Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Paul se consideraba un deshecho humano. No le importaba nada ni nadie. Sabía que algún día le harían pagar por sus pecados, pero aceptaba las consecuencias sin atormentarse. Era un experto en el chantaje y nunca dejó testigos de sus fechorías. Pero un exceso de confianza, provocó una tragedia que le trastocó la vida. Además, proporcionó nuevas pistas al FBI. Desde lo más recóndito de su ser afloraron sentimientos desconocidos, la culpa le atormentaba a la vez que conoció el lado amable de la vida. Arrepentido, buscó desesperadamente el perdón ayudando a las víctimas de su pasado, a tal punto que hizo un pacto con Dios. Sin embargo, la implacable agente Scott seguía sus pasos de cerca. No sabía si dispondría de tiempo suficiente para encontrar la redención. ¿Podrá lograrlo?
Nacido en Extremadura, Evaristo Pimienta ha desarrollado su vida laboral en el ámbito de la naturaleza. De reconocido prestigio como gestor cinegético, inició su andadura literaria con artículos relacionados con el mundo rural. Su formación literaria ha alimentado la evolución de su voz narrativa, convirtiéndola en atractivo para un amplio abanico de lectores. Tras publicar Infortunio (Tierra, sudor y sangre), con Los malos también lloran nos sumerge en el género negro, transcendiendo al clásico thriller policíaco por su marcado acento psicológico, donde nos plantea abiertamente debates complejos en torno al concepto de la justicia, el castigo o la redención.
«Nos encontramos ante una novela negra con un marcado acento psicológico. De prosa ágil y accesible narra la historia de Paul desde su niñez, describiendo sus ideas, reflexiones y emociones que lo han convertido en un asesino sin escrúpulos.
Resulta fascinante seguir la evolución del personaje, desde su psicopatía hacia un arrepentimiento que muestra el carácter insondable del alma humana.
Las construcciones de los personajes son sólidas y convincentes. Así, Scott no es simplemente una agente de la ley, sino una persona con todas los miedos, anhelos y contradicciones. La obra consigue que el lector sienta una gran empatía hacia ambos personajes antagónicos.
Los malos también lloran es absorbente y su lectura fluye de manera fácil y amena, manteniendo el interés y la tensión con una gran agilidad narrativa.»
«Hace tiempo, pensaba que era el hombre más pecador del mundo. Sin embargo, no me importaba lo más mínimo. Era un canalla sin excusas, un hombre que se había perdido en las sombras más oscuras de la honestidad. Hacía cosas que helaría la sangre de cualquiera, acciones que todo el mundo las catalogaría de monstruosas, pero que para mí eran simplemente parte de mi rutina diaria. No conocía el remordimiento, ni sentía la mínima compasión por las víctimas de mis fechorías. Sus rostros aterrados, sus lágrimas apenadas no me conmovían. ¿Por qué habrían de hacerlo? No existía ningún vínculo que nos uniera. Yo, solo era su ejecutor frío y despiadado para compensar mis propios intereses.
Además, no odiaba ni quería, simplemente todo me daba igual porque nunca distinguía entre el bien y el mal. La moralidad era un concepto construido por la sociedad que no tenía cabida en mi universo personal. Para mí, todo se reducía a mi conveniencia y al beneficio propio. En mi corazón no había sitio para el arrepentimiento, ni para el amor o la compasión. En algún momento de mi pubertad me deshice de cualquier cadena emocional que lastrara mi camino y me convertí en un autómata que avanzaba por la vida sin mirar atrás.
Nunca daba puntada sin hilo. Siempre trataba de aprovecharme de quien se me acercara, ya fuera amigo o enemigo. Me daba igual. La lealtad y la amistad eran nociones vacías para mí, aunque las consideraba una herramienta de trabajo cuando las utilizaba en mi beneficio. En mis sentimientos no había lugar para atarme a nadie con lazos afectivos. En mi vida solo existía la utilidad pragmática para mantener relaciones con alguien. Era un depredador, un manipulador astuto que jugaba con las emociones de los demás sin el menor escrúpulo.
Así pues, no era consciente de encontrarme perdido en un mar de egoísmo y corrupción, pero sí estaba al tanto de mi maldad, de mi falta de humanidad, sin esperanzas de redención. En mi mundo de sombras y tinieblas, únicamente sobrevivían los más fuertes y yo estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para mantenerme en la cumbre. En mi vida solo regía un mandamiento, una regla que condicionaba mi comportamiento: la ley del más fuerte. Y yo, Paul Davis, estaba dispuesto a ser el último en caer.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Evaristo Pimienta os lo agradeceremos.
