Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Montaigne quiso pintarse a sí mismo. El suyo, lo dice en el prólogo de sus Ensayos, es un «fin doméstico y privado». Así nos cuenta Diego que escribía su admirado Montaigne, con sencillez, sin pretensiones, abordando como de pasada cuestiones fundamentales en la vida de cualquiera de nosotros. Así hará él a lo largo de este libro. Anécdotas de la vida diaria con sus hijos le llevarán a reflexionar acerca de la paternidad, la familia, el amor y la educación.
Encontramos también recuerdos de la infancia y de la adolescencia. Alusiones a conflictos ya pasados, en los que Diego no se detiene demasiado: elige mirar hacia la luz, salir a la vida y seguir paseando. Su mirada tiende a lo poético y va más allá de la inmediatez de las cosas. Se detiene en esta persona, en aquel lugar; en una situación cualquiera, para abordar sin esfuerzo aparente las grandes cuestiones que ocupan cualquier vida: el amor y el deseo, la vida, la muerte. Y la escritura, central en la vida del protagonista.
Atrás quedaron los temores e inseguridades de una primera juventud, reflejados en sus dos libros anteriores, El paseante líquido y Maneras de perderse. Diego, el protagonista de Un fin doméstico y privado ha cumplido cuarenta años, ha construido su propia familia y es padre de dos niños. Decide seguir escribiendo, porque lo que no se escribe, se piensa y se vive un poco menos.
Iñigo Larroque Aranguren nació en Bilbao en 1978. Licenciado en Ciencias Políticas (Universidad del País Vasco) y en Teoría de la Literatura y Literaturas Comparadas (Universidad de Granada). Escritor y profesor de literatura. Trabaja impartiendo talleres de Lectura y de Escritura en distintas localidades de Bizkaia y Cantabria.
Publicaciones: Pasatiempo (Buenos Aires Poetry), Maneras de perderse (Libros del Aire) y El paseante líquido (Loto Azul)
Esta es su página web: www.elcuriosoimpertinente.com
«Un fin doméstico y privado explora la vida cotidiana de Diego Mathieu, quien se desenvuelve entre los desafíos de la paternidad, el amor y el trabajo. A través de su mirada, el libro nos incita a la búsqueda de la libertad y se fija en las transformaciones que experimentamos al vivir. La narración nos sumerge en una historia que, aun siendo personal, acaso toque cuestiones que nos atañen a todos. A lo largo del relato encontraremos ráfagas de alegría, duda, deseo, valentía, sugiriendo que lo particular puede volverse universal cuando se mira con honestidad y profundidad. Un diálogo con el lector de alguien que explora su memoria y su porvenir; una reflexión sobre la vida que queremos vivir y la que dejamos atrás.»
«En la plaza del Satistegi, una mañana rebosante de su padre, su hermana y sus dos hijos. De fondo, alguna silueta de figurante algorteño. Era el cumpleaños de su hermana. Bajaban juntos por la avenida. El padre y la hermana, unos pasos por detrás. Es sabido: cuando se camina en familia, se camina más despacio.
En cuanto la lasitud se hizo insoportable, Diego se detuvo en Nui a comprar un regalo. Ulises, Darío y Olivia: esos son sus amores. Olivia no estaba, se había quedado en casa y él se parapetaba con Darío en sus brazos. Ulises caracoleaba feliz por participar del paseo de esa mañana de sábado. Veinte minutos más tarde, mientras su hermana se decidía por un vestido estampado, el niño, a cargo de su abuelo, se meaba encima. El abuelo chasqueó la lengua, soltó un «por dios» que en su boca sonó a blasfemia: «Eso que has hecho no me ha gustado nada».
A través de los años, Diego y su hermana, en una suerte de cartografía compartida, fueron inventariando cosas que no gustaban nada a su padre; sin embargo, los nietos, qué bien, aún no las tienen aprendidas. Y es que llegó un momento en que los hijos de ese señor no aguantaron más. Había que tirar de la cadena. ¿Qué cosas no le gustaban nada? Pues bien, todo aquello que fuera inapropiado, inopinado, o improvisado. O sea, más de lo que uno alcanzaría a imaginar. Aborrecer y no morir, ese ha sido su secreto.
Esa mañana, al tiempo que refunfuñaba, el abuelo se cuidaba de manifestar que el hecho de que el niño quedase empapado no tenía la menor importancia. Sonaba como si se supiese observado y necesitase fingir que tomaba las riendas. Había una sombra en el chándal del niño que el abuelo pellizcaba con el cigarro encendido. «Se seca en un momento». A estas alturas, el niño, asustado y avergonzado, solo ansiaba cambiarse a toda costa. Miraba a Diego, hasta que este, por fin, se quitó de encima al abuelo y puso orden en el mundo; cogió a su hijo de la mano y se encaminó a un bazar chino. Allí Ulises, tras saludar, preguntó al dependiente si tenía un calzoncillo seco de niño. Conseguirá hacer sonreír a muchos corazones.
Es curioso; si el abuelo hubiese sido un niño heroico… por lo que cuenta, fue más bien un crío dócil, resignado.
Tal vez el adulto tenga que ganarse una legitimidad para repartir modelos de fuerza. Cuando Diego y su hermana eran pequeños, su padre llevaba a gala haber sido en la mili el tercero de su regimiento en presentarse a formar filas a golpe de turuta. No basta. A Diego le disgusta su prisa, su falta de delicadeza hacia el niño.
Cosa curiosa; pese a que el abuelo no acabe de contar nada de fuste sobre su infancia, subraya con cierto deleite su hipersensibilidad, una suerte de timidez enfermiza que le incapacitaba. Le da más pena aquel niño que ya no existe que cualquier otro.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Iñigo Larroque Aranguren os lo agradeceremos.