Esta novela transcurre entre pícaros estudiantes salmantinos en busca del destino de un misterioso diamante escondido en la cabeza de un busto de Homero. Policías, ladrones, muñidores de medio pelo, estudiantes, decanos, amante despechada y un belga con una gota de sangre azul trastean de aquella manera por estas páginas junto a otros personajes, cada uno a lo suyo. Sin embargo, nada escapa a la sagaz mirada del comisario don Doroteo que intentará averiguar quién lo escondió, quién lo robó y dónde acabó la piedra.
Del amable lector se espera que se ría, o que se sonría, si es intelectual, por los muchos sucesos que aquí se cuentan. La afanosa y estudiantil Salamanca se convierte en el escenario de historias menudas que recuerdan que vivir consiste en sorprenderse.
Tandaia es una editorial con voluntad de cambio, de publicar obras poco convencionales pero de indudable calidad, con nuevas y refrescantes ideas como es el emplear una campaña preventa para promocionar cada título cuando esta todavía se encuentra en proceso de edición.
De este modo eres tú, ahora que te estás planteando cómo colaborar, el que decide si la obra que te presentamos verá la luz pasando a formar parte de nuestro catálogo... porque consideramos al lector parte fundamental del proceso.
Hoy presentamos a José Manuel García González:
Nací en El Espinar, Segovia, el siglo pasado, estudié en Salamanca y soy Catedrático de Filosofía del IES La Arboleda de Alcorcón, Madrid. Pesimista metódico, funámbulo, meditador.
He escrito un poco de todo. De poesía he publicado el poemario Nombres, rostros y palabras en la editorial Devenir y El minotauro come carne de mujer, en la editorial La Equilibrista; de novela, Vida de García de El Espinar, en la editorial Bohodón, y también me atreví con unos cuentos titulados: Cuentos teológicos, escatológicos y dos historias pías con estrambote. Además de literatura, he publicado en varias revistas especializadas sobre oratoria y sobre Séneca, del que soy muy devoto, y los libros Hablar bien en público, El libro de oro de Séneca, Manual de filosofía práctica y Guía de Oratoria Forense, mi última entrega.
«¿Por qué leer este libro? ¿Y por qué no? Pero si se decide pasará unos divertidos ratos inolvidables de agradable imaginación».
Y por aquí una muestra de lo que encontraréis en sus páginas:
«—A ver, Restrepo, dígame. ¿Qué pasa ahora? ¿Han llegado los informes de la central?
—No, eso no, pero …
Restrepo ni decía ni no, ni entraba ni salía. Estaba allí, bajo el marco de la puerta, como impedido por una imposibilidad metafísica para avanzar más allá del dintel. Eso sí, en la mano llevaba un papel de color rosa, como una copia de denuncia de las que recogía el cabo Astudillo en el despacho con minuciosidad de escribano
—Pues mire, comisario, han presentado una denuncia de robo.
—¡Gran noticia! Felicite de mi parte a la comisaría en pleno y envíe una nota al Ministro del Interior haciéndole partícipe de tal evento e invitándole a una degustación de jamón de Guijuelo y vino de Ribera en fechas próximas. Restrepo, ¡coño!, que tramitamos esas denuncias todos los días veinticuatro horas…
—Sí, mi comisario, pero esta se presenta muy peculiar.
Restrepo seguía sin salir ni entrar, sin avanzar ni retroceder, enquistado en hueco de la puerta con la figura entre dos aguas de una cucaracha asustadiza y alerta por si hubiere de escapar hacia los dos lados a la vez.
—A ver Restrepo, ¿cómo de peculiar? ¿Han robado en la comisaría, el elefante del circo, la dentadura del caballo de Espartero…?
—Pues no, eso no exactamente…
Un cierto punto de cansancio de siglos se abatía sobre el comisario mientras Restrepo no sabía cómo enderezar el trámite y no, como se verá a continuación, porque la cosa fuera grave o trágica, sino para no parecer demasiado tonto al contarlo.
—En fin, Restrepo, me lo va a decir…, ¡coño, Restrepo!, llevamos diez minutos aquí parados, como dos novios sin saber qué decirse y, Restrepo, yo no quiero ser su novio. ¡Vamos, suéltelo!
—¡Qué cosas tiene, señor comisario…! En fin, ha venido un señor a denunciar el robo o hurto de un busto.
—¡Cómo?
—Lo ve…, si ya decía yo… Pues un señor denuncia el robo de un busto.
—¿Unas tetas? ¿A un señor?
—No…, un busto, la cabeza, o sea, una cabeza, un busto de esos…
—Restrepo, ¡¡¡¡¡ no me joda!!!!! Me está diciendo que a un pirao le han robado un busto de estatua y viene a contármelo a mí. ¡Se han ido todos los policías de esta comisaría a Torremolinos?
—No se enfade, señor comisario…
—Restrepo, le voy a mandar a Vitigudino a inspeccionar los cojones de los toros como siga con estas tonterías
—Déjeme que le explique…
—Explique, Restrepo, explique…
—Este señor es el señor decano de la Facultad de Filología Clásica y Concejal de Cultura…
—¡Coño, Restrepo!, le tengo dicho que empiece por lo importante y luego vaya hacia lo accesorio, tal como enseñaba Quintiliano de Calahorra… ¿Y qué pasa con el busto ese?
—Al parecer se trata de un busto de Homero…».
Sabemos que son tiempos difíciles, también nosotros los sufrimos, y es posible que no te encuentres en disposición de apoyarnos con tu mecenazgo en estos momentos... pero esperamos que si esto te ha llegado al alma, incluso si tal vez conoces en persona al autor, trates de difundir esta campaña (facebook, twitter, blogger, boca-oreja... ) para que alcancemos nuestra meta y José Manuel García González vea publicada su obra.