también, el amor? Pero lo profético es tierra. En su mundo y en el otro mundo. Mundo. Mundos. Mundos. Mundos y más mundos. Mundos. Lo profético es tierra. Mundos, todos mundos de un mundo de mundos. Mundos. Tierra. Pero tierra solo hay una. Ficción. Irrealización. Desrealización. ¿Cómo uno puede desrealizarse? ¡No! Mundo. Lo profético es siempre tierra».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Guillem Llobet os lo agradeceremos.