Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Addison y Luka no se conocen, pero comparten algo que no confiesan: el peso del dolor y la pérdida.
Ella perdió a su otra mitad; él jamás pensó que entre tanto vacío pudiera nacer algo diferente. Dos personas. Mismo camino. Misma parada. Luka llega a la ciudad con un objetivo claro: volver a Sarasota para ganar la final estatal de baloncesto. Addison, en cambio, busca centrarse en su carrera y dejar atrás un pasado que aún duele.
Pero las casualidades no existen. Y, a veces, el amor se parece demasiado a una partida de ajedrez: cada movimiento puede acercarte al jaque mate... o a perderlo todo.
¿Estarán dispuestos a arriesgarse, incluso si el precio es volver a romperse?
Marina Pérez Rodríguez nació el 15 de julio de 2002 en Palma de Mallorca, (Islas Baleares) Estudiante de Administración, Finanzas y Marketing, siempre ha sentido una profunda conexión con el arte de las palabras. Desde pequeña encontró en la lectura un refugio donde descubrir mundos nuevos, y en la escritura, la magia de poder crearlos por sí misma.
Desde Sarasota, con cariño es su primera novela romántica, una historia que refleja su sensibilidad y su manera de entender el amor. En ella, explora cómo dos personas pueden encontrarse en un mismo camino lleno de casualidades, desafíos y superaciones, recordándonos que a veces el destino se escribe entre las líneas más inesperadas.
Para ella escribir no es solo un hobby, sino una forma de expresar emociones, de compartir experiencias y de abrir puertas hacia nuevas realidades imaginadas. Cada historia que crea es un viaje interior, una invitación a soñar y a sentir junto al lector.
«La idea de Desde Sarasota, con cariño nació al imaginar que una historia de amor podría comenzar en cualquier momento cotidiano: en un autobús, camino a clase, entre conversaciones y casualidades que parecen insignificantes. Quise crear una historia real, que pudiera vivir cualquiera, sin princesas ni finales perfectos, solo dos personas normales aprendiendo a encontrarse en medio del caos. Addison y Luka representan esa conexión inesperada que a veces nos cambia sin avisar, recordándonos que el amor también se esconde en los días más comunes. Quienes lean esta historia descubrirán que no hace falta un destino extraordinario para vivir algo profundo, porque a veces lo más especial está en lo más simple: en sentirse visto, comprendido y acompañado incluso en los días grises.»
«Vi cómo la puerta de la casa de los vecinos se abría viéndola aparecer. Con su pelo despeinado, quitándose los auriculares y dejando el abrigo colgado en el perchero. Al vernos se quedó algo perpleja, me da la intuición de qué esta cena no estaba planeada.
—Hola cielo, han venido los Stokes a cenar, así nos conocemos más.
—Genial, voy a darme una ducha y bajo — sonríe pasando por mi lado para subir a su habitación.
La casa es bastante acogedora, paredes beiges, cuadros de familia y algunos estantes con libros, tienen un reloj enorme de pared con la simbología del mapa mundi. Mientras los adultos hablaban, me senté esperando a qué bajara mientras miraba mi móvil sin prestar mucha atención a la conversación. Al rato noté un cálido perfume a mi lado y me giré sonriendo.
— Ni hola ni nada renacuaja, qué feo me parece, eh.
— No te hagas el ofendido, qué acabo de bajar — ríe y me da un beso en la mejilla mientras se recoge el pelo en una coleta.
— Bonita casa, por cierto, aunque no tenía idea de la cena, podrías haberme avisado, eh.
— río y veo qué me mira alzando una ceja — tú tampoco sabías?
— No tenía ni idea, por poco no vengo, pero así se llevan bien, con los antiguos vecinos se la pasaban peleando.
— Es bueno saberlo, así me darán permiso para salir con su hija — bromeó chasqueando la lengua cogiendo mi copa para beber.
