Ella quería demostrarle que no era uno más de los monstruos que había en sus pesadillas. Le daba igual si el resto de la humanidad le tenía miedo, pero no lo soportaría viniendo de él. Era la única persona capaz de afrontar sus ojos radiactivos y no apartar la mirada por miedo a ser devorado. El único que consiguió transmitirle esas emociones que le hacían sentir todavía viva. Entonces los muertos revelaron un secreto profundamente guardado que cambiaría la historia. Y que haría que el chico descubriera que los verdaderos demonios vestían con cuero negro.
Amante de la naturaleza, la animación y la aventura que la convierte en una viajera empedernida. C.R. Rubio nació en la Carlota (Córdoba) un quince de mayo de mil novecientos noventa y cinco. Al terminar el Bachillerato quiso probar suerte directamente en el mundo laboral y empezó a trabajar en el sector hostelero, gracias a su trabajo ha podido conocer mundo y descubrir países como China, Marruecos y Londres entre otros. En la actualidad ha vuelto a retomar sus estudios. Y ha decidido perseguir sus sueños como son la escritura y la pintura. Su obra va destinada sobre todo a un público juvenil.
«—Zombis…ni siquiera me había parado a pensar en esa similitud. No me puedo creer que al final Hollywood tuviera razón.
—Déjate de tonterías Leo, dime porque estás así.
Su amigo no lo creía, pero él le había dicho la verdad, tampoco iba a obligarlo a tragársela, cambio de tema, no tenía fuerzas para discutir por lo que simplemente dio por perdido el debate.
—Mañana a las ocho saldremos a la ciudad ¿te puedo pedir que cuides a mi hermana?
—Claro, la mantendré vigilada hasta que vuelvas.
—Y si no vuelvo…la seguirás cuidando por mi…
—No digas eso, si vais con cuidado no os tiene porque pasar nada…aunque sigo pensando en que no deberías ir.
Leo miro a su hermana que se había unido a jugar a las cartas con un grupo de niñas que estaban cinco gradas más abajo que ellos.
—Mis padres, se quedaron allí y llevo semanas sin saber nada de ellos, ya no es solo por Andrea, tengo que saber que hay fuera, todavía hay gente luchando y que está viva — dijo.
A la mañana siguiente Leo fue al lugar de la cita, llego diez minutos antes, pero no fue el primero en llegar. Serrano estaba metiendo unas escopetas dentro de una furgoneta y Ricardo estaba no muy lejos hablando con dos policías dentro de un coche patrulla.
—Buenos días —dijo mientras se acercaba a Serrano.
—Hola chico, pensábamos que te habías rajado, entra dentro se nos hace tarde».