Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
En una ciudad opresiva, un contador, Él, frustrado en sus aspiraciones literarias, se refugia en la escritura y las drogas. Su amigo Álvaro será su conexión con ese submundo.
La vida de Él se cruza con la de Ella, una joven atrapada en una familia disfuncional y también consumida por la adicción. Junto con El Catire, su enigmático camello, navegarán por la desolación urbana. Frustración de sueños incumplidos y desilusión ante un futuro que parece inalcanzable: los personajes están unidos por un sentimiento de soledad y anhelo de conexión ante un mundo que se les planta en plena indiferencia.
Uno y resto es una exploración sobre la condición humana, a veces lírica y siempre cruda. Una reflexión sobre la búsqueda de significado en un mundo que a menudo parece carecer de él.
Leonardo Guercio, baterista que escribe. O escritor que toca la batería, no se sabe. Nacido en 1989, en Valencia (pero la de Venezuela) y residente en Madrid (esta sí, la de España).
Uno y resto es su primera novela. Sin embargo, cada tanto tiene la (in)dignidad de publicar alguno que otro poema o cuento en su web personal (https://www.leoponc.io/escritos).
«Uno y resto no es una novela convencional. Es la bitácora del vínculo invisible y pesado entre personajes atrapados en la monotonía y la desilusión de la vida urbana.
Si buscas una lectura que te desafíe, esta novela es para ti. Dejando de lado las estructuras tradicionales, la prosa fragmentada te sumerge en un rompecabezas literario, invitándote a conectar las piezas y descubrir la historia. El lenguaje poético te envuelve en una atmósfera onírica y a menudo amarga, un vehículo para sumergirse en las luchas internas de personajes complejos y reales.
La novela explora la soledad, la frustración existencial, la búsqueda de significado y la lucha contra la adicción, temas que resuenan en lo más profundo de nosotros mismos»
«Dos tazas de café sobre la mesa. Nos venden un plano sin elaboraciones. Cualquier conjetura sería excesiva: el silencio se recoge en la boca y aplaca el sonido de las palabras; de cualquier otra manera sería un derroche; largan el silencio uno contra otro, más alguna sonrisa de medio lado, sin ánimo conciliador ni despectivo. El plano defiende su simplicidad: pequeña mesa redonda, dos tazas humeantes, las sillas, Él y Álvaro y silencio.
Mucho calor; siguen sin decir nada y hace mucho calor. El cielo terco aguanta al sol marchitado sin dejar morir a la tarde fatigosa. El calor se levanta debajo de las camisas, al rededor del cuello; deja la huella babosa de la transpiración, humedeciendo los tejidos de la ropa, los recovecos de los cuerpos, las axilas, la espalda, las nalgas aplastadas contra el asiento de las sillas de madera que ejecutan el soporte de ese silencio que toma en sacrificio a sus ocupantes sudorosos. La ventana abierta sopla una salva abrasiva que gotea de las sienes.
Los dedos cruzan el asa de la taza y el fuego se imprime en el dorso del dedo de la mano que se aparta cumpliendo un reflejo, latiendo un pinchazo de dolor en el pequeño óvalo de piel irritada. Los cafés, la mesa, las sillas poco ergonómicas, ellos, el silencio y el fuego; todo se quema y están perfectamente cómodos; pueden inclinar el pecho contra el borde de la mesa y situarse dentro del margen del cauce de un vínculo que según el ideario popular podría encaramarse en la amistad: se sonríen en complicidad y callan en éste preciso instante en que hace falta proseguir con el empellón de algunas frases que canjeen los estados separados definidos como “Él” y “Álvaro”, por la secta que implica el “ellos”. Hace tanto calor como en un horno, cuando deponen las primeras palabras:
—¿Cómo va todo?— Concede Álvaro, modulando en el momento justo; porque debe haber un momento justo, a veces el único para la única vez que deben ser dichas ciertas palabras. Por ahora se trata del inicio de una conversación irrepetible, como todas; es materia de combinaciones en la mayoría de los casos; en otros pocos se basa en sortear las trampas: por ejemplo, cuando se dicen cosas esenciales; y nada debe ser más esencial que todo lo que puede interpretarse en la pregunta que lanza Álvaro con cierto descuido»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Leonardo Guercio os lo agradeceremos.