Círculos es una novela que sigue la estela de escritores como Francis Umbral, Rosa María Montero, Jorge Semprún, e incluso Marcel Proust. Es la construcción de un personaje a partir de los recuerdos, un viaje sinestésico alrededor de una vida. Parte del final para evocar un principio, construido con el fin de reencontrarse con la propia identidad perdida, contempla lo que significa el cáncer desde el punto de vista del que lo ve y no del que lo padece. Emociones como la impotencia impregnan la obra; impotencia ante la enfermedad, impotencia ante las autoridades políticas para quienes los vecinos de un barrio obrero somos menos que invisibles.
Todo escrito con un cuidado lenguaje poético que da rienda suelta a la creación de imágenes oníricas mezcladas con la realidad más cotidiana de una familia de clase media. El libro se articula bajo tres perspectivas; identidad, monstruos, infancia. Que muestran los diferentes estados de la psique en el momento de la escritura, en el momento de evocar el dolor, la nostalgia o la alegría.
Por otra parte, los personajes que aparecen en el relato son satélites que giran en torno a la figura del enfermo y que hablan con su propia voz, para aportar esa realidad de la que no escapa esta historia.
Tandaia es una editorial con voluntad de cambio, de publicar obras poco convencionales pero de indudable calidad, con nuevas y refrescantes ideas como es el emplear una campaña preventa para promocionar cada título cuando esta todavía se encuentra en proceso de edición.
De este modo eres tú, ahora que te estás planteando cómo colaborar, el que decide si la obra que te presentamos verá la luz pasando a formar parte de nuestro catálogo... porque consideramos al lector parte fundamental del proceso.
Hoy se nos presenta Carlos García Ruiz.
Tengo treinta y dos años y vivo en Leganés, una ciudad dormitorio al sur de Madrid. En concreto vivo en un barrio obrero, Zarzaquemada, que se compone de edificios construidos en la última etapa del franquismo, edificios con la chapita del yugo y las flechas en las que reza: «edificio construido al amparo del régimen de Viviendas de Protección Oficial».
No recuerdo un momento de mi vida en el que no estuviera inventándome historias para entretenerme, mis hermanos eran muy mayores para jugar conmigo y me costaba hacer amigos. Ya en el instituto empecé a escribir para ganar premios de literatura en el instituto, pensaba que ganaría porque no se presentaría nadie más, y la verdad es que algún premio ganaba siempre. Luego comencé la universidad en la facultad de Ingeniería de Montes pero rápido me di cuenta de que no era lo mío y lo dejé para estudiar Filología Hispánica en la Universidad Autónoma, allí hice un huerto, otra de mis pasiones, sembré tomates, pimientos, hierba buena y un almendro que aún sigue allí.
El último año de universidad, mi madre falleció por culpa del cáncer y aquello cambió todo lo que yo era. Me perdí por caminos oscuros que acaban siempre en resaca y un buen día decidí hacer algo de provecho y me apunté al máster de profesorado. Allí comencé una investigación como trabajo de fin de máster, acerca de los efectos terapéuticos de la escritura creativa, dando talleres en institutos a chicos adolescentes.
Luego seguí, cursé otro máster, esta vez de escritura creativa en la Universidad Complutense, en esa época me dejó mi novia de entonces, Laura, y me di cuenta de que arrastraba una serie de cosas desde la muerte de mi madre que aún no había superado; es por eso que para el trabajo de fin de máster escribí el primer boceto del libro Círculos, como trabajo experimental en mi propia carne acerca del sentido terapéutico de la escritura. Conseguí una gran liberación. Fue en el año 2017. Tras eso pude reorganizar mi vida y actualmente soy profesor de Lengua Castellana y Literatura para los cursos de secundaria en el Colegio concertado Juan Ponce de León.
No puedo decir más de mí que tengo la cabeza llena de pájaros y que vivo más en las nubes que en el suelo.
«Si has sufrido algún tipo de dolor emocional grande, debido a la pérdida de una persona querida, o si simplemente tienes miedo de cómo afrontar una situación así en el caso de que ocurra. Sin duda este libro entonces es de obligada lectura para ti. Porque a todos nos ha pasado o nos pasará en algún momento, algo que nos acompañará siempre lo queramos o no. Porque a veces pasan cosas que no queremos y el no afrontarlas nos hace tropezar una y otra vez. Y sí, por eso este libro es para ti. ¿Cómo crees que puede un dolor tan grande ayudarte a entender el perdón de uno mismo?, ¿a entender lo que somos? Incluso cómo puede ayudarte a descubrir quién eres. Esos y más misterios están escondidos en las páginas de este libro y los irás descubriendo desde la primera a la última.
Se trata de cerrar un círculo, ese que empezamos a dibujar al nacer, ese que ya tenemos marcado pero que constantemente nos salimos de la raya. Este libro trata del cáncer y de la literatura que hay en la enfermedad. Habla de saber perdonarse a uno mismo de mirar a los demás como nos gustaría que nos viesen. Trata de los recuerdos encerrados en las pequeñas cosas, esas que detienen el tiempo y nos enseñan a ser quienes somos. Ellos serán los que mejor lo entiendan».
Y por aquí una muestra de lo que encontraréis en sus páginas:
«Una vez desperté en medio de una jungla tropical, miles de árboles y animales quedaban abrazados a un lago que se abría en su centro, entonces empezó a llover; las gotas se estrellaban contra el agua y creaban circunferencias perfectas, cada gota producía sus propios círculos y las crestas de cada onda no chocaban con las de las demás gotas, se traspasaban unas a otras sin impedirse el camino, no competían entre sí por el espacio. Quisiera que las personas fuéramos como gotas de agua, quisiera ser esa gota al caer, así crear mis círculos y deslizarlos sobre los demás como una caricia, sin que tenga que frenar a nadie, sin que nadie me frene. Quisiera que mi vida fuera un lago bajo la lluvia».
«En la sencillez de tus consejos había una coherencia absoluta, allí estabas diciéndonos que fuéramos felices, qué tontería. Allí en aquella habitación sabiendo que ibas a dejarnos, me decías que tenía que sonreír más, nos decías que la vida es muy corta y teníamos que aprovecharla, qué tontería. Me dijiste que me dedicara en la vida a lo que me gustara, que tú no lo habías hecho y siempre te habías arrepentido de ello. Luego con los días te aumentaron los dolores y empezaron a darte narcóticos, y tus palabras se atrofiaban en el limbo entre el pensamiento y la boca, se convirtieron en estructuras léxicas a las que dabas voz pero no sentido.
Aquellas incoherencias que los demás intentábamos disimular para no asustarte, nosotros nos convertimos en tus observadores, en tus veladores, no dejábamos que la realidad se te perdiera en los ojos. Nosotros fuimos quienes en aquellos momentos te devolvían a ella, aunque aquella fuera absurda y deformada como la de Valle Inclán, una caricatura de la rutina, una brecha por la que entraban en silencio todas las realidades simultáneas de una vida, todas, quedaban reducidas al absurdo dominio de la muerte. Las drogas que no te dejaban pensar, en aquel momento la cordura dolía demasiado».
Sabemos que son tiempos difíciles, también nosotros los sufrimos, y es posible que no te encuentres en disposición de apoyarnos con tu mecenazgo en estos momentos... pero esperamos que si esto te ha llegado al alma, incluso si tal vez conoces en persona al autor, trates de difundir esta campaña (facebook, twitter, blogger, boca-oreja... ) para que alcancemos nuestra meta y Carlos García Ruiz vea publicada su obra.