Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
¿Qué se saca de aquesto? ¿Alguna gloria?
¿Algunos premios o agradecimiento?
Sabrálo quien leyere nuestra historia;
veráse allí que como el humo al viento
así se deshará nuestra fatiga
Elegía I, vv. 91–94 Otoño de 1535 Garcilaso de la Vega
…así pues, que nadie dude ni por un momento que yo no voy a intentar sacarlo todo daquesto. De esta batalla que acabo de librar y ganar. Yo, Garcilaso, no me arrepiento de haber mandado a un asesino sin alma al mundo de sus tinieblas, si es que tal cosa existe. Y, si tengo la oportunidad, mandaré a cualquier otro, humano natural o artificial, que se me cruce en el camino. Y no voy a escribir ninguna jodida elegía, entre otras cosas porque no sé. Y que nadie se equivoque: de aqueste no voy a sacar glorias propias, ni premios ni agradecimientos. No. Eso no. A estas alturas ya no. Me conformo con haber podido conservar intacta mi cabeza hasta aquí. Pero advierto que, en lo que de mí dependa, ni mis fatigas, ni las de mis amigos y compañeros caídos se van a diluir como humo al viento. Ni como lágrimas en la lluvia.
Pero yo, amigo Garcilaso, que el Bosón de Higgs te conserve impoluto y digno en tu urna por los siglos de los siglos amén, yo, no soy nadie. Un Nadie. Sin Don. Nada. Humo. Tal vez una lágrima. Un simple y anónimo funcionario como tantos otros que, una vez, hace mucho, quizá se hizo ilusiones. Ahora, ya caduco en sus aspiraciones, en sus ambiciones, este que tiene la osadía de dirigirse a ti, no pinta absolutamente nada fuera de su reducido y anónimo sitio de trabajo y sus opiniones sobre el devenir de la vida y sus circunstancias, sobre política, economía, filosofía, arte o diseño, por ejemplo, suponiendo que las tuviera, no importarían nada a nadie. Absolutamente a nadie. Yo, amigo Garcilaso, a diferencia de ti, discúlpame la familiaridad, ni he sido, ni soy, ni seré íntimo de ningún jodido jefe, jefa, cacique o cacica. No los soporto.
Y…así me ha ido.
«¿Qué quieres que haga?
¿Buscar un protector, un amo tal vez?
¿Y cómo hiedra oscura que sobre la pared
medrando sibilina y con adulación
cambiar de camisa para obtener posición?
NO, GRACIAS.
¿Dedicar si viene al caso versos a los banqueros,
convertirme en payaso, adular con vileza los cuernos de un cabestro
por temor a que me lance un gesto siniestro?
NO, GRACIAS.
¿Desayunar cada día un sapo? ¿Tener el vientre panzón?
¿Un papo que me llegue a las rodillas con dolencias
pestilentes de tanto hacer reverencias?
NO, GRACIAS.
¿Adular el talento de los canelos, vivir atemorizado por infames libelos, y repetir sin tregua Señores, soy un loro, quiero ver mi nombre en letras de oro?
NO, GRACIAS.
¿Sentir temor a los anatemas? ¿Preferir las calumnias a los poemas, coleccionar medallas, urdir falacias?
NO, GRACIAS;
NO, GRACIAS;
NO GRACIAS…».
«Miré la pantalla. Un fogonazo de números habían empezado a inundarla 659, 661, 809, 811, 821, 823, 827, 829…¡Allí estaban! ¡Ritchie lo había logrado! El bicho asesino se iba tragando la espada tallada con la llama de la conjetura de los primos gemelos. En los primeros instantes poco a poco pero, en décimas de segundo, un torbellino, un tornado, un estallido de números fulminó la pantalla y se hizo un silencio abisal. Una daga poderosa le acababa de deshacer las entrañas. Un puñal cósmico que se empezó a afilar hace más de dos mil cuatrocientos años, sabiamente manejado, envió al infierno aquella maravilla tecnológica. Una mágica lanza hoplita hundida en la boca de un dragón que ya nunca volvería a escupir terror. Escalofríos llenos de profundo sentimiento de orgullo humano serpenteaban por mi columna. Hemos hecho muchas cosas mal, pero una de ellas no ha sido olvidarnos del legado de los mejores de los nuestros. Y me los imaginaba felices riendo desde las alturas de su olimpo: Tales, Pitágoras, Parménides, Platón, Hipias, Eudoxo, Menecmo, Euclides, Aristarco, Eratóstenes, Arquímedes, Gémino, Nicómaco, Teón, Diofanto, Papo, Hipatia, Proclo…Riendo y brindando con vino negro de Lesbos, de Tasos o de Quíos. En aquél momento tuve una revelación para lo que no había hecho falta consultar a ningún oráculo de Delfos: invocando a esos humanos inmortales, los artificiales nunca nos destruirán. Subidos a los hombros de esos gigantes seríamos invencibles. Ese convencimiento, ese sentimiento de absoluta superioridad, me aceleraba el pulso mientras el mundo se venía abajo en aquella sala. Y me acordé de Moby Dick».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Santiago Blanco Suárez os lo agradeceremos.