
Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
En Que pase el siguiente, la historia de Roma se baja del pedestal y se sienta en primera fila para disfrutar del mayor espectáculo del Imperio: la vida y, sobre todo, la muerte de sus emperadores. Con un tono ágil, irónico y descaradamente actual, el libro repasa el reinado de figuras como Augusto, Nerón o Cómodo, mostrando sus grandezas, sus miserias y sus ocurrencias más surrealistas. Entre anécdotas reales, decisiones incomprensibles y finales dignos de una tragicomedia, el lector descubrirá que los poderosos de la Antigüedad no eran tan distintos de nosotros. Historia rigurosa, humor moderno y emperadores que no pasan de moda.
Álvaro Redondo Sáenz es profesor de Historia y Filosofía y un apasionado divulgador del mundo antiguo. Combina el rigor académico con un estilo cercano, irónico y ágil que busca acercar la historia al lector contemporáneo sin perder precisión ni profundidad. En sus obras, recupera episodios sorprendentes, personajes desbordados y situaciones que demuestran que, a veces, la realidad supera a cualquier guion. Que pase el siguiente es su primer libro humorístico sobre el Imperio romano, fruto de años de estudio, curiosidad y una vocación clara: demostrar que aprender historia puede ser tan divertido como revelador.
«Si crees que los emperadores romanos eran figuras solemnes y distantes, este libro va a desmontar tus esquemas. Aquí descubrirás que gobernar el mayor imperio del mundo podía implicar fiestas interminables, decisiones disparatadas y muertes dignas de una telenovela turca. Que pase el siguiente te hará reír, aprender y comprobar que la historia es, ante todo, humana, sorprendente y divertida. Si te gustan los libros que combinan humor inteligente, datos fiables y anécdotas que contarás en cualquier conversación, este es, sin duda, para ti.»
«Tú, Claudio.
Hacemos un pequeño paréntesis entre emperadores nefastos para hablar de Claudio. La suya es una historia, con sus más y sus menos, de esas entrañables, de un niño repudiado por todos que tuvo que sobreponerse a la adversidad una y otra vez para acabar convirtiéndose en la persona más poderosa de su tiempo. Quién iba a decir que aquel tullido al que todos tomaban por tonto iba a llegar a emperador, y que además no iba a hacerlo nada mal.
Cojo, tartamudo y con una parálisis facial que le impedía mover la mitad de su faz, lo que hacía que se le cayera constantemente la baba, así era Tiberius Claudius Drusus. Fijaos si tuvo mala suerte desde que nació, que en latín cojo se dice claudus, os podéis imaginar el cachondeito. De ahí por cierto viene la palabra claudicar (dato random).
Tuvo que lidiar con mucho el pobre Claudio. Su madre Antonia lo describía con términos como “sombra de hombre” o “aborto amorfo de la naturaleza”. La cosa no acaba ahí, lo utilizaba en sus símiles cuando quería decir que alguien era imbécil: “es más estúpido que mi hijo Claudio”, solía decir. Amor de madre. Su abuela Livia no soportaba estar en su presencia y las pocas veces que tenía que comunicarse con él lo hacía a través de cartas o de una tercera persona y evitar de esa manera tener que verle el careto. A nadie de su familia le gustaba mostrarlo en público, hasta el punto de que celebraron su toma de la toga viril (marcaba el paso de la adolescencia a la adultez) a medianoche y sin ceremonia. No es de extrañar que en cuanto tuvo la más mínima oportunidad se retiró de la vida pública y se dedicó a sus libros. Fue un gran historiador, a él le debemos grandes estudios sobre la historia y la cultura de los etruscos y los cartagineses. También escribió sobre lingüística, llegando a inventar tres nuevas letras que creyó muy necesarias y que intentó añadir al alfabeto.
No volvió a la vida pública hasta que su sobrino Cayó Cabra Calígula lo llamó para enchufarlo en el senado y compartir consulado con él y así de paso fastidiar a los senadores. No fue muy bien recibido en el senado, ya que no dejaban de ver a un tonto tullido ocupando un puesto similar o superior al de ellos. En palacio, su sobrino le hacía bullying, si se dormía después de comer, le tiraba huesos de dátiles y aceitunas; por las mañanas mandaba que lo despertaran con un látigo, otras veces, le ponía sandalias en las manos y le hacía cosquillas en la cara para que cuando se despertase se frotase la cara con ellas. En fin, así tuvo que aguantar estoicamente Claudio las perrerías de su sobrino. No obstante, el propio Claudio, ya como emperador, llegó a afirmar que consentía y que le gustaba provocar a Calígula haciéndose el tonto porque eso fue lo que lo mantuvo con vida y lo alzó hasta el poder.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito93 y Álvaro Redondo Sáenz os lo agradeceremos.