Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Cuatro mujeres, tres vidas y una historia: la de las perdedoras. Una época de libertad y sueños para un pueblo que se libera y cadenas invisibles intactas para la mitad de ese pueblo.
Olvido, Consuelo, Amparo y Pilar nacieron el mismo año en un reducido perímetro geográfico. Su origen socioeconómico es tan diverso como idéntico es el fin social predestinado por ser mujeres. Se debaten en un mundo bipolarizado done conviven las más rancias tradiciones y la modernidad más terrible para sus víctimas. En la España de la movida, donde el pop y el punk se abrazaban en extrañas danzas, las tres van a cargar con la misma fatalidad, vestida con ropajes diversos para cada una, en la época de la libertad sin ira y la ira sin libertad para la generación diezmada por los mercados de la droga.
Bruxabona, a parte de activista feminista, es una escritora vocacional enmudecida durante décadas por el síndrome de la impostora que asfixia la creatividad y el emprendimiento de muchísimas mujeres. Con el estallido del movimiento feminista en el 2018 y otras circunstancias personales, empezó a asomar sus letras en las redes sociales y, abierta la espita de la escritura, terminó cristalizando su flujo creativo en un blog. Se pasea por medios digitales como Tribuna Feminista y colabora frecuentemente con el diario El Común. Dio el salto al papel en 2024 con el ensayo Nacidas feministas, donde se entretejen algunas entradas de su blog.
Reis A. Peláez, la cara visible de la escritora, ejerce como profesora de Lengua Castellana y Literatura en la Educación Secundaria desde hace casi tres décadas, siempre dedicada a su gran amor: las palabras.
«Groenlandia es una novela corta que transporta a un pasado muy cercano y mezcla los recuerdos con la conciencia en una masa uniforme, aireando las cloacas de la modernidad, normalmente vestida de rosa y brillo. Tiene banda sonora, porque la música evoca casi tanto como los olores y sitúa a quienes lo vivieron donde estaban en aquel momento, pera empatizar y poder leer esa letra pequeña de la España de los 70 y los 80. Para quienes solo la conocen a través de los recuerdos de otros o de los libros de Historia, es una ventana a la intrahistoria, que dirían los noventayochistas, de las mujeres. Además, quiere dar voz a un genocidio silencioso que se llevó gran parte de una generación en este país y que sigue destrozando vidas hoy en día: la droga, arma social de destrucción masiva.»
«Entonces ella volvió a pasar al tema de los recuerdos, en los que vivía anclada para no pensar en lo que tenía en casa. Recordó el disco que tenía de aquel tema de los Zombies que tanto nos gustaba, “Groenlandia” y lo poníamos en el tocadiscos del garaje continuamente todos los veranos para bailarlo y cantarlo a gritos. Ella decía que la primera vez que se lio con Raúl estaba sonando “Groenlandia”, pero yo no estaría tan segura. Es cierto que durante varios veranos lo poníamos siempre que ella venía. Al fin y al cabo el disco era suyo: lo había donado al Garaje. Me extraña mucho que se estuviera besando con Raúl mientras sonaba el tema, porque siempre que lo pinchaba, se paraba el mundo y solo hacíamos que bailar y cantar. Hasta en el verano de COU, en el que se nos unió Chelo lo poníamos todos los días. Recuerdo su cara y nuestras risas. Recuerdo aquella Amparo tan feliz, tan fuerte, tan llena de energía. Siempre estaba contenta y de buen talante y era una mediadora de manual, que nos mantenía a todos de buen humor. Fue por culpa de esa canción que nos ganamos el mote de “las vikingas” y nos gustó, aunque Amparo insistía que los vikingos no eran de Groenlandia y nos echaba aquellas clases que en algunos momentos, bajo los efectos del alcohol y la risa, ya nadie escuchaba. Y así atravesábamos el mundo, Perú, Tíbet, Japón y la Isla de Pascua, entre risas y bailes torpes, llenas de esperanzas. Fuimos un verano el resumen de todas las movidas en un pueblo costero de la región de la lluvia interminable. Mirábamos al futuro con el valor que te da la inocencia aún intacta de los 18 de vida relativamente fácil: no teníamos más que hacer que estudiar y divertirnos. No había más preocupaciones, ni más guerras que librar.
La misma dinámica se repetía en aquella especie de discoteca al aire libre de la que habíamos tomado literalmente la pequeña pista cubierta en un sitio donde llueve prácticamente todos los días. Era toda ella una ironía: decorada con bambú y pay-pay como si estuviéramos en la selva de Borneo. No tengo ni idea de si en la selva de Borneo hay bambú, pero esa tontería la decía Amparo siempre y nos hacía reír muchísimo con sus ademanes exagerados riéndose de aquel amago de disco ibicenca que era ridícula, pero que nos dio el espacio para momentos que sentarían la base de un pasado al que agarrarse cuando todo iba mal. En la disco “La Palmera”, nombre acorde con toda la ironía, nos colamos en una fiesta de la mano de Mecano, movimos la coctelera de la mano de Alaska y los Pegamoides, o gritábamos las maneras de vivir de Leño… ¿o eso era en el garaje? Quién se acuerda!!!! Lo que sí recordábamos Amparo y yo en aquella cocina es que todos aquellos veranos, pero especialmente aquel último, habíamos sido extremadamente felices, porque era el momento para serlo: jóvenes, muy jóvenes, con éxito en los estudios y sin más preocupación que no fuera pensar lo que íbamos a ponernos ese día. También nos lo contábamos como una road movie, porque ese verano la mayoría de la pandilla mía, con la que pasamos la mayor parte del tiempo, conducía y tenían coches viejos y destartalados que nos llevaban a todas las fiestas de los pueblos de alrededor, en las que Amparo siempre acaba liándose con el más guapo. No sabíamos cómo lo hacía. Entonces ya no le importaba lo más mínimo su fama y solo se dedicaba a disfrutar, sin dar explicaciones cuando decía “hasta aquí”, como hacía antes. Es posible que no diga ninguna mentira si afirmo que, tras Raúl, no volvió a acostarse con nadie hasta Gerardo.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito93 y Reis A. Peláez os lo agradeceremos.
