Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
La novela sigue la vida de Amos Santana, un personaje ridículo y miserable que, tras una serie de experiencias dolorosas, decide convertirse en el salvador de su ciudad, tomada por el abuso y la violencia. Para acometer tal empresa, realizará actos de lo más salvajes, crueles y criminales bajo el alter ego de Puma. Además de la clásica galería de villanos presente en este tipo de historias, Amos llevará a cabo una fatigosa lucha para superar a sus demonios internos y encontrar su propia identidad. La narración muestra un continuo descenso hacia la oscuridad en un mundo hostil en donde la esperanza es un lujo inalcanzable.
Vichen Wilm (2002) es un estudiante de Filología Hispánica en la UCLM. Cuando tenía 15 años autopublicó un poemario, Los pantalones blancos de la señorita Ella (2018) y, desde entonces, algunos de sus poemas y de sus cartas han aparecido en las páginas de la Revista Febrero. Aunque sus inicios en el mundo literario están muy vinculados a la poesía, ha estado mascullando algunas ideas cuya realización solo ha podido ver satisfecha en el formato de la novela. Vichen tiene verdadera pasión por los superhéroes y por el ron cola, ingredientes de los que, al mezclarse, surgió su nueva novela, Puma, una canallada máxima.
«Desde bien pequeñito me he sentido muy atraído por las historias de superhéroes, pero también he echado en falta sagas españolas de estos ídolos de la cultura popular. Parece que el mundo siempre tiene que ser salvado desde los Estados Unidos de América. Además, la creciente demanda de este tipo de narrativas por parte de un público adulto ha dado lugar, en mi opinión, a una tendencia a justificar la madurez de estas historias con personajes protagónicos sumergidos en espirales de traumas, cada uno más perturbador que el anterior. Aún con este desarrollo psicológico, las historias son cada vez más similares entre sí, sean de un sello u otro. De aquí sale mi objetivo con Puma, construir una saga de superhéroes, con tipos de lo más canallas y extraños que se alejen en buena medida de los pilares que estas historias han tenido durante casi noventa años, para aportar algo nuevo y fresco a la tradición superheroica, pero sin olvidarse de las historias que han venido antes».
«Me van a disculpar ustedes a quienes me dirijo por retratar así la realidad que relato, pero la verdad es cruda si no se oculta y yo no les engaño. Por ser esta la historia de mi vida voy a ocultarme con un nombre falso que encuentra en el verdadero un rasgo común: la burla. Tal vez la única persona que no me hizo burla fue, a parte de mi madre, mi amor más grande.
Mi padre no era un buen hombre. Durante algún tiempo trabajó en la docencia de los bachilleres, pero embarazó a una alumna y fue despedido. A la niña la echaron de su casa y tuvo que fingir por mi padre más amor del que en ese momento sentía para que él la amparase. No fue sino hasta después de que yo naciese que mi padre encontró trabajo como contable en una gestoría Ronda adentro. No debía sentirse muy cómodo en aquella oficina, pues todos los días volvía con ganas de joder a mi madre. Y la jodía bien. Muchas veces yo miraba, impasible, incapaz de interpretar lo que ocurría. ‘‘Hoy te han jodido bien, ¿verdad? Eres un desgraciado’’, le decía mi madre. Y él la sacudía y la montaba con tanta violencia que yo no podía moverme, ni llorar podía. Él sabía que yo miraba, pero no le importaba, se tomaba mi presencia en esas secuencias aterradoras como una manera de reafirmar su autoridad a fin de evitar mi insubordinación en la adolescencia; en vano todo esto, pues nunca conoció mi adolescencia.
La noche del 20 de noviembre de 2010, cuando contaba yo con ocho años y con una fragilidad máxima por las carencias sufridas en el desarrollo, mi padre llegó muy revuelto a casa. Viéndolo con la perspectiva que da la experiencia, no le ocurría sino que no aguantaba su vida; realmente era un miserable, un parásito, la última mierda. Era consciente de esto y le reventaba la mente cada vez que estaba solo consigo mismo. Yo también he pasado por algo así, pero nunca he tratado a nadie como hacía él y eso que yo sí soy, en sentido literal, un hijo de puta.
Aquella noche mi madre lloraba con gravedad, de esa forma en que solo lloran las niñas. Él encontró atracción en la triste curva que dibujaban sus labios, tanto que le plugo imitarla, luego, besarla. Se dio gusto en oler todo lo que quiso de aquel cuerpo, tratando de convertir a mi madre en el recuerdo de mi abuela, quien realmente atrajo a mi padre en un principio, pero no lo logró. Ella –mi madre– le parecía más niña de lo que era, algunas veces; otras veces, más mujer. Agarró su cuerpo, débil como el del hijo, y lo embistió con una fuerza desmesurada sobre la encimera de la cocina, por la espalda, aún con la ropa puesta, con las bragas apartadas alrededor de la vulva en pos de la penetración.
Yo estaba sentado en la puerta de la casa, gritando los versos que leía de un librillo que me regaló Ana y que determinó por completo mi vida. Oía los gritos de mi madre y trataba de gritar más alto para tapar su voz: “¡VOLVERÁN LAS OSCURAS GOLONDRINAS EN TU BALCÓN SUS NIDOS A COLGAR...!” Nada conseguía. “¡Niñata de mierda! ¡TÚ ME HAS HECHO DESGRACIADO!” Le decía el contable a su alumna, “pero tú, ¡tú has caído más bajo!”. Ella intentó zafarse un par de veces, pero falló. Aquel hombre la echó al suelo con tanta brusquedad que algunos útiles colgados en la pared se soltaron de sus soportes y reventaron en cristalitos por el suelo. Mi madre hizo un amago de levantarse, pero mi padre la interceptó por el pelo y le rompió la nariz contra las baldosas. De pronto, un silencio helado me caló los huesos: Un destello de acero inoxidable penetró por la nuca de mi padre y asomó brillante por su garganta.
¡El sueño de paz que allí venía!
Ninguna paz».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Vichen Wilm os lo agradeceremos.