Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
En el metaverso un Pablo Escobar virtual secuestra a un cachorro de león para financiar una guerra contra de un gobierno feminista postapocalíptico. Un Gabriel García Márquez revivido por la IA escribe un diario titulado El amor en los tiempos del COVID desde la isla sur de Nueva Zelanda. Un par de guerrilleros millenial suben una montaña mientras realizan transmisiones en vivo de sus combates a través de TikTok para viralizarse y llevar a cabo la revolución marxista. Un Marlyn Manson victoriano alecciona a un Teletubi acerca de la preparación de arepas frente a un lago de Edimburgo. Y un escritor encerrado en una cabaña en medio de hermosas montañas sufre de constantes ataques de pánico y delirios psicóticos al ver cómo la IA le roba la novela que está escribiendo. Afuera, mientras tanto, el mundo arde en medio de fiestas de reggaetón, narcocorridos, sobredosis de opiáceos y benzodiacepinas, masacres paramilitares y tomas guerrilleras.
Sebastián C. Santisteban es un escritor y cineasta colombiano nacido en 1988 en Guateque, Boyacá. Actualmente, realiza un doctorado en literatura comparada en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde investiga la aplicación de la IA en la escritura creativa.
Su obra literaria, conocida por fusionar la sátira, el existencialismo y el humor negro, incluye títulos como De Rumba en la 51 Vol. 2.0 y El Maluverso. Además, es autor del libro académico Las startups en Bogotá: un estudio crítico sobre los imaginarios de la creatividad y el emprendimiento. Inspirado por autores como Samuel Beckett, Louis Ferdinand Céline, Jaques Lacan y Jorge Luis Borges, Santisteban se centra en explorar temas como la identidad, el lenguaje, la locura y el absurdo contemporáneo, ofreciendo una visión irónica y crítica del mundo. Su página web, sebastiansantisteban.com, ofrece una ventana a su universo creativo y académico.
«¿Cansado de la monotonía literaria? ¿Buscas algo que realmente sacuda tu mundo? Aquí llega Mami, ¿me volví loco?, un libro que no solo desafía las convenciones sino que las revuelca en un coctel del absurdo y la locura. Sebastián C. Santisteban te invita a un festín literario donde la sátira se encuentra con lo grotesco y la realidad se vuelve tan flexible como un Pablo Escobar virtual en la forma de un hipopótamo, viajando a través de un metaverso postapocalíptico.
Este no es un libro para los débiles de corazón ni para los amantes de lo convencional. Es para aquellos que se atreven a mirar más allá del velo de la normalidad, para los que buscan respuestas en los rincones más recónditos de la mente humana. Desde guerrilleros millenials, marxistas y tiktokers, hasta un Marlyn Manson que enseña recetas sobre cómo preparar arepas, este libro te lleva en una montaña rusa de emociones y pensamientos que te harán preguntar: ¿Estoy loco o es el mundo el que ha perdido la cordura?
Prepárate para una experiencia literaria donde cada página es una sorpresa, cada capítulo un giro inesperado. Mami, ¿me volví loco? no es solo una lectura; es una exploración, un desafío, una fiesta salvaje en la que cada palabra es un invitado más extravagante que el anterior. Así que, si estás listo para dejar atrás lo predecible y sumergirte en un universo donde todo es (im)posible, este libro es tu boleto de primera clase.
Advertencia: puede provocar una adicción severa a la originalidad desbordante».
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En Bogotá, a fines del mes de abril del 2025, el reconocido minero y comerciante de esmeraldas, Salvador Reyes, le “donó” su “biblioteca personal” al librero (y fabricante de fentanilo) Facundo Vallejo a cambio de un kilo de su preciada droga. Al recibir las múltiples cajas, producto de saqueos y robos en toda la región del occidente de Boyacá y del Valle de Tenza, intercambiaron algunas palabras. Vallejo nos dice que Salvador contaba con un esquema de seguridad de más de quince hombres y cinco Toyotas blindadas, que era un hombre joven, vanidoso, de bigote poblado y castaño, vestido como los cantantes de trap y reggaetón de la época, con múltiples cadenas de oro, anillos, tatuajes, zapatillas coloridas y un buzo y sudadera impecablemente blancos. En septiembre, el librero se enteró de que Reyes había muerto de una sobredosis al interior del socavón de una mina en Muzo. Se cuenta que había encontrado la esmeralda más pura y grande desde los tiempos de Víctor Carranza y que no pudo resistir las ganas de celebrar en el momento justo de tenerla entre sus manos.
En una de las cajas llenas de polvo, donadas a Vallejo, éste halló una serie de fragmentos desordenados de lo que parecía ser una novela epistolar. La monstruosa superficialidad de aquellos textos, mezcla de delirios psicóticos, descripciones de masacres, coreografías de TikToks y canciones de reggaetón, perturbó muchas de sus noches que pasó completamente en vela, sin poder pensar en nada más. Aquel insomnio le produjo una serie de ataques de pánico cuyo síntoma principal, sin embargo, se materializó en un tipo de risa incesante; malestar indocumentado hasta entonces, no solo por lo inusual del síntoma (que parecía del todo sincero), sino, además, porque le produjo un tipo de vergüenza profunda que hizo imposible tomar en serio aquella horrorosa desesperación, tanto para los demás como para él mismo. Pero lo que le terminó por generar la locura y el estado catatónico definitivos fue constatar mes a mes, año a año, que, salvo pequeños detalles, aquella obra de ficción se iba convirtiendo en una crónica de los acontecimientos que se iban desenvolviendo en su vida, en la realidad.
El orden en el que se presentan los fragmentos a continuación (que no es estrictamente cronológico) ha sido determinado por el propio F. Vallejo».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Sebastián C. Santisteban os lo agradeceremos.