— Dios, eres un creído, ¿no té lo han dicho? — ríe rodando los ojos bebiendo de su vaso también.
Para mi sorpresa, la madre de Addison había empezado a trabajar con mi padre en la oficina, por lo que al descubrir qué eran vecinos, decidieron hacer una cena para qué nos conozcamos mejor, quien sabe, hasta se hacen amigos. Tengo qué admitir qué la cena transcurrió de maravilla, los padres de Addy eran muy amables y charlamos, estuvimos casi toda la cena jugando a juegos de mesa, al parecer el bingo es su preferido. Una vez acabado el juego empezaron a hablar de negocios, así que le hice una seña a la chica morena que tenía al lado para subir a su habitación.
— Menos mal porque me estaba durmiendo ya — dijo una voz tras de mí después de subir a la habitación.
— Vaya, sí que eres cursi — reí observando con cautela las estanterías blancas llenas de libros, ordenados por colores, las fotos enmarcadas, los vinilos colgados en la pared y la tranquilidad qué desprendía ese lugar — Cuántos libros tienes? Porque ocupan más ellos que tú, renacuaja — bromeo riendo.
— ¡Oye! No soy tan bajita, eh — me crucé de brazos ofendida por su comentario, pero en realidad me eché a reír — vale, no llego, he de subirme a la silla para cogerlo, pero en mi defensa diré que... — paré de hablar al percatarme qué estaba observando los vinilos de la pared algo concentrado — estás aprendiendo a descifrar el inglés de las canciones o qué? — bromeo riendo.
— Estás muy graciosa tu eh, solo me llamaba la atención, ¿los tienes en orden? Quiero decir de orden de salida o los colocas por la portada? — me mira curioso sentándose en la silla del escritorio.
— Pues la verdad es que va cambiando, depende de la temporada y de lo que me transmite. Por ejemplo, Folklore me transmite mucha paz y tranquilidad. De hecho — le miro levantándome un poco la manga de la camiseta — cabe recalcar que estamos en octubre, por lo que hay qué la ropa gruesa qué no falte— llevo aquí una frase tatuada you drew stars around my scars.
— ¿Llevas tatuada la misma frase que tienes en tu biografía de Instagram? — ríe pero luego solo se calla al darse cuenta de lo que acaba de decir — vaya friki.
— Venga, no te hagas el interesante ahora — alzo una ceja mirándole — has estado cotilleando mi Instagram? Podría pensar qué eres un psicópata si no té conociera, eh — me siento en el stand de la ventana mirándole.
— Bueno, me conoces, pero quien te dice qué no soy un psicópata. Además — la miro durante unos segundos y vuelvo a hablar— no tienes razón, me conoces, pero no conoces todo de mí, conoces lo que quiero qué conozcas. No te ofendas, pero la confianza es el poder que le das a la otra persona para destruirte en tan solo segundos, piénsalo, tiene lógica
— Si, la tiene, pero... eso quiere decir qué quizá me vendes a un Luka qué no es, ¿no? Quiero decir…
— Soy la persona qué soy contigo, pero quizá contigo soy de una forma qué con mis amigos del baloncesto no, la forma de expresarme no es la misma — me encojo de hombros mirando mi reloj y luego a ella, al ver su expresión suspiro — contigo soy otra versión de mí, una diferente, cada uno de nosotros tiene diferentes versiones que mostramos a medida que nos vamos sintiendo seguros al lado de la persona con la que estamos.
— Esto te ha quedado muy profundo, al final vas para poeta — bromea y le mira— pero no has respondido a mi pregunta, ¿has estado cotilleando mi Instagram?
Iba a responder hasta qué una voz retumbó sobre la habitación, era mi padre diciéndome que era tarde y teníamos qué irnos, así que solo me acerqué a Addy dejando un suave beso en su mejilla revolviendo su pelo.
— Descansa renacuaja.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Marina Pérez os lo agradeceremos.
