Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Un héroe caído no es aquel que de grandes obras sino aquel que desde lo más bajo termina por conocerse a sí mismo. Héctor, artista frustrado, fantasioso e iluso, anda en ensoñaciones tanto reales como oníricas. La aparición de su padre moribundo, desaparecido siendo él niño, desencadenará vivencias en un vacío existencial de camino truncado por una vida inconsistente. El camino hacia arriba le llevará por un autodescubrimiento sobre el amor, la vida y la dura realidad de haber caído en este mundo y no en otro.
La muerte, el suicidio, las enfermedades mentales y el autodescubrimiento de la cruda realidad se conjugan en esta novela en un cóctel de lo enfermo a lo bello. Una novela escrita desde las entrañas que no dejará indiferente a ningún lector comprometido.
Antonio Ruiz-Canela (Lucena, 1978) es un escritor novel con mucho que decir. Gestor cultural de formación desempeña trabajos de operario en fábricas. Hijo de la crisis y de una enfermedad mental descubrió que publicar no es la meta, la meta es escribir en sí mismo. Poeta frustrado, hasta ver la luz, y entender que escribir es por sí ya un fin, una vida y una terapia, se aventura ahora en la narrativa con su primera novela. Una novela donde se adentra, de una forma muy ficcionada, en su proceso curativo. Se entrevé en ella sus vivencias, sus adicciones, lo introspectivo de una vida marcada por la inestabilidad. Y el proceso que lo llevo hoy aquí. A sanar y a toda una vida por vivir.
«Héctor como trasunto de mi enfermedad mental se desarrolla en ciudades que he vivido, como Madrid, que he visitado, como Málaga, o que quiero visitar con mayor profundidad como el Valle del Jerte. Una historia sobre un joven desubicado que lo tiene todo y no se da cuenta de que, en verdad, lo tiene. Un padre que lo abandonó y que reaparece moribundo y queriendo reencontrase con él. Una madre que siente ajena y no lo es. Y una vida disoluta con preocupaciones banales y malestares profundos. La novela explora el mundo interior de Héctor que en gran parte es mío, sus miedos, paranoias y pensamientos felices. Su inclinación por el arte y sentirse desubicado en la sociedad. Y su despertar a la cruda realidad. Vivimos en esta sociedad y no en otra. A Héctor le tocará enfrentarse a sí mismo. Su vida se encauzará con ayuda propia y ajena. Así, Héctor, aprenderá a vivir anclado a la realidad. Una novela escrita desde las entrañas».
«Luz en la oscuridad. Desnudo. La noche. Los pies descalzos sobre la tierra húmeda llena de neblina y el frío calando. Pero él no siente frío. Va caliente, contento. Lo que ocurre cuando has tomado la decisión es que todo pasa de color negro a intensa luz. Las preocupaciones desaparecen, el malestar también. Héctor se encontraba de buen humor y no era por el alcohol. Le dio por pensar que sus cuadros y dibujos, tras aquello, subirían como la espuma de precio. Estaba convencido de eso. Sobre todo, de su obra negro sobre negro: silencio. Se le ocurrió el título en aquel momento. Libre de las ataduras de las vestimentas, se había paseado por fuera de la casa hasta el corral donde había dejado toda su obra, con sus diarios garabateados tirados por el suelo llenos de paja y con un vaso de Whiskie Glenfiddich 21, que disfrutaba a pequeños sorbos, disfrutando de su sabor. Salió afuera por las gran y antigua puerta de pino que cerraba el corral de mampostería y paredes blanqueadas de cal con una línea roja de óxido en las juntas. Se encontró en noche cerrada, llena de nubes y sin ninguna estrella, pero él veía el universo en todo. Como aquel sueño del cuadro oscuro en lo oscuro del universo. Tomada la decisión cobraba sentido todo. Ya no hay pesares, mi corazón late sin prisa, tranquilo. Pensaba mirando hacia arriba viendo el infinito sobre él. La casa jerteña tenía el zaguán iluminado y el patio aromatizando aún más el ambiente de la sierra. Se sentó unos pequeños instantes en el banco de la entrada. El whiski en la mano, helado como la misma noche. Se le vino Marta a la mente y no como antes, con esa obsesión insana, repitiéndose cada vez más, cada mañana, llegando con el despertar sin dejarlo libre por un instante. Esta vez fue cálida, la perdonó, aunque sin saber si ese perdón era para él o ella. Aunque en lo profundo el niño gritaba y pataleaba.
Ese niño que rompía cosas cuando su padre le abandonó. Un autillo pasa volando y los pensamientos pasan a segundo plano y la plenitud hincha su pecho. Esta noche es hermosa se dice a pesar de no serlo: la belleza está en los ojos del que mira. Las posaderas sobre el banco de madera achatadas y enrojecidas que para cuando lo nota ha pasado más de media hora con el vaso en la mano sin darse cuenta, ensimismado. Se levanta y apura de un trago el vaso. Es hora, se dice. Entra por la puerta al zaguán y echa un último vistazo afuera, hacia los árboles y después más allá con los ojos perdidos en el infinito cercano. Lo tiene claro, en la bañera. Va hacía el cuarto de baño y pone una mesita al lado de la bañera para el whisky, más rápido si corre el alcohol por sus venas. Abre el grifo de agua caliente y deja que la bañera se llene. Se dirige hacia la cocina, sus macetas en la ventana se ven mustias, como tristes, anticipando. Pero él les dice que no estén tristes, que hoy es un día alegre y las acaricia. Se sirve de la botella otro trago sin hielo, cálido, que entre como fuego. El sonido de la bañera llena la casa, a cascada, a fluir de río que diría Heráclito que nunca era el mismo. Pero el agua es finita en la tierra y una gota sigue su ciclo si no se la detiene hasta el fin de los días. Es cíclica como el río que siempre va lleno de agua que, tal vez, una vez estuvo en una gota de sudor resbalando un cálido día de verano en alguien que fue a refrescarse al rio que una vez vio nacer a esa gota allende las montañas. Mira hacia el salón, fluir de agua, fluir de espíritu. Ha limpiado de arriba a abajo la casa. Se ha llevado todo a la cuadra: sus pinceles, bocetos, cuadros y hasta todo lo roto por un acceso de ira. Está limpio, perfumado, todo en su sitio. Se acuerda de los abuelos y una lágrima casi florece. De una tristeza añorante y deseosa. Lo traga junto a un sorbo».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93, Antonio Ruiz-Canela os lo agradeceremos.