Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Abectaris se alza sobre ruinas… y sobre un poder que jamás debió despertar. Seis familias mágicas gobiernan desde las sombras, unidas por siglos de alianzas rotas, traiciones y antiguos rencores. Pero cuando un mal oscuro y ancestral emerge bajo los cimientos de la ciudad, se ven obligadas a considerar lo impensable: unirse.
Mientras el caos se desata, secretos enterrados salen a la luz, antiguos peligros resurgen, y el amor florece incluso entre enemigos, desafiando mandatos de linaje y tradición. La lucha por la supervivencia se convierte también en una carrera desesperada hacia la redención y la verdad. El destino de Abectaris dependerá de quienes aprendan a confiar… o de quienes se atrevan a traicionar primero.
Verónica Jumela López nació en Madrid y vive entregada a sus dos pasiones: la literatura y la enseñanza. Desde muy joven, su imaginación y la pasión por los mundos fantásticos la llevaron a explorar las fronteras entre la realidad y la ficción. Su sed de aventura y el deseo de explorar nuevos horizontes la hicieron adentrarse en el mundo de la escritura. Su capacidad para tejer historias ha dado lugar a Sombras de Hechicería, su segunda novela de fantasía, en la que transporta a los lectores a un mundo desconocido, donde la magia y la mafia se entrelazan de manera única. Fuera de las páginas de su libro y más allá de las aulas, Verónica es divertida y entusiasta. Siempre está lista para embarcarse en nuevas aventuras y descubrir mundos inexplorados.
«¿Y si la magia no fuera un don, sino una adicción capaz de corromperlo todo? Así nació Abectaris, una ciudad donde los hechiceros no son elegidos, sino condenados; donde la magia se trafica, se inhala y se paga con sangre. Seis familias mágicas gobiernan sus distritos entre pactos rotos, traiciones y ambiciones que devoran todo a su paso. En sus calles, el poder cambia de manos tan rápido como la lealtad, y la frontera entre el hechizo y la locura es cada vez más fina. Sombras de hechicería es un coctel de fantasía urbana, corrupción, política y drama, con personajes moralmente grises, decisiones que cuestan vidas y un mundo donde cada alianza puede convertirse en traición. En Abectaris, la magia corrompe...y sobrevivir tiene un precio.»
«—¿Te da miedo entrar en un burdel?
—¿Así consideras a tu templo? —le respondió, mordaz, sin ningún atisbo de temor reflejado en la mirada. La mujer sonrió, en cierto modo divertida, y miró hacia La Jaula. Metió las manos en los bolsillos traseros de su pantalón y sopesó su respuesta.
—Me gusta verlo como un sitio donde el placer se mezcla para hacer felices a las pobres almas atormentadas de Abectaris.
Barrek resopló, indignado, y se recolocó la mochila sobre el hombro. Esa mujer era veneno. Estaba seguro de que alguna de sus drogas le había hecho tanta mella que se convirtió en la víbora que tenía delante.
—Claro, eres una mujer caritativa que mira por el bien de sus ciudadanos. Tus drogas solo aportan dicha y bienestar —contestó irónico, y la rabia bailó en sus ojos oscuros.
Ametrine hizo un aspaviento, como si aquello no fuera importante, y echó a andar de nuevo hacia el club.
—La felicidad está sobrevalorada. ¿Qué es lo que te satisface? Para cada persona en esta ciudad hay miles de respuestas. Algunos te dirán que su familia, aunque luego descubrirás que ese padre le da palizas a la madre de sus hijos. Otros mencionarán el poder de hacer el bien, y más tarde se destapará que grandes gobernantes esconden cadáveres bajo la cama. Hay mujeres que te explicarán que ser madres es el sueño de su vida, pero si paseas por los suburbios verás a miles de niños abandonados porque sus progenitores no tienen nada que ofrecerles. La felicidad es fluctuante. —Ametrine abrió las pesadas puertas del edificio y le hizo un gesto con la mano para que pasara primero—. Yo solo les doy momentos donde olvidarse de esa supuesta felicidad.
Cuando Barrek acostumbró los ojos al lugar, lo que vio lo dejó estupefacto. Jamás había ido a La Jaula, pero había escuchado todo tipo de rumores en el orfanato. Algunos chicos se escapaban por las noches a fisgonear alrededor. A su vuelta, contaban que habían divisado a las mujeres más hermosas del planeta: exuberantes, con poca ropa, que bailaban como diosas. Otros eran pillados por los hombres de Ametrine y se llevaban una paliza.
Le vino a la mente la cara alegre de Arion y cómo quería visitar el lugar cuando ambos se marcharan del orfanato. Al pensar en su amigo, la tristeza atravesó su semblante. Tenía gracia: después de todo, allí estaba él, en la mismísima Jaula y por petición de su dueña.
Un escenario cubierto por enormes telas negras se situaba al fondo. Sobre él, una chica con una voz preciosa cantaba ante el micrófono, que sujetaba con una mano enguantada.
Movía su cuerpo al son de la banda de jazz que tocaba tras ella. Barrek jamás habría pensado que Ametrine tuviera buen gusto para la decoración.
Del techo colgaban pequeñas jaulas, a suficiente altura como para que cupiera una persona. Dentro, las bailarinas mostraban sus cuerpos y el movimiento de sus caderas era hipnótico. En las mesas de madera, hombres y mujeres charlaban con copas de alcohol, mientras el humo de sus cigarros subía en espirales hasta el techo abovedado de cristal. El cielo se distinguía de forma espectacular.
—Y dime, ¿a ti qué te hace feliz? —Ametrine pasó por su lado, y esa sonrisa que Barrek comenzaba a odiar se mostró de nuevo.
La jefa saludó a varios conocidos al cruzar entre las mesas y subió por una escalera lateral. Él se apresuró a seguirla para no perderla de vista. Sin embargo, sus ojos se posaron en su trasero sin poder evitarlo, y se maldijo en silencio por ello.
Ella abrió la puerta de su habitación y Barrek se quedó en el umbral, sin saber muy bien qué hacer. De repente, sintió nerviosismo por estar en la boca del lobo y, encima, en la zona más privada del club.
Ametrine imponía con su mera presencia. Pese a ser la más joven de los líderes mafiosos, tenía una fuerza natural que te traspasaba cuando esos ojos verdes de gata te miraban. Su manera de andar era resuelta y segura. Con apenas veintiún años, ya era la reina de la zona centro de la ciudad. Puede que fuera una bruja, pero sería un necio si no reconociera que sus logros eran impresionantes.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Verónica Jumela López os lo agradeceremos.
