Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Unos doce mil años antes de nuestra era, en el norte de la península ibérica, Paiko es el último en su primera expedición de caza. Un tanto despistado y poco atraído por lo que se supone debe ser un cazador, se aburre mientras camina recogiendo raíces y frutos. Se distrae, observa, se hace preguntas… Una serie de casualidades le llevarán a ser acusado del asesinato del hechicero de una tribu vecina. A partir de ahí, su vida dará un giro radical. Descubrirá la amistad, el valor, la ambición desmedida, el amor y la aniquilación de su pueblo en un viaje que le llevará hasta convertirse él mismo en un aprendiz de hechicero, capaz de dibujar bisontes y otros animales en las rocas. Con sus inseguridades, sus dudas y la colaboración imprescindible de Isía llegará a liderar un grupo nuevo.
Jordi Larrégola, nacido en Barcelona en 1968, ha dedicado la mayor parte de su vida profesional a la educación. Licenciado en filosofía y graduado en magisterio, siempre ha mantenido una relación estrecha con el mundo de los libros y la escritura, lo cual le ha llevado a colaborar con medios en prensa digital y a publicar libros de texto y una narración infantil en catalán. Como aficionado que es a la música, sus trabajos en literatura procuran mantener un ritmo constante y ágil huyendo de los tópicos más manidos y buscando una sonrisa de complicidad a medida que avanza la narración. Sus historias buscan la verosimilitud y huyen de la fantasía innecesaria. El mundo en su cotidianidad ya rebosa magia. Ahora, en su primera novela en lengua castellana, nos sumerge en el mundo del paleolítico subrayando los aspectos más cercanos a nuestro tiempo.
«Bisontes en la arena es una novela en la que no aparece ni un solo bisonte. Solo se dibujan o se contemplan en el techo de una cueva. Si lo que estáis buscando son escenas de cacería, instrucciones para encender fuego con dos piedras o para curtir pieles, sin duda, este no es tu libro. Si os parece posible que los conflictos por la identidad personal, por las creencias o por el poder fuesen hace doce mil años tan vivos y tan importantes como hoy en día, entonces encontraréis una narración amena, ágil y con alguna sorpresa. Porque doce mil años pasan en un suspiro y porque los hombres y mujeres que vivieron entonces fueron exactamente igual que nosotros, pensar en unos tiempos con otras ataduras, con otros esquemas mentales siempre nos puede iluminar sobre nuestros propios caminos».
«Nirna, la guía, había virado al norte buscando un paso que venciera el acantilado hacia la playa y, tras ella, el resto del grupo. El terreno se había vuelto más pedregoso, con arbustos a la altura de sus tobillos, agachados por el viento, duros y retorcidos. Aunque Paiko siguiese andando con los ojos clavados en el suelo, era imposible encontrar nada comestible allí. El mar a su derecha acompañaba la marcha con su latido de bestia durmiente. Nunca lo había visto antes, aunque había oído muchas historias en el fuego. Era bello en un sentido distinto, no era un objeto hermoso, era un espacio, una realidad inimaginable, completamente abierta, sin árboles, sin rocas, sin gargantas ni cordilleras. La pura extensión y la línea al fondo entre el azul profundo y el azul vacío rasgado de nubes incendiadas. Una llanura que respiraba, un enorme ser vivo como Geiamma, el espíritu de lo vivo, el espíritu de todo pues todo estaba vivo en su universo. Se detuvo. No podía evitarlo, era imposible pasar de largo, tenía que beberse lo que sus ojos le mostraban. Un kumi no se detendría a no ser que hubiese advertido una presa o un peligro, pero Paiko tenía que contemplar, retener, intentar entender.
—Paiko, ¿estás bien? —se interesó Grinko— Si Nirko te ve no te va a gustar.
—Sí, sí. Ya voy.
—¿Nunca lo habías visto?
—No, nunca
—Pues no hay nada que cazar allí, así que no lo mires más. Mira al suelo, que todos piensen que estás buscando comida, aunque no sea cierto.
—¡Todo el mundo sabe que entre estas piedras no habrá nada que comer!
—Pero no les importará que tú no lo sepas. Eres un aprendiz y nadie va a fijarse en si eres más o menos listo. Quieren que no les entretengas y que te ocupes en recoger. Nada más. ¿Te gustará llegar con todos los hombres y que te vuelvan a llamar en otra ocasión ¿no?».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Jordi Larrégola os lo agradeceremos.
