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Hace doscientos años, la humanidad construyó un velo alrededor del Sol, una esfera Dyson que capturó la energía de la estrella, detuvo el calentamiento de la Tierra y permitió la colonización del Sistema. Ahora los mundos humanos se ven amenazados por una entidad que emerge desde la profundidad del espacio, devorando planetas con su oscuridad.
El doctor Halbak, el ermitaño astrofísico que descubre este horror cósmico, tratará de salvar a la humanidad de la aniquilación. Para ello debe conseguir la ayuda de la Sacerdotisa Suprema de la Iglesia de la Luz, evitando que regrese a su existencia criogénica, y reclutar a las bandas piratas que saquean los productos de la esfera Dyson. Tal vez este grupo de marginados sea la última esperanza de la especie.
Salvador Bayarri (Valencia, 1967) es doctor en Física y licenciado en Filosofía. Ha publicado las novelas de ciencia ficción recogidas en la Trilogía de las esferas (La ciudad de las esferas, El juego de las esferas y Dioses de las esferas), así como las novelas El espejo del tiempo, El valle de las voces y Mueran los malditos, Las Edades de Itnis, nominada al premio Ignotus 2022, y Holocracia, mención de honor en el V Premio Ciudad del Conocimiento 2024.
Sus relatos han aparecido en revistas como Supersonic, Planetas Prohibidos y Minatura, y en las antologías El abismo mecánico (premio Cificom I), Teatronika (premio de guiones teatrales para robots), Efeméride e Hijos de la Fundación. En 2019 ganó el V Certamen Pascual Enguídanos – George H. White de relatos con su historia El grial rojo de Ziryab.
«El Sol es el origen de la vida en la Tierra, la fuente del calor que sostiene a la especie humana. La novela explora las consecuencias de encerrar y explotar este bien único. Para muchos significa la salvación, disponer de alimentos y energía ilimitada; vuelven a adorarlo como en los tiempos antiguos, creando un culto a su alrededor. Los excluidos de los planetas, sin embargo, se convierten en proscritos obligados a robar las migajas de la producción fotosintética, a malvivir como insectos que pululan alrededor de la esfera. No obstante, estos intentos por robar la luz de la estrella empequeñecen al lado de una amenaza mucho más terrible. La explotación de la materia y la energía también puede ocurrir a escala cósmica, por parte de seres y artefactos cuyas dimensiones y poderes se nos escapan.»
«Recuerdo aún la vista desde la vieja Tierra donde pasé mi infancia. Podía ver el Sol desde la casa en las montañas y sentir el calor de la luz que llegaba a nosotros través de una ventana en el Velo. Era impresionante contemplar el gigantesco círculo gris que rodeaba la cegadora estrella amarillenta. Mi madre decía que era un recordatorio de la soberbia humana. No solo habíamos transformado nuestro planeta natal hasta volverlo inhabitable —decía—, sino que habíamos violado el orden natural del espacio. La mayoría de la gente no compartía su opinión. Creían que el Velo nos había salvado de la extinción.
Actualmente, solo unos miles de toneladas del Mercurio original siguen intactas en la gran roca que la Iglesia de la Luz considera su santuario sagrado y que sirve como centro de control para la operación del elipsoide. Es en este lugar olvidado donde me encuentro ahora, hablando con su inteligencia central a través de una terminal vocal rudimentaria.
—La Señora no puede ser molestada —me explica el interfaz—. Se encuentra descansando.
—¿Y cuándo estará disponible? Necesito un transporte para llevar a cabo mis trabajos de inspección.
—La Señora solo puede ser reanimada en casos de emergencia —responde la fría voz sin cuerpo.
«Reanimada». Así que la leyenda es cierta. La Suprema Sacerdotisa del Velo se conserva en estado criogenizado, una consciencia congelada en la maquinaria impersonal del elipsoide. Han debido mantenerla con vida desde que se completó la construcción. Ahora entiendo por qué el joven ejecutivo de la Corporación Dyson sonrió sarcásticamente al entregarme las credenciales de acceso.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Salvador Bayarri os lo agradeceremos.