Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Ridmi gira en torno a las repercusiones que comportan las tecnocracias y, más concretamente, en torno al dilema que se le plantea a la protagonista tras ser elegida para participar en un programa gubernamental diseñado para agilizar la elaboración y expedición de leyes.
Soy Rita Tapia Oregui, una madrileña licenciada en Filología Árabe y Traducción e Interpretación por la Universidad de Granada y, cuando no sale un encargo que me permite dedicarme a mi pasión, que es la traducción de literatura árabe, trabajo de analista y científica de datos para el sector privado. Esta es mi segunda novela, la primera, que escribí durante el tiempo que pasé morando en tierra teutona, se intitula Entrevista. Aparte, porque no mentallo les privaría de poder montarse el croquis como es debido, fui al colegio alemán, hasta que me cambié, en un acto de rebeldía, que ya por entonces tenía más por costumbre de lo que es sano, a cursar al Ramiro de Maeztu el Bachillerato Internacional; soy hija de psicoanalistas, y tengo treinta y seis tacos, de los cuales me he pasado dieciséis junto a mi actual pareja, el maromo de mi vida, que conste, por si me autoriza a tomarme días begoños.
«Ridmi aborda lo que los avances tecnológicos de los últimos tiempos han cambiado nuestra percepción de a quién se le ha de asignar criterio y, de resultas, permitir defender su postura, hombre o mujer, máquina o humano, lobo o cordero, y, consecuentemente, del impacto que ha ejercido dicha transformación en nuestra lengua, que yo, la autora, entiendo como el acuerdo al que hemos llegado sus hablantes a lo largo de generaciones para interpretar la realidad a fin de que se preste a nuestra supervivencia. Aunque esté todo el mundo invitado a hincarle el diente, ha sido concebida para quienes entienden que hay aspectos de la realidad que sólo se dejan aproximar a través de la literatura.».
«Estaba jarreando, como las noches en que, en el mundo de la pancarta, se abren los cielos. En noches como aquella, a elle le gustaba, con todo, quedarse en casa, escribiendo lo que sólo a un malandrín o individuo de semejante talante se le pasaría por la molondra interpretar como nada que no fueran ensayos filosóficos sobre la naturaleza del ser. Eleanor, Ele, para los aliados, peligrosamente cerca de la eme, debía sentir, por momentos, para los que suponía más reticentes a rendirse a sus encantos. Pero eso último sabía callarlo. Y eso que elle no era de secundar el callar. ¡Todo lo contrario! No hacía falta ni que le dieran cuerda. Había que poder representar en cada oración a todos los colectivos marginalmente marginades y devolver lo que Dios le había dado a entender que debía ser su martirio, para que el mundo simpatizara, idealmente con su cartera, huelga decir que más a ojo de buen cubero que a modo estadísticamente justificable.
Era cuando se paraba a escribir que se permitía que el mundo se le detuviera. Y mutear las voces que se le agolpaban le hacía bien. Sentaba, paradójicamente, casi, como un zumo de naranja recién exprimido. Alguna molécula astrofísica debía hallarse involucrada, en tanto no directamente al timón. Porque, aunque alguna mala pécora quisiera achacarle mostrar desdén hacia la ciencia, la ciencia y nada más que la ciencia había sido siempre su motor-empuje-brújula-luz. Que, se ha de recalcar, no implicaba que fuera por ello menos mujer, como podrían querer insinuar otros, más tentáculos de la misma bestia, porque ser mujer no se halla ligado ni a genitales ni a ningún rasgo que se estime particularmente propio de gente con unos genitales específicos. Si es que, ¡qué afán de llevarse el miembro a la boca! Es un conjunto de factores, un abanico, que es como se manifiesta la realidad, en plural, polifacética, cochina. La tenía perpleje que resultara tan difícil de comprender.
Como tampoco entendía el propósito del ejercicio. Elle ya había dejado meridianamente claro que no tenía problema alguno con ponerse a escribir, pero de ahí a pasarse tropecientas palabras discurriendo sobre cómo se ha de sentir ponerse en la piel de otro, a saber, ni más ni menos que Satanás hecho carne, le parecía un suplicio tremendamente inoportuno. Y eso, dejando de lado las consideraciones higiénico-sanitarias. ¿Por qué debía sentirse impelide a demostrar lo mal que se le daba interpretar un papel distinto al suyo? No quería ponerse parana, porque se conocía, mejor que nadie, cabía resaltar, y tenía tendencia, pero era casi como si los reptilianos, en connivencia con los Iluminati, hubieran urdido un plan para ponerla a prueba y ver si efectivamente merecía el título de “mujer”. En definitiva, transfobia. Se viera por donde se mirara.
Entendía, no obstante, que debía seguirles el juego. Al menos, por el momento, porque no tenía aún las herramientas necesarias para probar taxativamente que el programa no fuera el invento de los que se presumía vasallos de la lógica matemática, en vez de marionetas de un grupúsculo de jetas, que era lo que elle se figuraba, en el tercer semisótano de su fuero interno.
Por ende, resultaba conveniente callar, de nuevo, a su pesar. Elle se lo vendía a sí misme más como un modo de priorizar qué contar a la hora de estructurar la información a aportar, porque elle no suscribía la política de ocultar nada. Elle era transparente».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Rita Tapia Oregui os lo agradeceremos.