Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Daniel y Mara descubren un videojuego que pronto se convierte en su refugio y obsesión. Sus avatares, Silver Blade y Torch, encarnan la fuerza y la intensidad que no encuentran en su vida diaria. A través de combates y desafíos, el juego les ofrece una identidad distinta, poderosa, vibrante. Pero la adicción crece y los límites entre realidad y virtualidad se difuminan hasta romperse. La llegada de Anastasia y Federico, expertos en comerciar con cuentas, complica aún más la experiencia. Cuando Daniel y Mara ya no logran aceptar la vida real, solo les queda volver al juego, aunque ello suponga arriesgarlo todo. Una historia breve, intensa y actual sobre la dependencia tecnológica y la fragilidad de lo humano.
Eduardo Roca Torres (Mallorca, 1992) es profesor de Lengua y Literatura Españolas. Licenciado en Filología Hispánica, combina la docencia con la escritura creativa, siempre en diálogo con los problemas y obsesiones de la sociedad actual. En 2020 publicó Dribulón, obra en la que ya exploraba la relación entre la imaginación fantástica y la crítica a la realidad contemporánea. Con Moon's Døwn, su segunda novela, profundiza en la dependencia de la tecnología, la construcción de identidades alternativas y la dificultad de aceptar lo real frente a lo virtual. Su estilo, conciso y directo, busca atrapar al lector en atmósferas intensas, llenas de tensión narrativa y reflexión crítica.
«Moon's Døwn es una novela corta que habla de nosotros: de cómo buscamos escapar en mundos digitales que parecen más vivos que la realidad. La novela nació de la observación de una generación atrapada entre pantallas, donde la identidad se construye en fragmentos y avatares. Bajo la trama de un videojuego absorbente se esconde una reflexión sobre la fragilidad de nuestros vínculos, el deseo de ser alguien distinto y el miedo a enfrentar lo cotidiano. Es una historia breve, directa y actual que mezcla acción y emoción, capaz de resonar en cualquiera que alguna vez haya querido perderse en otro mundo para no mirar el suyo.»
«—Siempre eliges a Silver Blade —espetó Mara mientras caminaban hacia el turco, rompiendo el silencio espeso y cementado.
Daniel no contestó al instante; sabía la respuesta, y, de hecho, ella también, pero esperó un instante. En ese instante estaban pasando frente a un gimnasio. Un escaparate de cintas de correr y aparatos de flexión muscular. Algunas personas hacían deporte en el interior. Mientras escrutaba a un hombre que levantaba una barra en un banco de pesas, vio su reflejo, un reflejo que lo hizo desviar la mirada hacia el suelo con desagrado y que inmediatamente captó su atención con un nuevo rostro. El cristal devolvió una nueva imagen: Silver Blade adoptaba la postura de Daniel, pero la ajustaba, la corregía y la mejoraba. La espalda ligeramente encorvada por la inseguridad se enderezaba, su pecho delicado lucía como un tórax escultural y sus brazos enclenques se transformaban en dos fuerzas descomunales. El reflejo de Silver Blade lo miró intensamente, y, cuando casi se alegraba por el reflejo, volvió a convertirse en el suyo propio, y volvió a bajar la mirada. Cuando ese instante acabó, contestó:
—Es mi favorito.
—Ya… El mío es Torch, pero los uso todos. No me gusta quedarme estancada en un personaje, teniendo varios para elegir. Si no, es lo mismo que la vida normal. Eso sí, Crimson es el peor. O sea, no es que sea malo, pero no me gusta disparar todo el tiempo. Sobre todo, si no hay enemigos que disparen. Además, cuando tienes que recargar, quedas vendido. ¡Vaya fail!
La cola para pedir el kebab era de unas diez personas.
—¡Increíble! —maldijo Mara.
La cola parecía suspendida en el agua. Los pedidos se espaciaban por minutos y cada paso adelante parecía una victoria pírrica.
—¡Madre mía!, ¡qué lento! —se quejaba la chica.
—No nos van a atender nunca.
Los chicos sacaron los móviles de sus bolsillos y comenzaron a hurgar entre las distintas pantallas. Deslizaban los dedos y las imágenes se proyectaban sobre sus rostros. Tonos rojizos, anaranjados, azules… teñían sus caras sucesivamente, mientras sus dedos recorrían la tibia pantalla. Saltaban de una aplicación a la otra y respondían brevemente a imágenes.
—Uno se va —terció Daniel en el maratón de aplicaciones.
Mientras veían cómo se iba y el nuevo primero de la fila pedía, Mara dijo:
—Oye, la próxima vez tengo que ser yo Silver Blade. Me encanta cómo queda en el cuerpo de una mujer.
—Pues yo… No sé.
El tiempo se dilataba en la cola. Repiqueteaban con las puntas de los pies o se movían de un lado a otro. El olor a kebab llegaba hasta la calle, y la espera se hacía más larga.»
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Malas Artes y Eduardo Roca Torres os lo agradeceremos.