Un viaje inesperado al Camino de Santiago con su novia será la antesala para que el joven Barto se cuestione una y otra vez el rumbo de su vida y aprenda que nadie está solo cuando el mundo entero ha puesto sus ojos en su camino.
El fin de la universidad y la búsqueda de trabajo como ingeniero en un mundo de opciones difíciles se verán interrumpidos ante la posibilidad de unas vacaciones que le obligarán a cambiar todas las concepciones que tenía de la vida y a discernir si Jessica realmente es o no la elegida de sus sueños.
Tandaia es una editorial con voluntad de cambio, de publicar obras poco convencionales pero de indudable calidad, con nuevas y refrescantes ideas como es el emplear una campaña preventa para promocionar cada título cuando esta todavía se encuentra en proceso de edición.
De este modo eres tú, ahora que te estás planteando cómo colaborar, el que decide si la obra que te presentamos verá la luz pasando a formar parte de nuestro catálogo... porque consideramos al lector parte fundamental del proceso.
Hoy te presentamos a Bartolomé López López.
Hombre de corazón abierto, enamorado del camino y de la vida. Ingeniero informático que vislumbró la luz en los libros de bien pequeño y no pierde la oportunidad de ensimismarse en las historias que le ofrecen.
Escribiendo desde que alcanza mi memoria, trato de narrar aquello que toca mi alma a la vez que aprendo sorprendentemente de mí mismo cuando lo hago.
«Hay caminos que se vuelven a recorrer una y otra vez, pero para cada uno con una historia diferente. Esta novela es una oda a la vida, una invitación para que, por muchos obstáculos que te impidan avanzar, recuerdes algo que una vez me dijo un peregrino: nunca dejes de caminar.
Porque, si lo haces, vagarás errante por un mundo que te sostiene, pero no te llena, dónde los sueños se hacen efímeros y el agua del mar se condensa infinita en un cristal sin brillo. Porque entonces ya estarás muerto».
Y por aquí una muestra de lo que encontraréis en sus páginas:
«Sigo caminando, admirando el paisaje arrollador de vegetación. Allí por donde miro el camino serpentea alrededor de un bosque, atravesado por un río de aguas tranquilas.
El sudor de nuestros cuerpos es sólo el principio, pues el sol apenas ha empezado a alumbrar y todavía el sendero nos ofrecerá cuestas y distintos cambios de rasante hasta nuestra llegada al albergue más próximo. Las piernas permanecen todavía agarrotadas en el albor de la mañana, mientras las ampollas parecen haberse despertado desde la noche anterior, apretando, clavándose sin piedad en la suela de los zapatos.
Pero como me digo a mí mismo: Nadie dijo que fuera fácil.
—Todo está bien, porque todo tiene una razón de ser. Todo es obra de Dios.
Ella me mira, perspicaz, como pensando que nada de todo eso viene a cuenta.
—Te voy a decir una cosa: Dios no estuvo cuando lo necesité.
—Dios nos ayuda a todos, y nos pone las pruebas en esta vida sabiendo que las podemos superar para hacernos mejores.
—Deja de hablarme ya de ese Dios tuyo —es totalmente contundente, como si le hablara de una idea sectaria o de algo peor.
Se marcha delante sin mirar atrás, como si tuviera prisa por llegar al albergue. Yo continúo el camino dejándola que siga, pensando que al fin y al cabo las sendas acabarán por reencontrarnos.
Pero una idea cruza en mi mente como un relámpago, un pensamiento tentador, pero a la vez peligroso: ¿y si es el destino el que no acepta nuestra unión?
Ella se para en una iglesia alta pero estrecha que bordea el camino. Yo la miro y un deseo de rezar recorre mi ser, para entender y aceptar porque ella no es como yo, porque no entiende mis razones para hacer este camino.
Así que me arrodillo, todavía ofendido por su tono de antes y, al verlo, ella se vuelve a marchar, más rápida esta vez. Y, sin embargo, no quiero seguirla. Pienso que sin ella el mundo puede ser posible, que realmente no la necesito para realizarme a mí mismo, que a pesar de todo lo que hemos pasado juntos ya hemos aprendido lo que teníamos que saber el uno del otro. De esta manera, empiezo a rezar y al instante me vuelvo para mirarla de nuevo.
Al verla marchar ya sólo es una sombra que se esfuma, una silueta que se diluye.
Es entonces cuando me doy cuenta de que acabo de perder el amor de mi vida».
Sabemos que son tiempos difíciles, también nosotros los sufrimos, y es posible que no te encuentres en disposición de apoyarnos con tu mecenazgo en estos momentos... pero esperamos que si esto te ha llegado al alma, incluso si tal vez conoces en persona al autor, trates de difundir esta campaña (facebook, twitter, blogger, boca-oreja... ) para que alcancemos nuestra meta y Bartolomé López López vea publicada su obra.