Los hilos llevan décadas escondidos, ocultando que saben encontrar los Ecos de la Tierra. La gente dice que están malditos. Pero está escrito en la Luna que esto debe cambiar, y algunos creen que ese momento ha llegado. La corrupción en el consejo de Gathelic es más que evidente y parece que puede desmoronarse de un momento a otro. No obstante, bajo todos ellos se mueve algo mucho más antiguo y peligroso, algo que escapa a su control.
Es en este momento en el que Kiru, huyendo de Sertis, llega a Gathelic en busca de la escuela de la Gran Maestra del Eco. Por otro lado, Taras ha sido enviado al consejo de Gathelic para conseguir alianzas en estos tiempos de tensión. Ambos descubrirán que no todo es tan fácil.
Inés Galiano estudió Traducción e Interpretación y Comunicación Audiovisual con especialización en cine. Ha trabajado en televisión en Daytime Tri-Cities, prensa en El Nuevo Tennesseean, y ahora trabaja como lingüista computacional en Barcelona, y continúa estudiando recepción teatral en la UOC.
En el ámbito del cine, ha realizado varios cortometrajes, uno de ellos recibió el premio a Mejor Opera Prima en el Festival Premios Latino de Málaga 2016. También ha escrito y dirigido la obra teatral Sonríe, que estás más guapa, con la compañía Inyerface, estrenada en 2019 en Barcelona.
En el ámbito de la literatura, ha publicado en formato de autoedición las siguientes novelas: Los límites del bosque, novela de ciencia ficción y tres novelas de suspense tituladas ¿Quién mató a Shara Marst?, 30 días y Partida. Recientemente ha escrito la novela de fantasía La Luna de Gathelic y otras tres obras que se encuentran en proceso de revisión.
Actualmente también codirige el podcast y la revista de ciencia ficción y fantasía Droids & Druids y reseña libros y películas con Cia Inyerface y en Cátedra de Literatura Fantástica y Mitopoiesis.
«Este libro te gustará si te gusta la fantasía, la magia y soñar con mundos nuevos. En Gathelic encontrarás la parte de mí que me hace imaginar historias cada segundo, la épica que me obsesiona con los antihéroes que me gustan y por supuesto, la comedia, que cada vez está más presente en lo que escribo».
«La ciudad de Gathelic se erguía en la oscuridad, roja e imponente, observándote y juzgándote desde lo alto de la gran roca cuando te aventurabas a acercarte demasiado. Taras sabía que eran supersticiones. Los Ecos de la tierra no juzgaban ni observaban, simplemente estaban allí, listos para ser tomados, intercambiados.
Desde el mirador en el acantilado en el que se encontraba podía reconocer las siluetas de algunos pescadores en la orilla. Las olas azotando en sus tobillos y, aunque el atardecer les hubiera encontrado en el mar, regresaban alegres por tener las redes llenas.
“La luna está llegando cada vez más pronto en los últimos días», pensó Taras, «no es ni la sexta hora todavía”.
Sin embargo, eso no frenaba a los habitantes de Gathelic. La luna roja brillaba con intensidad entre las nubes, iluminando la oscuridad y permitiéndoles continuar con sus tareas. Estaba, por otro lado, el problema del barrio oeste, tan estrecho y laberíntico que apenas llegaba ni la azulada luz del sol ni la rojiza luz de la luna. Había un problema en ese barrio que Taras se había prometido resolver, aunque todavía no sabía cómo.
En ese momento oyó un ruido a su espalda. Taras se dio la vuelta, para ver una mano aparecer y agarrarse al borde de piedra del mirador. Preocupado, se apresuró hacia el acantilado. Una chica colgaba del borde, a muchísimos metros de altura, con un fondo rocoso que haría marearse a cualquiera.
—¡¿Pero qué haces?! — gritó Taras, sobresaltado — rápido, ¡dame la mano!
La chica soltó su otra mano de la roca, para hacerle un ademán relajado, indicándole que estaba perfectamente. Enseguida trepó el trozo que le faltaba y subió al mirador, junto a Taras, que estaba completamente pálido. Ella recuperó un poco la respiración, se alisó la túnica, y lo miró. Taras seguía con la boca abierta.
—¿Qué pasa? ¿Nunca has visto a alguien escalar?
Taras se dio cuenta de que no estaba tragando saliva y cerró la boca.
—Veamos, sí, la escalada es un deporte muy noble, pero es preferible practicarlo a menos altura y con una cuerda de seguridad…
—Uff, en serio, ya sé que ahora estás en el Consejo y tal, pero no hace falta que me sueltes el discurso aquí.
Taras se recompuso, y se acordó de lo que había venido a hacer.
—Eh bien, ¿vienes en nombre de Sethor? ¿Por qué no ha venido él? ¿Por qué tú? ¿Tienes algo que me demuestre que de verdad vienes en nombre de Sethor y de que esto no es una trampa?
La chica se encogió de hombros.
—A ver, a la pregunta primera: sí, obviamente vengo en nombre de Sethor. Sería muy raro encontrarse a alguien de casualidad en este mirador tan alejado, en la oscuridad y encima a la hora acordada.
—No es la hora acordada, llegas media hora tarde, Vila».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes, Inés Galiano os lo agradeceremos.