Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
La ciudad se encuentra asolada tras una semana de calima. Sus habitantes, al borde de la desesperación, luchan por sobrevivir en un ambiente apocalíptico con temperaturas extremas y una nube de polvo insalubre que lo cubre todo.
En este contexto inmisericorde, una anciana con principio de demencia se propone encontrar a su hija víctima de las redes de trata. En los bajos fondos, dos adictos que comparten una extraña relación, deciden dar un palo a un cultivo de mariguana que acabará repercutiendo en las altas esferas de la sociedad.
Por otra parte, el hijo del concejal de urbanismo busca venganza tras ser víctima de un ajuste de cuentas por una de las bandas más peligrosas de la ciudad.
Francisco García Moreno nació en 1980. Gaditano de nacimiento pero afincado en Granada. En la actualidad trabaja en el ámbito de la psicología clínica. A su vez, ha colaborado con asociaciones dedicadas a rehabilitar adictos tanto en barrios conflictivos como en prisión. Es padre de familia y entre sus aficiones se encuentra la literatura y la música. En 1997 publicó un poemario (La estirpe de Venus). Desde su adolescencia nunca ha dejado de escribir tanto poesía como narrativa. Con su primera novela Calima, irrumpe en el espacio literario aportando su cruda visión de la realidad y su afilada pluma, que no dejará de zarandear las conciencias y remover las tripas de la moralidad vigente.
«La novela aborda la problemática de las adicciones, la corrupción política y la desesperanza de una población en crisis; cansada y desprovista de futuro. La historia se convierte en un viaje a los bajos fondos de la condición humana. No hay un personaje que se salve de estar libre de tacha moral, adicción o problemas mentales. Al fin y al cabo, no son más que subproductos de desecho de un orden social que los tritura y envilece.
La obra se encuadra en el realismo sucio, con tintes de thriller y crítica social. A su vez, intento recuperar la tradición hispánica del esperpento y logro confrontar, con una prosa sutil, la degeneración de los valores tradicionales y las ideologías postmodernistas».
«El zulo no tendría más de cinco metros cuadrados. Nada más abrir la compuerta de acceso, una bofetada de humedad enrarecida se agarraba a la nariz provocando que el cuerpo quisiera alejarse de allí lo antes posible. En el interior, un camping luz colgado de un alambre, proporcionaba una luz tenue donde las partículas de polvo flotaban con hedor a carne descompuesta.
Sentado en una silla de plástico, un hombre fumaba con seriedad simiesca. El cuerpo achaparrado junto con los rasgos de su cara, abombada en la frente y de mentón desbocado, daban la sensación de estar viendo a un ser digno del circo de los horrores.
A los pies del hombre, un joven ensangrentado y semi inconsciente, yacía en posición fetal sobre un colchón enmohecido. No le había durado ni un asalto. Un par de bofetadas bien dadas, unos gritos a la cara y un puñetazo en el abdomen bastaron para sacarle toda la información. Después, vino el deleite.
El hombre se levantó y abrió un frigorífico oxidado, cogió una botella de whisky y de un trago se bebió algo menos de un cuarto. Vomitó, y tras la purga, se dispuso a continuar con la faena. Primero se dirigió a una caja de herramientas y cogió un martillo, luego sacudió al chaval hasta despertarlo, lo hizo arrodillarse y sin más le machacó la frente.
El joven, comenzó a desparramarse por la grieta abierta de su cráneo. Desde allí salieron, a borbotones, su madre Marta y su hermano Diego, y el padre que nunca tuvo, al que llamó justo antes de sacudir las piernas como si quisiera alejarse, irremediablemente, de su propia muerte.
Mientras el hombre conducía hacia la ciudad con «Los Chichos» a todo trapo se le escapaban, de vez en cuando, ridículas risotadas de niño autista. Había estallado una guerra entre bandas a la cual estaba invitado y eso, para él, era siempre sinónimo de diversión. Pero antes, acabaría el encargo. Aún tenía que liquidar a la madre y al hermano del joven. La ciudad a lo lejos se difuminaba tras la nube terrosa de la calima».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Francisco García Moreno os lo agradeceremos.