Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Ikigai hace referencia en japonés al sentido de la vida y Alicia es una adolescente que lo único que desea, aquello por lo que ha luchado y anhela, es su libertad. Y, cuando por fin toda su vida se viene abajo y tiene la oportunidad de huir, decide seguir a su corazón y continuar luchando por los que más quiere. De esta manera se verá envuelta en asuntos mágicos, en historias enredadas que manchaban su pasado y en decisiones que pondrán a prueba su fortaleza. Pero, a pesar de las dificultades, las dulces palabras de su madre serán lo único que no dejé de brillar en la oscuridad, aquello que se convertirá en su motor. Desde una niña cuya madre se suicida a una adolsecente que sólo anhela la felicidad, pasando por una mujer que decidió conseguir dinero a cambio de su cuerpo. Cuando las noches eternas de invierno llegan, cuando todo parece ir en su contra, cuando crea que no puede luchar más, ¿sabrá tomar las decisiones correctas? ¿Será lo suficientemente fuerte para enfrentarse a todo lo que le aflige, a todo lo que la aprisiona? ¿Hasta dónde llegarías por tu libertad?
Lydia Gallego Sánchez-Toril es una joven autora y ganadora de varios premios juveniles de literatura de un pequeño pueblo de Teruel. Desde pequeña ha amado leer, tanto que su madre solía castigarla sin ir a la biblioteca cada vez que se comportaba mal. Empezó a escribir “oficialmente” hace un par de años y, desde entonces, adora crear personajes, darles vida y hacer pensar y sentir a aquellos que leen sus escritos… Actualmente estudia primero del bachillerato científico para dedicarse en un futuro a la neurociencia. Ama todo lo relacionado con el conocimiento de cualquier tipo y disfruta todavía más de aprender y pasar tiempo con sus amigos y familia. Siempre tiene la cabeza en algún proyecto —si no varios— y para ella uno de los mayores placeres es una tarde de risas; sobre todo si son con Nayara o su madre. Y, como no podía faltar, gran fan de Federico García Lorca.
«Ikigai es una obra que nació, en gran parte, de la canción La noche de San Juan, del grupo español de rock Mago de Oz. Personalmente es una historia que no pensé que tendría algún futuro, sin embargo, al ir avanzando en su escritura cada vez sentía más reales los personajes; cada vez era mayor la necesidad de mostrarla, de que se sintiera de verdad. Intentando usar la alegoría del mar y el agua —al igual que otros grandes autores como Jorge Manrique— para representar el curso de la vida y, a su vez, relacionarlo con las últimas palabras de la madre de Alicia, traté de crear una historia bonita y real, con un lenguaje en parte poético y en parte sencillo. El objetivo era hablar sobre la libertad, sobre la lucha por la propia supervivencia y, sobre todo, mostrar lo desgarrador de la historia de Alicia, todo aquello que enfrentó con la cabeza alta. Creo que es un texto para reflexionar, para sufrir con la protagonista y reír en los pequeños momentos de calma antes de la tormenta, así como creo que es una historia a la que darle una oportunidad y leer hasta el final (en mi opinión, la mejor parte)».
«Tras cientos de años ignorando todos los sentimientos como único modo de sobrevivir, cuando Alicia llegó a sus brazos le fue imposible no revivir a su corazón. Durante ese instante, ya no había aflicción o llanto, su pecho había pasado de encerrar una caja que albergaba sus penas a un paraíso de cuento de hadas donde no conocían la palabra «tormenta». La risa del bebé era contagiosa, era color en una película en blanco y negro, era una hermosa sintonía que deseaba escuchar en bucle, una explosión de sentimientos inefables. Odiaba pensar que algún día su sonrisa desaparecería, que alguien se la arrebataría. Y ahora en el baño, con la cuerda y la nota, odiaba aún más saber que ella iba a ser la responsable. Deseaba protegerla del sufrimiento, apartarla de la maldad exterior. Quería que su hija fuera la dueña de su propia caja de Pandora, que pudiera abrirla y cerrarla a su gusto y, así, evitar que su pecho pesara como si llevara el mundo atrapado en él, que acabara colapsando como iba a hacerlo la suya. Beatriz estaba serena a pesar de saber que hoy acabaría todo, que aquello que le había importado, todos sus sueños sin cumplir, por lo que había luchado o lo que la había dañado, desaparecerían. Nadie volvería a conocer tan bien su historia como lo habría hecho ella en vida. Puede que precisamente fuera por eso por lo que estaba tan calmada. —Alicia… —murmuró con voz dulce y amable—. Sé que no lograrás comprenderlo jamás, que me culparas a mí o, incluso, a ti. Posiblemente merezca que lo hagas. Espero que en algún momento seas realmente feliz y que, quizás, logres perdonarme. Dejarte me duele más que muchas de las cosas que me han causado dolor a lo largo de mi vida. Ojalá, al menos, te haya enseñado lecciones de esas que duran toda la vida y los recuerdos que guardes te hagan reír en vez de llorar. Sé que este mensaje se perderá como las lágrimas nocturnas o los diarios de los barcos atrapados por la inmensidad del mar. Pero no estarás sola, aunque no esté junto a ti, siempre estaré contigo, como el agua salada y la arena. Si algún día necesitas algo, sé que sabrás dónde buscarme, en el mar. Aún sin aire, cuando su hija entró en el baño para buscarla, pudo escuchar su «¿mamá?» confundido e inocente».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Lydia Gallego Sánchez-Toril os lo agradeceremos.