Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 40 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
Una ciudad oscura, un gobierno poco interesado en los asuntos sociales, revueltas ciudadanas, un atentado terrorista, unos milicianos sospechosos de haberlo perpetrado y un niño que no sabe si está secuestrado.
Diez años más tarde de todo aquello, Luzbel revive el tiempo que pasó con aquellos milicianos que lo acogieron tras el atentado que terminó con la vida de sus padres. Liaran, Sankao, Nap, Óscar, Yanira y Dídac intentan encajar la presencia del menor mientras ultiman un atentado contra una comisaría de policía. De la mano de un investigador universitario, Luzbel aprenderá que no hay mayor ciego que el que no quiere ver. Y que a veces esa es la mejor de las opciones, porque quienes ven la realidad están condenados a cambiarla.
Nacido en Barcelona y licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas en la UAB, Raül V. Rey lleva más de veinte años viviendo en Sevilla, donde obtuvo la plaza de profesor titular de Lengua castellana y literatura.
En 2020 publicó la novela Keith Landdon, memorias no autorizadas y en 2021 salió a la luz la novela La hija del barquero. En 2023 publicó El laberinto y los niños del tesoro, su primera novela juvenil, cuyas ilustraciones corren a cargo de Cynthia Sánchez.
En 2021 fue galardonado con el primer premio del I certamen de poesía Philobiblion de la Asociación de Jóvenes Hispanistas, vinculada a la Universidad Autónoma de Madrid.
Colaboró en los programas de radio Nacidos en el siglo XXI y en el programa feminista Mujeres faro bajo la dirección de Pilar Salazar. Actualmente presenta con ella Otras vidas.
«En el país de los ciegos propone un mundo identificable con el nuestro y, a la vez, ligeramente distópico e inquietante. Es una novela negra con toques de realismo mágico. Por su sinceridad y desgarro predomina la primera persona, la focalización y el perspectivismo desde donde conocemos la trama: incluso los personajes más insignificantes se humanizan al contarnos sus historias y declararse testigos de los hechos.
Esta novela sigue la estela de 1984, de George Orwell, por su análisis de la realidad social; el ambiente opresivo que plantea Kafka y la inocencia personal frente a la brutalidad colectiva de El dios de las pequeñas cosas, de Arundhati Roy. Exige un lector atento y activo, crítico con el entorno y con la sensibilidad suficiente para emocionarse con la belleza que surge del caos».
«Salimos de la urbe y seguimos avanzando un buen rato. Nos detuvimos en un páramo y me dije pero qué hace, por qué ha parado aquí. Si aquello me ocurriera ahora que ya sé algo más de la vida, pensaría que quería violarme y matarme, y no necesariamente por ese orden, y después enterrar mi cuerpo sin testigos. Pero con once años simplemente me quedé a la expectativa. Bajó del vehículo, agarró algo en el suelo, una especie de tirador, y el piso fue cediendo, abriéndose, ¿no es increíble? Aún me río cuando lo pienso, un desconocido me aborda en un parque y me suelta como si nada que sabe que estoy huyendo y que puede ayudarme, me conduce en su coche ajado, me lleva lejos (desde allí ni siquiera se veía la ciudad), se para en un desierto, tira de un pasamanos, una arandela, lo que fuera, y el suelo se abre como en un pasaje bíblico... Es para partirse de risa. Ay, Nap, Nap.
El Centro era extraño, raro de cojones, como un búnker. Daba la sensación de ser un parquin, solo le faltaba una máquina para pagar el billete y una barrera, dónde me ha metido este hombre. La luz del aparcamiento se apagó y aquello sí que era la oscuridad. Nap llegó hasta la puerta sin problemas y al abrirla la luz se asomó. Sígueme, me dijo con el gesto. Posó su mano sobre mi hombro y me guio. Creo que casi todos se encontraban en lo que ellos llamaban la sala de juntas y yo llamaba para mis adentros el salón. Sankao y Óscar salieron de la cocina y se acercaron también. Yo estaba acojonado, toda aquella gente tan seria, pero tan seria que de verdad daban miedo. Parecían fantasmas, circunspectos, arenosos y enterrados. Este es Luzbel y se queda con nosotros. Ahí, con un par de narices. Resultaba muy evidente la estupefacción del resto de sus compañeros. Resultaba evidente incluso que yo era un problema y que mantenían una batalla en sus cabezas para ver cómo resolvían el enigma. ¿Se les ocurrió la idea de matarme, de silenciar al testigo? Quiero decir, tal vez alguno de ellos pensó tenemos que deshacernos de él, este crío puede desgraciarnos la vida, tarde o temprano se escapará, acabará en una comisaría, garabateará un mapa torpe que conduzca hasta el Centro, describirá nuestras caras para que alguien dibuje retratos robots de todos nosotros... Y un tiro en la cabeza será rápido, no se dará ni cuenta. E inmediatamente rectificaría aquel pensamiento tan atroz, no, de eso ni hablar, nosotros no somos así y nadie de nosotros va a mancharse las manos con sangre infantil. Tal vez sí, tal vez en sus mentes se establecía una cruenta y silenciosa batalla, diablos y arcángeles luchando a muerte. Supongo que ganaron los buenos. Eso y que también estaba la parte práctica: llegado el momento y de ser necesario, yo era el mejor rehén del mundo. Y lo más inmediato, cualquiera que quisiera ponerme un dedo encima tendría que pasar por encima del cadáver de Nap, asesinar a uno de los suyos, dividir al grupo.
Nap me había prometido protección y ayuda para huir y, a la vista de las circunstancias, a ver quién era el guapo que daba conmigo».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Raül V. Rey os lo agradeceremos.
