A raíz del asesinato de un periodista, ocurrido en una ciudad del norte del Perú, un teniente de la policía inicia una investigación que lo llevará a descubrir que el presidente regional dirige una organización criminal. Este ha corrompido a las autoridades locales, también a congresistas y ministros de la República, y pretende apoderarse del dinero que la Región ha recibido de Canon Minero. En esas circunstancias, el teniente se ve precisado a realizar una investigación encubierta, extraoficial, clandestina. Se suceden nuevas muertes, se desata una guerra entre sicarios, parece que la violencia no tiene fin, pero un hecho inesperado cambia las cosas. No obstante, cuando parecía que el caso se ha resuelto, el teniente se da cuenta de que, sobre la mafia que ha combatido, hay otra mafia mayor, todopoderosa, que domina todo el país.
Luis Fernando Cueto nació en Perú, en 1964. Ha estudiado Derecho y Literatura. Perteneció a la Policía de Investigaciones del Perú y, aparte de realizar labores de investigación criminal, estuvo destacado en la zona de emergencia durante la violencia política de Sendero Luminoso. Lleva más de treinta años dedicado a la escritura y ha desarrollado casi todos los géneros. En poesía, ha publicado Labra palabra y Raro oficio. En cuento, El hereje. En novela Lancha varada; Llora corazón; Días de fuego (Premio de Novela Política); Ese camino existe (Premio Copé de Oro); El diluvio de Rosaura Albina; Los Chuchan’s Boys; y Balada para los arcángeles. En ensayo también podemos encontrar El mito de Orfeo, El libro de la resistencia (obras publicadas por la Universidad Mayor de San Marcos y la Academia de la Lengua del Perú) y Viaje a través de la piel. Es magister en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Barcelona y está doctorando en Filología por la misma universidad. También ha fundado el círculo de difusión cultural “Harawi” en dicha ciudad. Ha recibido importantes distinciones y dictado conferencias en varias universidades y centros culturales de América y Europa. Actualmente radica en Colonia, donde prepara nuevas obras y escribe artículos sobre diversas materias.
«El crimen, la manera en cómo se desarrolla y se combate, refleja una sociedad. Las novelas policiales latinoamericanas, como la argentina o mexicana, así lo demuestran. Sin embargo, la sociedad peruana, pese a tener una criminalidad tan alta y peculiar, hasta ahora no tenía una novela policial que la reflejara. Esta obra pretende ser una novela policial distinta “a la peruana”. En ella, el lector va a contemplar el rostro sórdido de una sociedad, aquel que está desfigurado por la corrupción, el sicariato, el narcotráfico, y va a comprender por qué un país inmensamente rico vive postrado en la miseria».
«Detiene sus pasos, agranda los ojos, qué chucha es esto, un perro petate, unos carros llevan la cabeza por el norte y, otros, empujan las patas hacia el sur y, en el centro de la pista, las tripas, los huesos y el pellejo han formado una masa delgada y compacta, adherida al asfalto por las idas y vueltas de las llantas. Carajo, así estoy yo, como ese pobre animal, jaloneado de un lado a otro, yendo en dos direcciones, como un mal equilibrista, un pie hacia adelante, y el otro hacia atrás, con el riesgo de resbalar en cualquier momento y sacarme la gran puta. Es jodido vivir así, se pierde el sentido de la realidad, la realidad parece una burbuja, un globo que crece y crece, lleno de vacío, por las puras, quizá se enteren de su existencia más adelante, cuando el equilibrista caiga y reviente, mientras tanto, hay que actuar en dos cuerdas. Qué tal frasecita que se inventó este Chacaliasa. Pasar piola, hacerme el muertito, y vivir en el aire, entre la realidad y la irrealidad, hacer dos investigaciones paralelas: una, la verdadera, llena de mentiras, para mostrar al jefe, otra, la falsa, llena de verdades, para mostrar a la Justicia, algún día, cuando esa Justicia, en vez de premiarte, no te vaya a pegar un tiro en la nuca. La verdad mentirosa no te da seguridad, te puede caer encima en cualquier momento y dejar tirado al borde de un camino, bien muerto, acabar como acabó mi padre, y la falsedad verdadera no te da ninguna esperanza, te dice que tengas fe, que aguantes, que esta mierda no puede durar para siempre, que tal vez mañana, si hay un cataclismo, el Perú puede cambiar, concha su madre.
Cabello lacio siempre caído sobre los ojos, pómulos prominentes, aguileña nariz sudorosa, mejillas gordas y chaposas, como de un niño que recién despierta. El teniente Diamantino Rojas camina con un pasitrote cómico, patizambo, mira a los costados, hacia atrás, por si las moscas, son las dos de la tarde, no hay mucha gente en la calle, pero quiere estar seguro de que nadie lo sigue, carajo, tal como están las cosas, no vale confiarse. Va por el centro de la ciudad enfundado en su eterno saco de cuero marrón, siempre lo usa, haga frío o calor, ya ha dejado su marca indeleble a la altura del cuello, una franja negra, pringosa, de tanto que le suda el pescuezo. Está un poco desorientado, apabullado por los acontecimientos que a diario suceden en El Progreso, quisiera hacer un informe, dar cuenta a la Superioridad, pero sabe que eso es imposible, ni cojudo que fuera, qué podría decir, señor director de la Policía Nacional, doy cuenta que esto y lo otro está pasando en la Región Bonanza, y zuácate, vienen y me cortan la cabeza. No, ni cagando, prefiero esperar, tener paciencia, tal vez algún día las cosas cambien, ocurra ese cataclismo, y podamos cantar somos libres, hasta mientras es mejor hacerse el cojudo».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Luis Fernando Cueto os lo agradeceremos.