Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Ninguna relación previa existe entre Jorge, un hombre que ha tocado fondo después de un fatídico suceso en el que se ve envuelto, Marta, gerente en la empresa familiar, casada y con dos niñas, que por fin ha conseguido la estabilidad emocional que lleva toda la vida buscando, y Carlos, un policía nacional con una existencia sencilla, feliz con su mujer y sus rutinas cotidianas. Cada uno, a su manera, trata de abrirse paso en la vida desde la realidad precisa en la que se encuentra. Cuando el mundo vuelve a rotar sobre su eje, como viene haciendo desde el principio de los tiempos, todos ellos entran de nuevo en el bombo que voltea las fortunas. Y de pronto, los diferentes hilos se entretejen, conduciéndolos hacia un destino común, tan aleatorio como implacable.
Denis Maza, natural de A Guarda (Pontevedra), actualmente residiendo en Vigo, Publicó su primer libro, La mística de un grano de arena, en 2020.
Ha desarrollado toda su carrera profesional como docente en Educación Secundaria y FP. Desde 2015 ejerce como profesor de Energías Renovables en el CIFP Valentín Paz Andrade.
La publicación de esta novela viene a coincidir con el final de sus estudios del Grado de Filosofía por la UNED. Un trayecto en paralelo que le ha servido para seguir indagando en los mecanismos del ego.
En contraste con la profunda subjetividad de su primer trabajo, en esta ocasión se ha querido adentrar en la proyección del individuo hacia el exterior, en los choques aleatorios que toda vida debe afrontar, en los cruces de camino entre almas, en la voluntad en su sentido más amplio y arrebatador.
«Al girar la rueda es una novela que se adentra en el enorme peso que tiene lo fortuito en la trayectoria de un individuo, en cómo los caminos que cada uno elige contienen a la vez pequeños retazos de voluntad propia y un alto componente aleatorio, que acaba por definirlos.
El lector se encontrará con un cruce de historias que le serán del todo cotidianas. Pero el desarrollo de las mismas elude cualquier anticipación, tratando de escapar también de las valoraciones morales a posteriori.
Esta obra habla del azar y los choques existenciales. Y con ello, no persigue negar la trascendencia de las decisiones personales, ni eximir de toda culpa al ser humano frente al caos de lo impredecible. Muestra una perspectiva más abarcadora de la complejidad que representa el mero hecho de vivir.»
«El verde me dio paso. No había tiempo que perder. A los pocos segundos empezó a sonar el teléfono. Mi chica, de nuevo. El aparato vibraba encima del asiento del copiloto, su nombre en la pantalla elevando mis pulsaciones. Lo tomé con mi mano derecha, incapaz de pulsar el botón verde para hablar con ella. Unos instantes de pánico. Fue solo eso, un lapso de tiempo ínfimo, el sutil aleteo de una mariposa que, sin embargo, desató en caos más devastador.
Esos segundos de distracción bastaron para que el coche avanzase unos metros sin nadie al volante. La velocidad no era muy alta, pero fue suficiente. Cuando volví la vista a la carretera, estaba prácticamente encima de un paso de cebra. Frené, pero el coche se deslizó por el asfalto, llevándose por delante a varios transeúntes.
Me quedé petrificado en el asiento. Lo que estaba pasando fuera parecía moverse en un plano diferente de realidad, como si todo formase parte de una pesadilla, igual de difuminado y vidrioso. Pronto unos golpes me hicieron reaccionar. Varios hombres aporreaban los cristales y la carrocería, retándome a salir del vehículo. Cuando lo hice, me zarandearon como a un saco de arena. No daba crédito a lo que veían mis ojos. Un grupo de personas se afanaba en auxiliar a un par de niños que permanecían en posición fetal tumbados sobre la carretera. Había sangre, cristales. A un metro, otro tumulto rodeaba a una señora mayor que parecía no ser capaz de levantarse. «¡Han matado a mi niña!», repetía a gritos. Entre sus brazos, un cuerpo diminuto.
Traté de tomar una bocanada de aire, pero el oxígeno no conseguía bajar más allá de la campañilla. Tenía la sensación de que en cualquier momento me iba a desplomar. Sí, tenía que ser una pesadilla. Giré la cabeza para comprobar que aquel trocito de espacio-tiempo había sufrido un colapso y, sin más, me desvanecí.
Recuerdo el sonido lejano de las ambulancias, los gritos de la gente, los coches de policía acotando la zona; recuerdo aquel color macabro, que era una mezcla de sangre, cristales, aceite y asfalto; recuerdo las caras de los colegiales en la misma puerta de la escuela, perplejos ante la sorpresa que les deparaba el último día de clase antes de vacaciones; recuerdo la falta de vida, las ganas de llorar, la sensación de haber tirado todo por la borda. Pero, sobre todo, recuerdo los aullidos desgarrados de aquella mujer que sostenía a su nieta inerte entre los brazos.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93, Denis Maza os lo agradeceremos.