Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Un escritor en horas bajas encuentra, por casualidad, un viejo sombrero. Para su sorpresa, en su interior hay algo. Con la ayuda de un vecino, consigue descifrar aquellos papeles. Ante sus ojos se despliegan los relatos de hombres y mujeres empujados al límite, que dan rienda suelta a sus instintos y pasiones.
Ricardo Jiménez Arcos (Madrid, 1974). Licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Lector empedernido desde niño, se define a sí mismo como un escritor impulsivo, un relajado dibujante, un fotógrafo reflexivo y un explorador infatigable. Eterno buscador de la belleza en las pequeñas cosas y creador de universos enteros a la vuelta de la esquina, esta antología de relatos americanos (Lo que encontré dentro de un viejo sombrero) es su primera y sorprendente obra.
«El autor, gran conocedor del folklore norteamericano, sin más elementos que una escritura desnuda y cercana, desprovista de todo accesorio, pero llena de poesía, realiza un viaje exploratorio por la condición humana más primitiva, lo que nos hace sentir vivos. El cuidado por los detalles, resuelto siempre con maestría, lleva al lector a situarse inmediatamente dentro de la acción y las aventuras de los personajes, por el polvoriento desierto de Estados Unidos».
«La mentira
Cuando Joe me lo dijo, no lo dudé un instante.
La enganchamos a su vieja Chevrolet y me pidió que me quedara en la parte de atrás vigilando durante el trayecto.
Comenzamos a introducirnos en el desierto y al poco detuvo la camioneta.
Me dijo que entrara en la cabina. Esperamos a que las estrellas se marcharan. Yo me desperté antes. Le miré. Apenas cabía en el asiento, camisa de cuadros, barba hasta el tercer botón, manchas de cerveza, gorra con la bandera confederada.
Miré en el espejo retrovisor mis dieciséis años y no me pude imaginar estar en un lugar mejor.
Vimos un coyote pasar entre las chumberas. El frío se me colaba debajo de la sudadera.
La avioneta lucía espléndida bajo aquellos primeros rayos de sol. Tenía el fuselaje de color gris, con dos rayas rojas.
Joe seguiría durante muchos años con la nevera en el salón. El esfuerzo había merecido la pena.
Me dijo que me apartara. Tres intentos. La hélice se puso en movimiento. El traqueteo del motor me asustó y sentí la arena en los labios.
Se aseguró de que mi cinturón estuviera bien agarrado.
No pude dejar de sonreír durante todo el vuelo. Era fantástica la sensación de exceso de aire en los pulmones. Había un fuerte olor a queroseno y los bandazos me hacían apretar los dedos en los costados. Desde mi posición veía la nuca de Joe bajo la gorra de piel con orejeras. Me señaló a la izquierda.
Justo donde se acababa la alfombra de arena, al final de un bosquecillo de árboles de Joshué , se abría un precipicio descomunal. Arenisca roja, rosa y amarilla por todas partes. En el fondo del cañón, una culebrilla azul.
Al tomar tierra casi me mordí la lengua. Joe nos llevó de vuelta. Cubrimos la avioneta con una lona.
Mi padre me preguntó donde había estado toda la bendita mañana. Mentí».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Ricardo Jiménez Arcos os lo agradeceremos.
