Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
La vida de Héctor, un joven de veinticuatro años, huérfano, sin familia, sin amigos, precavido y temeroso, transcurre monótona y gris entre su trabajo y la triste pensión en la que se hospeda. La noticia del hallazgo de restos óseos de un nuevo género de homo con colmillos retráctiles denominado Homo sapiens «lamia» trastoca el ánimo del joven, ya de por sí sombrío. Pero su aburrida existencia cambiará para siempre cuando una noche en el Parque Central conozca a Sara, una joven de veintidós años, estudiante de Farmacia, caprichosa, egocéntrica y descendiente del nuevo homínido. El azar les conducirá a una trepidante y arriesgada aventura, poniendo en peligro sus vidas. Juntos lucharán contra un minucioso complot que pretende cambiar el orden social.
Cuando José Luis (Madrid, 1965) tenía quince años, creía que los jóvenes, al crecer, dejaban de soñar; en cambio, él sí tenía sueños. Por esa razón, comenzó a escribir cuentos; deseaba regalar historias a quienes se habían olvidado de soñar. De sus primeras narraciones, solo quedan los recuerdos y algún que otro folio emborronado perdido en un cajón. Más tarde, hacia 1995, comenzó a colaborar con periódicos locales, escribiendo diversos artículos de opinión y relatos cortos. Después de muchos años soñando con ser escritor, hizo sus sueños realidad autoeditando una novela de género fantástico titulada «En Tierras de Héissenmin». Su labor literaria se completa con varias obras de género dramático, las cuales han sido interpretadas por grupos de teatro aficionado. Escribir y leer es su gran afición.
«Esta historia no es un cuento más de vampiros con poderes extraordinarios que vuelan y muerden a inocentes doncellas; pero si deseas saber por qué, no tendrás más remedio que sumergirte en sus páginas. En ellas descubrirás la historia de «chico conoce chica», pero ¡qué chica! Una mujer fuerte, decidida, sin miedo a afrontar el riesgo de conocer la verdad. Una mujer capaz de transformar la aburrida vida de un hombre en una apasionante y peligrosa aventura. Un hombre en cuyo interior reposa el magma del valor, que emerge como la lava de un volcán impulsado por el seísmo de la chica.
Pero ¿no habíamos dicho vampiros? Sí, aunque no son como siempre nos los habíamos imaginado; sino que son… Mejor, que seas tú quien descubra cómo son».
«No podíamos creer lo que veían nuestros ojos. La luz de las farolas iluminaba a una mujer que estaba siendo atacada por dos jóvenes vestidos de negro. Uno la agarraba y la obligaba a permanecer de rodillas, mientras el otro la mordía en el cuello. Al grito de mi padre, los jóvenes huyeron dejando caer al suelo a la mujer. Enseguida, él y mi hermano se acercaron para auxiliar a la víctima, yo me quedé un poco al margen, oculta por la sombra de unos grandes arbustos. Desde mi posición vi a un chico inmóvil y aturdido contemplando la escena.
—¿Se encuentra bien, señora? —dijo mi padre mientras sacaba su pañuelo del bolsillo y limpiaba la sangre que resbalaba por el cuello de la mujer; la cual sollozaba sin descanso.
—¿Cómo se llama? ¿Puede ponerse de pie? Ayúdame a levantarla, Leo.
—Son mordiscos de vampiro, papá —apostilló mi hermano. Mi padre asintió con la cabeza.
Al recuperar la verticalidad, la mujer se sintió más segura, aunque algo mareada. Dijo llamarse Lorena. Mi padre se ofreció para llevarla al hospital.
—Tengo mi coche aparcado aquí cerca, déjeme que la llevemos al hospital. —Reflexionó unos segundos y, dirigiéndose a mí, continuó diciendo—: Mejor tú te quedas con tu hermano y cogéis un taxi para volver. Con esas pintas de vampira que llevas, no vayamos a liarla y a levantar sospechas. ¿Puede caminar? —le preguntó a la mujer, que movió la cabeza en señal de afirmación.
Tras franquear ambos la puerta del parque, mi hermano, como yo me imaginaba, ávido de cualquier pelea, discusión o algo que se le pareciera, salió corriendo tras los atacantes. Yo me quedé mirando al anonadado personaje que no había ni pestañeado todavía. Como yo le vi tan asustado, se me ocurrió enseñarle mis colmillos y reírme un poco de él. Me cubrí la cabeza con la capucha de mi capa y abandoné despacio la sombra que me ocultaba. El chico me miró con pavor, retrocedió unos pasos y cayó de culo al suelo. Me acerqué a él mostrándole mis relucientes colmillos que contrastaban con mis labios rojos. Veía el miedo en sus ojos. Me agaché y rocé con mi nariz la suya. Le temblaba el mentón. Rocé con mis colmillos su cuello, noté su piel cálida estremeciéndose. Sentir el poder absoluto sobre él me produjo una sensación chispeante. De repente me incorporé, me quité la capucha y le dije:
—Tranquilo, chaval, no voy a morderte, soy alérgica a la sangre. ¿Cómo te llamas?».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y José Luis Atalaya Serna os lo agradeceremos.