Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Daniela tenía 18 años cuando mató a un hombre de un disparo en la sien. Años después, cuando todo parecía olvidado, fue condenada a tres años y un día de prisión por homicidio imprudente.
Víctor se gana la vida esperando. Sus clientes le pagan por hacer la cola de un concierto o de una firma de libros. Él no es un recadero, no se excede en sus labores.
El día de su cuarenta cumpleaños los árboles lloraban hojas secas y su mujer, Daniela, ingresaba en una cárcel céntrica de Barcelona. Cuando alguien entra en prisión, todo el mundo se preocupa por cómo va a ser su vida allí dentro, pero muy pocos se plantean lo mucho que afecta a la persona que se queda fuera. Todo se paraliza y los planes se posponen.
Esta es la historia de una espera. Una espera de tres años y un día.
Nací en Fuenlabrada, en 1997. Lector desde niño, crecí rodeado de historias buenas y malas, largas y cortas. Las historias, historias son. Siempre quise estudiar matemáticas, pero hubo una novela que cambió mi vida. Cuando tenía 14 años leí La música del azar, de Paul Auster, y eso me colocó en otro camino.
?Estudié Periodismo con la idea de contar esas historias que merecen ser escuchadas. Empecé a formarme en narrativa y a escribir mis primeros guiones de cine y relatos breves, pero me faltaba algo. Necesitaba escribir una novela de esas que acompañan a la gente en sus trayectos en tren. O de las que te cambian la vida cuando las terminas. De esas a las que vuelves a encontrar refugio. Como hacía yo con La música del azar. Primero publiqué Jota (2022) y después Quiero volver (2023). El esperador es mi tercera novela de ficción.
«El esperador es un drama intimista con tintes de thriller. O un thriller enfrascado en la cotidianeidad. Casi ningún libro es una sola cosa y, al mismo tiempo, muchos hablan de lo mismo: qué deseo en mi vida y qué me impide conseguirlo.
La espera es un tema central, pero no en su sentido puramente físico. La mayoría vivimos esperando a que algo ocurra. Ojalá me den el trabajo, espero que me quiera tanto como yo a ella, ojalá apruebe ese examen, espero que mi madre venga a visitarme…
Ojalá disfrutéis de este leer este libro tanto como yo de escribirlo.»
«En la mañana de mi cuarenta cumpleaños los árboles lloraban hojas secas y mi mujer entraba en la prisión del centro de Barcelona. Las noches anteriores no paraba de imaginarme cómo sería el momento en el que me quedaría solo frente a la puerta, después de despedirme de ella. Daniela dormía a mi lado y yo la miraba, deseando que se despertara y me dijera que todo era mentira, que no se iría, que todo había sido un mal sueño. Que no me dejaría solo. Dolió mucho más de lo que yo pensaba. Mucho más de lo que podía soportar. Mucho más incluso de lo que podía sentir.
Todo me pilló por sorpresa y fue muy extraño. No me podía creer nada de lo que oía. Desde que llegó a casa la citación del juzgado y ella me contó una historia de drogas, sangre y armas de fuego, hasta que escuchamos la palabra culpable de la boca de una jueza algo estirada. El día de su ingreso en la cárcel nos dimos un beso entre lágrimas con la mano de un funcionario separando nuestras cabezas. Metiéndola a ella en su nuevo, minúsculo y aterrador mundo. Alejándome a mí del mío.
Estuve frente a la puerta durante unos segundos. En silencio, con las manos en los bolsillos, la chaqueta en el hueco entre el brazo y la cintura y la mirada clavada en las pequeñas grietas que se abrían en el muro. Absorto en ese trozo de madera, se me llegó a nublar un poco la vista. Solo un pequeño desenfoque que me sacaba de aquella calle y me transportaba a un limbo en el que intentaba asimilar lo que había pasado. Notaba en mi espalda la mirada del bullicio de un lunes por la mañana en el centro de Barcelona. Me observaban, me analizaban, me juzgaban. En esos segundos envejecí varios años y me invadió la nostalgia de un futuro en el que yo salía por esa puerta de la mano de Daniela.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Javier Férez os lo agradeceremos.
