Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Entre las calles olvidadas de Vallecas, Jacinto vive la jornada más importante de su vida. Lleva cinco días sin comer y, sin nada que vender, se enfrenta a una batalla de supervivencia en un barrio familiar, pero que también lo ignora y vive de espaldas a él. Su existencia, llena de virtudes y pesares, pasa desapercibida para los adultos, excepto para Nicolás, un niño que lo observa con una inverosímil fascinación e idolatría. Pero esta conexión entre Jacinto y Nicolás, marcada por la inocencia infantil y la crudeza de la pobreza extrema, encierra un enigma. Este no es un día cualquiera: algo inesperado y profundo lo cambiará todo. ¿Podrá hoy transformarse el destino de ambos?
Ismael Morales (Alcázar de San Juan, 1992) es graduado en biología por la Universidad Autónoma de Madrid, además de tener dos másteres en conservación de la naturaleza y energía. Por más de cuatro años ha sido Responsable de Comunicación de la Fundación Renovables, prestigioso think tank de cambio climático. Ahora ostenta el cargo de Responsable de Políticas Climáticas. Forma parte del equipo del canal de divulgación científica de referencia en YouTube Sígueme la Corriente, además de haber colaborado como articulista con El Confidencial durante dos años en su sección «Planeta A». Escribe ocasionalmente en periódicos cómo Público, 20 Minutos, elDiario.es, EFE Verde o El Salto y revistas especializadas en sostenibilidad. Autor de diferentes relatos breves, Desde el olvido es su primera novela publicada como autor literario.
«Sumérgete entre las calles de Vallecas y descubre la vibrante historia de Jacinto, un hombre que, en su lucha diaria por sobrevivir, desvela la realidad oculta de tantos héroes invisibles que tenemos a nuestro lado. No solo conocerás las calles de Madrid como nunca, sino que descubrirás que incluso en la miseria hay humanidad, y en el silencio del olvido social, una voz desgarradora. Nicolás, un niño que observa a Jacinto con devoción, se convertirá en los ojos del lector, mostrando una realidad tan dura como fascinante. Este viernes revelará un secreto en Jacinto que puede cambiar la vida de todos».
«Frente a los cubos donde se encontraba Jacinto, hacía esquina el chaflán de un bloque. El primer piso contenía una terraza selvática, fruto del colonialismo botánico que imperaba en el barrio. Contaba cos frondosos potos, exuberantes orquídeas, herméticos tulipanes, cactus de espinas punzantes como las agujas de extracción y celosías que exhibían el violeta de la buganvilla. Los jardineros aficionados ignoraban que su distracción por las plantas ornamentales se había convertido en una esclavitud vegetal.
Un par de metros por encima, en la segunda planta, estaban otros propietarios que habían cerrado la terraza con un acristalamiento. Habitaban un asfixiante invernadero. Habían pretendido ganar espacio para el salón, colocando otro sofá contiguo a los tres ya existentes. En realidad, querían proteger su intimidad que luego destrozaban en las redes sociales. Solo abrían la ventana para compadecerse de su error, fumar siete cigarrillos al día o cotillear al escuchar algún grito sorpresivo.
Cuando el viento no lo disipaba, el humo iba a parar al arrendado del tercero. La estructura de su terraza luchaba por soportar el trastero. Hasta Jacinto podía divisar las bicicletas oxidadas de los hijos, la mesilla de noche que les habían regalado sus suegros en la boda, la cafetera italiana de su etapa de universidad y un somier de una cama de matrimonio. Se encontraban cubiertos por una densa capa de polvo; el vecino del tercero amontonaba nostalgia. Si quisiera deshacerse de su ajuar, Jacinto tendría comida durante al menos un mes.
Nicolás se divertía al contemplar cómo su apurado vecino de enfrente se las ingeniaba para abrir y descubrir nuevos huecos. La semana anterior se le había precipitado a la calle un cuadro horrendo. Por las tardes, Nicolás gozaba de las horas sentado en la terraza. Observaba el devenir de los vecinos y de los peatones, algunos con movimientos tan previsibles como si se tratase de una partida de ajedrez humano. Las íntimas estrategias diarias eran previsibles, seguían patrones y él jugaba a reconocerlos. Recordaba cada una de las facciones de los rostros y las gesticulaciones, desde un lunar arrugado en la nuca hasta un ojo vago.
Desconocía los nombres de pila de las personas, pero se los inventaba con asombrosa facilidad. Javier podría ser el panadero de la cara entumecida y la barba hirsuta. Carla podría ser la dependienta del salón de estética que lucía cada día un peinado distinto para taparse la ancha frente. Pedro podría ser el dueño de la ferretería que se rascaba dos veces la ceja derecha antes de mentir a un cliente. Julio podría ser el dueño zurdo del husky con el círculo negro en el lomo que meaba en la esquina de la tienda de bicis nada más salir de casa. Rodrigo podría ser el dueño, de agrio carácter y con las mejillas picadas por la viruela, de esa misma tienda y que se deleitaba imaginando el día que aquel perro cruzase de acera y las ruedas de un tráiler le aplastasen la columna vertebral. A Nicolas le gustaba descifrar los enigmas de las personalidades, aunque ningún nombre coincidiese con los reales. Poco le importaba porque cada día los cambiaba y se inventaba otros nuevos».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93, Ismael Morales os lo agradeceremos.