Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Arsenio Closas tras varios años en la policía emprende camino en solitario como investigador privado. Recibe la visita de una mujer enigmática que le ruega la búsqueda de su hijo desaparecido. Closas inicia de este modo una vertiginosa carrera contrarreloj para encontrar a ese joven de familia adinerada.
Junto a Closas le ayudarán en su misión un personaje llamado Sherlock, un joven dominicano que regenta un bar de noche. Y René, de la que Arsenio se enamorará perdidamente, y que será un bastión importante para nuestro protagonista.
La némesis de Closas es el Sr. Bote. Un personaje extremadamente complejo, marcado por la época y circunstancias que le ha tocado vivir. Este sujeto irá destilando trágicos episodios a su paso por las distintas décadas que componen la trama temporal de la obra. Estos delitos no son sino consecuencia de su infausta personalidad.
César Sierra Peña (Madrid, 1971). Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y Master en gestión inmobiliaria. Desarrolló su carrera profesional como directivo de empresas y, posteriormente, como emprendedor con su propia compañía. Aquello que empezó siendo una afición, la escritura, fue tomando cuerpo con formación específica para afrontar el reto de la publicación de sus obras. Es escritor especializado en novela negra. Creador del detective Arsenio Closas. Apasionado de la literatura, series, películas y todo lo que tenga que ver con el género negro y el thriller. Coach literario certificado. Actualmente reparte su experiencia escribiendo y asesorando a otros autores en sus proyectos.
«La novela en su trama y argumento bebe de clásicos atemporales como Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Rober L. Stevenson, o de la serie de novelas de Patricia Highsmith cuyo protagonista es Tom Ripley en las que el antagonista tiene la virtud, o el estigma, de desarrollar una turbulenta personalidad.
A su vez, nuestro protagonista ejemplifica la tradición literaria detectivesca que recuerda a autores como Manuel Vázquez Montalbán y su Pepe Carvalho; la trilogía del Baztán de Dolores Redondo, que pone en liza a la inspectora Amaia Salazar; o la inspectora Elena Blanco del trío Carmen Mola.
Todos con un bagaje profesional a sus espaldas y con gran capacidad deductiva. Nuestro protagonista, viene acompañado por una serie de secundarios que aportan color a la novela.»
«El jugador estaba inmóvil. La boca se le había quedado abierta y un hilo de saliva brotaba por la comisura. Lo único que denotaba que aún estaba vivo eran sus ojos inyectados en sangre y destilando terror por lo que estaba viviendo.
La raíz de curare que le había administrado en dosis muy precisa inhibió la sinapsis músculo nerviosa impidiendo que se liberase la acetilcolina, sustancia química que permite el funcionamiento de un gran número de neuronas. El resultado era la parálisis casi total del individuo.
Había que ser muy diestro en la administración teniendo en cuenta el peso y edad de la persona, pues apenas un exceso en la dosis podría paralizar también el diafragma y provocar la muerte por asfixia. Pero él no dejaba nada al azar.
Cambió la antigua bañera por una mesa de forense de acero inoxidable de generosas dimensiones. A la altura de los tobillos y de las muñecas había realizado unos pequeños taladros y en los orificios había ajustado los pasadores que, a su vez, mediante unos eslabones de acero, se unían con sendas sujeciones de cuero. Los habituales clientes de ese tipo de mesas no necesitaban ser sujetados a la misma pero las circunstancias eran bien distintas.
Le había llevado hasta su tenebrosa guarida y se encontraba allí postrado, en aquella fría mesa. Estaba sin ropa porque el efecto de la droga hizo que se orinase encima. Aunque no era posible que recobrase cierta movilidad, lo tenía bien sujeto con aquellas cinchas de cuero.
Estaba aletargado, con una percepción distorsionada de la realidad que provocaba que no tuviese frío, a pesar de estar desnudo, y sin ningún dolor evidente en el cuerpo. Pero el terror sí lo podía sentir.
Una figura difusa se movía de un lado a otro de aquel espacio. No sabía quién era pues no conseguía adivinar sus rasgos físicos con nitidez. Sí pudo encontrar en un par de ocasiones su mirada. Dos ojos grandes, oscuros, inquisitivos, que no tenían reparo en sostener la mirada recibida irradiando una violencia incomprensible para él.
Era la evidencia de un peligro inminente. Era la constatación de un sentimiento de pánico atávico, genéticamente instalado en los seres humanos ante la certidumbre de lo que puede acontecer.
Quería escapar, pero solo su mente parecía entenderlo. Ni uno de sus músculos podía dar continuidad a ese pensamiento. De eso se había ocupado aquel ser siniestro que se acercaba y se alejaba de él. Quiso hablar, pero solo un sonido gutural pudo emitir su garganta.
En ese instante, aquel tipo acercó una silla y se sentó al lado.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y César Sierra Peña os lo agradeceremos.