Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo que puede rondar los 2-3 meses.
El protagonista afirma que ha nacido dos veces. La primera su madre le da a luz en la oscuridad de un túnel del metro en el que viven junto a otros vagabundos. La segunda sale de entre las piernas de la boca de metro a los suburbios de Madrid. Son los años ochenta del siglo pasado, en los que la delincuencia asociada a las drogas crece más en España que en cualquier otra parte del mundo. Sin nombre y sin futuro, enrabietado contra todo, sangra contra las calles de piedra en busca de una versión cabal de sí mismo. Para hallarla, quizá tenga que enterrarse de nuevo y renacer una tercera vez a través de las entrañas de la ciudad. El ajedrez, la lectura y el karate son sus armas para tratar de vencer al destino. No es una empresa fácil, pues Mercurio, dios del comercio y del engaño, la maneja.
Raúl García Gómez (Madrid, 1980) es licenciado en periodismo. Ha trabajado en la Cadena Ser, Radio Nacional de España y Agencia Efe, entre otros medios. Su vocación literaria procede de lo que descubrió de niño en sus lecturas. La magia existía realmente en aquellos libros, pero no sólo por lo que contaban, sino también por esa voz, propia casi de un dios, que narraba las historias. Él quería, en la medida de sus posibilidades, practicar esa alquimia de juntar palabras y a ello dedica el mayor tiempo posible. Hasta ahora, ha publicado el libro de relatos Gradación, en ediciones Camelot y ha sido finalista del premio «El Fungible». En proyecto, la escritura de dos novelas, un poemario y un nuevo libro de relatos. Juguetes de Mercurio es su primera novela publicada, que no escrita, tiene alguna otra que anda, según él, «criando malvas en algún cajón».
«A simple vista, el libro es la historia de un marginado que quiere librarse de su sino y convertirse en escritor. Esa es una primera lectura. Pero se trata de un narrador mentiroso, que idealiza lo que le sucede con el fin de esconder la desgracia cotidiana que a él, como a tantos otros, le pasa por encima. El lector podrá jugar a adivinar cuándo miente y cuándo dice la verdad. He aquí la segunda piel de la lectura. Por último, la narración se escindirá para que el lector conozca incluso el inconsciente del protagonista y prosiga su indagación hasta atar los cabos de lo que verdaderamente sucedió. El autor propone al lector, en resumidas cuentas, que participe en la lectura de un modo más activo. Si acepta el juego, podrá asistir al mecanismo por el que la realidad se convierte en ficción».
«Yo nací dos veces, y he de nacer una tercera. La primera vez vine al mundo en un túnel del metro, entre las estaciones de Sol y Callao. Con el tiempo, me convencí de que no podía ser casualidad que la oscuridad del túnel donde me crie conectara esas dos estaciones y no otras. Sol-Callao: demasiado simbólico.
La mía es una historia de los bajos fondos. Mi madre era vagabunda y fea a rabiar, al menos a la precaria luz de aquel túnel. Mi padre, al que como es normal no conozco, la fecundó enardecido por los efluvios del vino en tetrabrik. Allí mismo, en ese túnel. Mi madre se había partido algunos huesos al tropezar con las vías y se encontraba inmóvil sobre unos cartones cuando mi padre la levantó la falda.
Nací enclenque y sucio de grasa más que de sangre. No merecía la pena tener los ojos abiertos en esa oscuridad. Para mí, al principio, el parpadeo lo constituían los trenes que pasaban con estruendo y luz. Como si fuera una playa del infierno, la gente extendía sus cartones y sus trapos a lo largo de un estrecho corredor a la orilla de las vías y se tumbaba. Las ropas que nunca se quitan, las pieles que nunca se lavan no huelen a sudor, huelen a otra cosa. No he encontrado jamás la palabra para definir ese olor. La palabra es hija de la riqueza. Cualquier diccionario es una colección de palabras atesorada con avaricia por ricos para otros ricos y sus excesos. Es obvio, por tanto, que soy rico (como tres veces al día y no paso frío) ahora que puedo describir mi vida. Pero también es obvio que incluso la palabra “podredumbre” tiene las pupilas demasiado pequeñas como para poder ver mi mundo con nitidez. Lo más luminoso que puedo arrojar entonces sobre aquella etapa de mi vida son sombras.
Recuerdo a los hombres ásperos y borrachos y a las mujeres bultos de trapos con voces de cazalleras. Recuerdo gritos y golpes. Y asesinatos negros, donde no se podía ver correr la sangre, pero sí tocar su liquidez o su espesura, notar su calidez o su frialdad, según el caso. Recuerdo también a víctimas y verdugos sin rostro. Las aguas de las vías también son bien profundas».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Raúl García Gómez os lo agradeceremos.