Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
El inspector jefe Lázaro Carretero solía ser puntual —aunque no esta vez—, meticuloso, perfeccionista, maniático, quisquilloso incluso. Aun así, o tal vez por eso, se había ganado nuestra admiración y la reputación de ser infalible desatascando investigaciones.
Decía Quetelet que podemos enumerar anticipadamente cuántos individuos mancharán sus manos con la sangre de sus semejantes, que la sociedad contiene en ella los gérmenes de todos los crímenes que se cometerán y las condiciones para que ocurran.
La investigación del asesinato del director de la terminal más importante del Puerto de Valencia amenaza con desvelar un oscuro entramado de negocios e insospechadas alianzas, pero el Inspector es tozudo y está decidido a llegar hasta el final.
Arturo Méndez Cons (1980). Ejerce como abogado en Valencia, desde 2009 como especialista en Derecho Penal. Ha publicado los poemarios El trigo del loco (Cocó, 2008), Terrestre (Islavaria, 2008) y Vi a Proust, lo juro (Baile del Sol, 2009), además de la novela Los caimanes y la lluvia hacen tic-tac (Baile del Sol, 2015). Con Muerte en la Fábrica ganó el primer premio del IV Certamen de relato Criminal del ICAV. Los delatores fue escrito durante el retiro de su autor junto a su mujer y sus tres hijos en una cabaña de aperos, situada al pie de dos macizos poblados de matorral preestépico y pinus halepensis en los márgenes del río Turia a su paso por Porxinos (Valencia), paraje en el que está vedado el aprovechamiento maderero y donde el autor quedó aislado desde mediados de marzo de 2020 hasta fecha posterior no determinada con exactitud.
«En la maravillosa novela de Stephen King, Corazones en la Atlántida, el viejo Ted le dice al pequeño Bobby aquello de que:
“Hay libros muy bien escritos donde el argumento no es gran cosa […] Lee a veces por el argumento, Bobby. No hagas como los pedantes que no quieren saber nada de eso. Lee a veces por las palabras. Por el lenguaje. No hagas como los comodones que no quieren saber nada de eso. Pero cuando encuentres un libro con un buen argumento y bien escrito, guárdalo como un tesoro”.
Un libro con un buen argumento y bien escrito. Al menos tenía que intentarlo.
Así que, por supuesto, vinieron a mi cabeza las palabras con las que Yoda aleccionaba a Luke en Dagobah: “Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”.
Ya si conseguí salir airoso de semejante empresa sin abochornar a mis maestros es un juicio que corresponde hacer a cada lector».
«—Alguien tendría que contar lo que pasa en los calabozos de esta ciudad. —. Lo dijo en serio, o al menos eso me pareció.
Uno de los faldones de su camisa le bailaba fuera del pantalón y se subió la bragueta después de que yo le advirtiera por segunda o tercera vez. Habría jurado que era intérprete de urdu, hasta tal punto me pareció paquistaní o indio.
—¿Seguro que es por aquí?
Doblábamos la enésima esquina y seguíamos sin poder orientarnos. Más tarde supe que no era tan difícil perderse en las grutas subterráneas del Juzgado de Guardia. No éramos los primeros.
—Tampoco hay tantos locutorios. —, insistí.
Atajó mis protestas con una mano que recordaba la divisa nazi y me obligó a frenar en seco en medio de un pasillo en penumbra del que partían las habitaciones —de lo más insalubre— asignadas a los miembros del jurado. El intérprete había oído algo, aunque lo único que yo notaba era el olor a sudor y serrín. De haber un ruido sería el de las cucarachas que prosperaban en aquellos zulos. Sentí deseos de llamar a gritos al alguacil.
—Trough here. —, dijo de repente.
El que se hubiera pasado al inglés tan de repente acabó por descorazonarme, ¿podía un tío tan desaliñado ser políglota? Acababan de presentarnos, aunque yo ya le conocía de vista. Imposible no reparar en esa barriga de paquidermo tambaleándose por los pasillos de los juzgados, las legañas apretadas bajo unos ojos demasiado amarillos y muy juntos y el desastroso peinado que evocaba una existencia dedicada al vicio —o secuestrada por la pereza—.
Al cabo de quince minutos por fin llegamos al locutorio, el número 5».».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Arturo Méndez Cons os lo agradeceremos.