Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Cuando a sus diecisiete años Nadia creía haber dejado atrás los cuentos fantásticos que su padre le contaba de niña, uno de aquellos personajes de fábula se presenta en su casa. Luco, un muñeco autómata que esconde en su interior una poderosa música capaz de doblegar la voluntad de reyes y tiranos, conecta a Nadia con el mítico reino de Tumán.
Pero Tumán ya no es el lugar idílico y galante que ella recuerda de los relatos infantiles. En medio de una guerra implacable por el dominio de un reino fragmentado, y marcada por pruebas, enemigos y aliados que sellarán su destino y su corazón, Nadia deberá afrontar un viaje épico a través del País de los Autómatas para desentrañar el misterio que le permita regresar a casa, y cuyo origen parece entroncarse con su propia historia familiar.
Carlos Loreiro nació en Castellón en 1987. Estudió Filología Hispánica en la Universitat de València. Ha publicado el texto dramático La pasión según San Ateo (Acotaciones en la Caja Negra, 2012; IX Premis d’escriptura creativa de la Universitat de València. Teatre) y los poemarios Inflexiones (Publicaciones Universitat de València, 2012; IX Premis d’escriptura creativa de la Universitat de València. Poesia), Chénere (Servicio de Publicaciones del Cabildo Insular de La Palma, 2013; Premio Félix Francisco Casanova) y La calle de las impertinencias, junto a Merche Ribas, Fran Garcerá y Franki Coli (Germanía, 2013). Su última obra, Los poemas de Marcelo Aguafuerte. Crónicas para El Buey Apis, publicada en Ediciones Leteo gracias al I Premio Monteleón de Poesía Joven, ha sido galardonado con el Premio Nacional de Literatura: Poesía Joven Miguel Hernández, con el que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte reconoce al mejor poemario escrito por un autor menor de treintaiún años. Actualmente reside en San Petersburgo, donde trabaja como profesor de español.
«El poder de la música, como obra humana y artística, reside en su universalidad. Imagina, sin embargo, una música que jugara a la inversa: una música creada por una tecnología capaz de sobrepasar todo conocimiento humano. Una música codiciada por los poderes fácticos, que tuviera como fin el control y la dominación. Una música tan perfecta que uno no pudiera más que rendirse ante ella. Más poderosa que cualquier hombre, más valiosa que cualquier riqueza, más peligrosa que cualquier guerra.
El hacedor de autómatas plantea un mundo donde lo fantástico no es una alternativa a la realidad, sino un modo indagar en ella y cuestionarla desde dentro, aunque para ello haya que adentrarse en un reino de discordia y pesadilla. Un lugar en la sombra desde el que unos pocos tienen el control sobre todo lo demás».
«No habría podido decir con exactitud cuántos días llevaba encerrada. Perdió la cuenta de la salida y puesta del sol cuando empezó la entrada de prisioneros en la habitación vecina. Los ataban al potro y les sacaban información de diverso tipo, principalmente sobre la guerra y presuntos casos de espionaje y alta traición. Llevaba dos días encerrada cuando entró el primero. Se asomó por la rejilla y vio a un joven asustado y dócil, apenas un niño, con disposición a colaborar y terminar cuanto antes el martirio al que pensaban someterlo. No les importó. Se tapó los oídos y corrió a buscar refugio en una de las esquinas de la celda. Lloró las primeras veces. Después, los alaridos de los otros pasaron a ser el escenario de fondo de su tormento cotidiano.
Por eso, Nadia apenas se alteró al oír un ruido de cerrojos. La fiebre que la llevaba consumiendo desde la noche anterior la mantenía en un estado de ensoñación constante. Si lo que estaba percibiendo era o no real, poco le importaba, a esas alturas. Se rascó un tobillo arrasado por las picaduras de pulgas que proliferaban a centenares y que solo se alimentaban de ella.
La levantaron unas manos fuertes y la pusieron sobre un taburete.
—Quédate fuera —oyó que decía alguien.
Era la voz de una mujer. De la mujer. Nadia no alzó la vista de sus pies y se concentró en no caer de lado.
—No has tomado el caldo que te ha traído el doctor.
A Nadia le llegaban las palabras como si hubiera una pantalla entre ellas.
—Muerta no me sirves de nada.
Le parecía que rebotaban como pelotas en un frontón. La mujer la abofeteó con algo que llevaba en la mano, y que luego tiró a sus pies. Era el cuaderno de música de Ruchéi.
—¿Sabes que tener esto se paga con la horca? ¿Estás preparada para que te cuelguen? ¿Qué se debe de sentir, cuando la vida se escapa lentamente sin poder hacer nada?
Palabras como excrementos de aves sobre una cúpula.
—Mientras se lucha por respirar. Bocanadas desesperadas por coger una partícula de aire. La sensación es peor que la que experimenta el sediento que busca una gota de rocío en la desolación del desierto.
Como granizo contra una ventana.
—¿Qué escondes que yo no sé? No comprendo por qué eres tan importante para él. Yo te miro y solo veo a una niña sucia, fea y encorvada.
“Y enferma. Has olvidado decir que también estoy enferma. Y llena de pulgas”.
—Sin linaje, sin patrimonio, sin talento.
“Sin miedo”».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Carlos Loreiro os lo agradeceremos.