Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
En casa de los Cayuelas de Moyano, en el centro de Madrid, se respiraba tranquilidad, hasta que el vehículo de cierto ser sobrenatural con el que sus antepasados tenían un pacto, se averió en su puerta a principios de 1980.
Ahora el señor Cayuelas debe encontrar quién repare una moto infernal antes de que pierda el juicio por completo, con una esposa con ganas de marcha, un hijo que se siente incomprendido, y un demonio que le saca de sus casillas. Y de paso, evitar que este último se zampe todo el vidrio de su casa, empezando por una copa conmemorativa del Atlético de Madrid.
Aunque claro, codearse con un demonio, también tiene sus ventajas: Viajes en el tiempo, codearse con personajes famosos de la Movida Madrileña, el cine del destape y estrellas del rock, darle una lección a un adolescente abusón y, ¿por qué no?, soñar con un mundo mejor. Sea lo que sea eso.
Rubén Benítez Bravo (14 abril de 1994) Su amor por la lectura llegó tarde, influido por un entorno sin hábito lector. A los 16-17 años, empezó a disfrutar de los clásicos y estudió una carrera de letras, ganando algunos concursos literarios. Antes de ser un ávido lector, comenzó a escribir para desahogarse, inicialmente con pobres resultados. Ahora tiene dos novelas autopublicadas: Cantos de Sirena Editorial y Autobiografía falsa de un esquizoide. Ha participado en varias antologías benéficas y coordinó la Antología Monería.
Francesc Palanca i Mañez (17 septiembre de 1978) Se enamoró de las letras cuando su padre le leía cada noche antes de dormir. Desde pequeño fue un devorador de libros y pronto se convirtió en un aspirante a escritor. Durante la enseñanza secundaria ganó varios concursos de relato corto y en la universidad obtuvo un accésit y fue finalista en otro concurso. Actualmente, tiene dos libros publicados, ambos de comedia: El Proyecto Aviar y Psicofonías. Ha participado en tres antologías benéficas: 2020: y que no nos coja confinados, Recuerdos de Tinta y La Monería.
«Querido lector; va a haber un montón de gente que te diga que no debes leer este libro: Tu profesor de historia te dirá que no lo hagas porque nada de lo que cuenta sucedió; el sacerdote de tu iglesia te dirá que sale el nombre de Satán por algunas páginas, se santiguará, y luego añadirá que además la Biblia no tiene ninguna errata; el gobierno hará lo posible para que no lo leas porque hay cosas clasificadas que no deben saberse, y por tanto nosotros tampoco las sabemos; incluso tu familia puede que te deje caer que en realidad los matrimonios no son como el que se pinta aquí (especialmente los del barrio de Salamanca), y que ¡por dios! ¿Qué es eso de que sale una mujer con barba postiza?
Pero nosotros, que somos algo punkis y muchísimo más divertidos que el profesor de historia, el cura o el gobierno, te vamos a decir que te des una vuelta en el asiento trasero. Porque el mundo ya es demasiado seriote como para que además te impidan echar unas buenas y merecidas risas. Así que hazte con este libro, tómate una Mirinda, y disfruta con él en tu sillón favorito. Sea lo que sea eso».
«Puede que te parezca que esta historia empieza de una manera muy tópica, pero en realidad sucedió así, en una carretera solitaria y de noche, por donde circula una motocicleta enorme y ruidosa. A sus lomos va un tipo grandote vestido de cuero y con un casco ligeramente más pequeño que su cabeza, pensado más que para proteger, para disimular ciertas partes de su anatomía. En su espalda se puede leer un curioso lema, «Best of the worst». Podríamos decir que lleva gafas de sol, pero ya hemos mencionado que es de noche, y por tanto sería algo absurdo; si lo preferís podéis ponerle de banda sonora a los Judas Priest. Aunque, a decir verdad, si por allá cerca pasara un letrista, al contemplar a semejante mastodonte, le saldrían unos versos más o menos como estos: «Anda suelto Satanás, con las botas sucias, desertor del infierno. No se salvará ni el pobre ni el presidente, ni tampoco la chica de la ciudad. Cruza el cielo, emulando al barón, mientras grita “larga vida al rock ‘n’ roll”». Sea lo que sea eso.
Su destino, una mansión que podría pasar por una tarta de fresa con abundante nata por encima, iluminada por luces de neón verde. Los alemanes, que tienen mucho arte para describir, con minuciosa precisión, conceptos complejos con una sola palabra, lanzarían un «kitsch» si acertaran a pasar por delante. Pero nuestro amigo no tiene nacionalidad alguna, ni tampoco un vocabulario muy extenso, a decir verdad. Así que solamente bajó de la moto y golpeó fuerte con la aldaba. Una ventanita que antes no parecía estar ahí se abrió, para abrir paso a una cabeza demasiado pequeña en comparación con la barba.
—¡Contraseña!
—Esto… —El motorista se mesó la barbilla—. ¿Nunca le prestes tu violín a Beethoven?
—Es la de la semana pasada. —La ventanita se cerró, después se abrió la puerta entera—. Pero puede valer— añadió, temeroso de las posibles consecuencias que tendría no dejar pasar a semejante ser de piel rojiza.
«Una aldaba en forma de unicornio» —pensó el demonio—. «Están majaras estos clubistas pijos. ¿Tan difícil era forjar aldabas en forma de quimera, de hipogrifo o cualquier otra bestia imponente? En la puerta de mi casa hay aldabas en forma de cancerbero. A ellas no hay que darles de comer, pero sí conviene lustrarlas una vez a la semana con un trapo y un escupitajo o dos. Tampoco seamos ratas carroñeras, que por un gapo más no te vas a deshidratar».
Dejó la chaqueta a un tipo que, al parecer, se llamaba Guardarropía. «Desde luego, en el Infierno hay más de un tipo encerrado por hacer cosas como esa. Unicornios… ¿En qué mundo pueden ser buenos guardianes? ¡Es ver un arco iris y volverse majaras!». Se acomodó en un hueco, en la típica barra de bar de aquellos lares; acolchada con cuero sintético de color bermejo y remaches dorados. Llamativa, pero no demasiado práctica.
—¿Qué desea, caballero? —Un tipo barbudo, con parche en el ojo y peluca victoriana fregaba una jarra ante él—. Esta noche está dedicada a grandes compositores del siglo XIX. Le puedo prestar una peluca, o un tricornio, si no quiere llamar la atención.
—Descuida, pimpollo. Y ponme una pinta».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes, Rubén Benítez Bravo y Francesc Palanca i Mañez os lo agradeceremos.
