Horacio está convencido de sufrir una extraña plaga en casa. Martín Marco lleva una vida desaguisada. Ambos son vecinos. Dos generaciones de distancia. Ante la falta de estímulos y expectativas en su vida, Martín Marco se deja arrastrar a los mundos paralelos de Horacio, donde el caos es la única forma de gobierno. La literatura los unió, la búsqueda de los bichicuéncanos los hermana.
Tandaia es una editorial con voluntad de cambio, de publicar obras poco convencionales pero de indudable calidad, con nuevas y refrescantes ideas como es el emplear una campaña preventa para promocionar cada título cuando esta todavía se encuentra en proceso de edición.
De este modo eres tú, ahora que te estás planteando cómo colaborar, el que decide si la obra que te presentamos verá la luz pasando a formar parte de nuestro catálogo... porque consideramos al lector parte fundamental del proceso.
Hoy te presentamos a Fdez. Losada.
Nacido en Cáceres el 3 de octubre de 1992, estudió Ingeniería de Telecomunicaciones, aunque su pasión siempre fue la literatura, de la que no se ha despegado nunca. Dedicó sus primeros años de vida adulta a trabajar en el campo de la investigación científica, tanto en territorio nacional como en el extranjero. A sus 25 años decidió cambiar de hábitos y lo abandonó todo para viajar y escribir, y así también para decidir no volver nunca más a su anterior vida. Ahora vaga por el mundo sin residencia fija, buscando la felicidad.
«Soy tan válido como el que más, aunque mucho más desconocido. Si has llegado hasta aquí, date el gusto de comprobarlo. A veces la suerte te regala momentos como este, no lo dejes pasar».
Y por aquí una muestra de lo que encontraréis en sus páginas:
«Justo en la puerta de enfrente vive el señor Horacio, llevarle la comida es una de las tareas que me corresponden. Vive sólo —debió de quedarse sin parientes cercanos hace mucho; o decidieron pasar de él, nunca pregunto—, y Nana hace las veces de cuidadora a tiempo parcial: se asegura que siempre tenga —y se tome— los medicamentos, que se alimente al menos dos veces al día, y que la casa no sea una zorrera insalubre. Lo cierto es que parte de esas tareas Nana las delega en mí.
“Hola, Martín Marco”, me llama Horacio siempre al saludar. Hola Horacio, ¿qué tal? Te traigo la comida de la Nanita. Le contesto esta vez al abrirme la puerta. “Muy bien, Martín Marco, estupendo, estupendo, pasa al salón, va”. Y se hace a un lado para dejarme pasar. “Trece ya, Martín Marco, ¡trece!”, me dice desde detrás mientras me apremia para que entre. ¿Trece? “Sí, anoche capturé otro”. En las esquinas de toda la casa tiene montados unos armatostes de cuerdas y palos bastante extraños. Son trampas para bichicuéncanos. Oye, Horacio, ¿por qué están las trampas en las esquinas? Le pregunto. “Es por las corrientes de aire que ahí se forman, Martín Marco, los atrae como la luz a las moscas”. Entiendo. Y, ¿dónde los tienes? “En la habitación del fondo”. Dice señalando vagamente en dirección a ella. Poso la bolsa de la comida en la mesa. Sobre ella tiene mil recortes de revista, libros, y un cuaderno con anotaciones a mano. ¿En qué andas, Horacio? “Eh… en nada, en nada”, y aprisa recoge y amontona todo dejando hueco para la comida. “Anotaciones sin importancia”, me va diciendo. Consigo leer uno de los recortes de revista antes de que se lo lleve: Valencia, centro mundial de las letras. La capital del Turia acoge estas semanas… Parece una revista vieja, con algún que otro lustro encima ya. ¿De cuándo son esas revistas? “¿Eh? Ah, ya, tienen mucho tiempo, Martín Marco, seguramente más del que tu llevas vivo. No tiene importancia, estaba rememorando viejos tiempos, eso es todo…”. Plantado en mitad del salón, mirando al suelo, se queda pensativo por unos segundos. Horacio. Pero no me oye. Horacio, ¿echamos una partida? “Eh, sí, sí, Martín Marco, por supuesto, voy a por el tablero”. Sólo la proposición de una partida consigue sacarlo de su ensimismamiento, y entre movimientos agitados sale en busca del ajedrez. Su salón parece una exposición de antigüedades. Una exposición hecha sin criterio. Reliquias de los cinco continentes, a cual más hortera, ocupan cada espacio posible de la sala. Una decoración barroca, de mal gusto, que a fuerza de verla día tras día acabas cogiéndole cariño. Entre todos los trastos inútiles que conserva, una biblioteca enorme es lo único que en caso de incendio debería intentar ser salvado. “Cada una de las figuras que ves en este salón, Martín Marco —solía decirme—, tienen una historia, y es por ellas que soy lo que soy, y a cada día me lo recuerdan. Ningún espacio de los que ocupan está de más usado”. Y yo, que hago del desapego mi seña, me encojo de hombros y les paso el polvo religiosamente una vez por semana».
Sabemos que son tiempos difíciles, también nosotros los sufrimos, y es posible que no te encuentres en disposición de apoyarnos con tu mecenazgo en estos momentos... pero esperamos que si esto te ha llegado al alma, incluso si tal vez conoces en persona al autor, trates de difundir esta campaña (facebook, twitter, blogger, boca-oreja... ) para que alcancemos nuestra meta y Fdez. Losada vea publicada su obra.