Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Una tarde de principios de otoño que habría de vaticinar el año más frío en décadas, Mateo Calvado ve a una mujer en la ciudad a la espera del tranvía. Pese a sus primeras impresiones, pronto desarrolla una obsesión por la chica que acabará desembocando en una turbulenta relación. Años después, desde la introspección que sigue al encierro, Mateo narrará por primera vez y última la realidad de los hechos que motivaron su condena, desvelando la verdad de lo ocurrido la noche de su encarcelamiento.
En su relato, Mateo experimentará de nuevo la profundidad del deseo, el conflicto amoroso y la desazón que apoca al cuerpo, volviendo a convertirse en un joven explorando su sexualidad y las intimidades que oculta el arte, hasta desvelar con sus recuerdos al cúmulo de infortunios que acabaron por desembocar en una fatídica muerte.
Aldara Currás Rodas, nacida en Cangas en el año 2001, vivió su infancia y adolescencia en esta villa pontevedresa bañada por la ría de Vigo, donde cursó todos sus estudios preuniversitarios hasta que en el año 2019 se traslada a Madrid para cursar el doble grado de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid. Lejos de su tierra natal siente la llamada de las musas de la escritura, asimilada como una especie de envés creativo de sus obligaciones académicas. El apacible ambiente de Cangas, pueblo marinero con aroma a salitre y a orvallo, se convertirá en una influencia capital para esbozar el escenario ilusorio de su primera novela, Tus últimas palabras, marco y fondo de una historia desarrollada durante los húmedos meses de invierno.
«Querido lector,
Esta novela tiene muy poco que ver con lo que yo me propuse escribir cuando la inicié, y es que fueron hasta cierto punto los personajes que acompañarás quienes determinaron lo que hoy os cuento, y como espero que puedas hacer tú, yo avancé sorprendida capítulo tras capítulo hasta llegar a su final sin saber que me aguardaba en cada página. A través de este viaje he podido reencontrarme con un paisaje y una tierra conocida si bien extraña, he profundizado en el arte, he retornado al teatro y me he enfrentado a la idea de lo que entendemos por querer y cómo deben estructurarse las relaciones amorosas. Hoy espero que como me ocurrió a mí mientras daba forma a esta historia, tú puedas explorar al menos un poco más del mundo de la mano de sus protagonistas, aprender a amar con ellos, reconstruir la realidad desde una nueva perspectiva, replanteándote todo aquello que damos por sentado y resolver el misterio que oculta esta historia».
«Tal vez nunca comprendí la magnitud de mi situación. Creo que aún ahora sigo sin hacerlo. Ayer, durante una especie de audiencia, me preguntaron por el arrepentimiento y fui incapaz de forzarme a mentir, les dije la verdad, que no me lamentaba por nada, que por triste que hubiese sido el desenlace era la única posible opción, que la vida me había llevado allí y yo había actuado acorde a sus deseos, abrazando lo que acabó por formularse como el destino que me correspondía. Otro no podría haberlo hecho. Al fin y al cabo, yo no fui más que una víctima; no me considero un mártir, pero no hay muchos factores que me alejen de serlo, les aseguré, pues jamás me libraría del peso de mi verdadera condena.
No creo poder reconocer en la vida algo más doloroso que la imagen de un amante muerto, más que el pensamiento de saberse responsable. Buscas la pasión en dos ojos ahora vacíos y no encuentras en ellos más que ausencia; ojalá apreciar reproche, ojalá vislumbrar la ira en esas dos monedas de bronce, pero no te recibe más que una falta serena y fría. Se trata de una pérdida en ocasiones necesaria, la muerte prematura, pues hay almas que deben yacer jóvenes o no morirían jamás, demasiado enraizadas a la vida como para forzarlas a marcharse, lo que hace preciso echarlas cuando aún no le tienen tanto apego. Era su hora, trato de explicarles, pero el pensamiento no purga mi mente del mal que causaron mis actos.
Lo único que de verdad lamento es que su imagen no sea ya más que un recuerdo anegado en mi memoria, que mis manos ya no tocarán nunca su piel por más que anhelen su tacto. Pero yo así lo quise».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Aldara Currás Rodas os lo agradeceremos.