Seis jóvenes estudiantes de un colegio de monjas desaparecen sin dejar rastro mientras realizaban una excursión escolar a una iglesia medieval. Cinco de ellos son amigos desde siempre: Sole, Blanca, Adriana, Cándida y Mateo, que cimentan su amistad sobre bromas, lealtad y confianza. El sexto es un chico solitario y analítico, Harry, que por casualidad ha caído en el mismo laberinto de pasillos y escaleras sin fin que se extiende por debajo del templo. En cuanto se percatan de su inexplicable ausencia, las monjas primero y la Policía después iniciarán una búsqueda desesperada para dar con ellos, aunque no hay ni una sola pista de lo que puede haberles pasado. Casi mil años antes, en Francia, una familia queda destrozada por la decisión del padre de abandonarlo todo para dedicar su vida a proclamar la palabra de Dios. Su esposa ingresará en un convento para siempre y sus hijas quedarán bajo la tutela de la afamada abadía gótica de Fontevraux, donde deberán encontrarles marido entre los nobles del territorio franco. Violeta, la mayor, conseguirá esposo pronto. Y eso dejará a su hermana Auria completamente sola en el mundo, con apenas doce años, esperando un futuro que desprecia: casarse, tener hijos, pasar el resto de su vida bordando... Rebelde, valiente y decidida, no tendrá otra opción que escapar de allí para vivir la aventura más increíble, donde recorrerá el mundo, se expondrá a mil peligros y encontrará eso que siempre había descartado: el amor. En un giro inesperado de la historia, la joven Auria será la clave para que los seis adolescentes perdidos consigan salvar su vida.
Tandaia es una editorial con voluntad de cambio, de publicar obras poco convencionales pero de indudable calidad, con nuevas y refrescantes ideas como es el emplear una campaña preventa para promocionar cada título cuando esta todavía se encuentra en proceso de edición.
De este modo eres tú, ahora que te estás planteando cómo colaborar, el que decide si la obra que te presentamos verá la luz pasando a formar parte de nuestro catálogo... porque consideramos al lector parte fundamental del proceso.
Hoy te presentamos a Amaya Michelena.
Nacida en el País Vasco en 1966, mostró desde la infancia su pasión por la escritura, quizá porque se crió en una casa llena de libros y de conversaciones interesantes. Encaminó sus pasos profesionales hacia el periodismo y desde 1990 reside y trabaja en Palma de Mallorca, donde dirige el suplemento dominical del diario Ultima Hora, donde publica artículos de opinión, entrevistas y reportajes. Madre de dos chicas, compagina su labor periodística, su familia, su amor por los gatos, su afición al Feng Shui y sus ganas de viajar con la escritura, a la que dedica todo el tiempo que puede. Ha escrito varias novelas destinadas al público juvenil, otras de temática adulta y numerosos relatos de diversos géneros.
«Si estás en esa edad maravillosa y revolucionaria que es la adolescencia, o si tienes hijos o sobrinos que atraviesan esa etapa, incluso si ya sumas varias décadas a tus espaldas pero sigues añorando la diversión, las dudas y las emociones de tus años juveniles, disfrutarás siguiendo los pasos de Sole, Blanca, Adriana, Mateo, Cándida y Harry, esos seis amigos que estrechan sus lazos ante las dificultades, luchando todos a una y desplegando una onda expansiva de lealtad, bromas, celos, amor incondicional y, sobre todo, una amistad a prueba de bomba. Su peligrosa peripecia te pondrá los pelos de punta en algunos momentos y en otros les acompañarás en su ternura, su sentido del humor y sus ataques de terror. Viajando en el tiempo hasta el siglo XII, mientras recorres con ellos ese laberinto oscuro y silencioso donde se han perdido, reirás y llorarás de la mano de Auria, una chiquilla cuyo destino trágico no le impidió perseguir sus sueños de aventura, su deseo de ver el mundo y de conocer todo aquello que, en la Edad Media, le estaba vetado a una mujer».
Y por aquí una muestra de lo que encontraréis en sus páginas:
«Violeta estaba ya preparada con sus ropas de viaje, peinada primorosamente, bella hasta lo inimaginable y nerviosa como una boba. Estaba histérica. Tanto que apenas podía hablar. Hasta los dientes le castañeteaban y eso que hacía un día caluroso y seco. Yo permanecí en un segundo plano, porque para ella todo eran enhorabuenas, te deseo lo mejor, que seas muy feliz, etcétera. Monjas y huéspedes la lisonjeaban y la arropaban ante las incógnitas de su nueva vida. Acababa de cumplir quince años y estaba a punto de dar el primer paso en su camino como mujer adulta. Poco antes del mediodía se escuchó el ajetreo de la llegada de la comitiva de Montreilleux. Miré la celda con pena. Las cosas de mi hermana iban desapareciendo una a una, cargadas por criadas y mozos del convento. Apenas quedaba allí mi arcón y dos cestas con mis cosas. A su lado yo parecía pobre. Y seguramente lo era, porque ella estaba a un paso de convertirse en señora, en dueña de todo un Señorío con sus tierras, sus pueblos, sus granjas, sus cultivos, sus ríos y pozos, sus caminos, sus bosques, sus animales y sus habitantes. Y esa era mucha riqueza. Muchísima.
Llegó al fin el momento terrible de decirnos adiós. El Sol lo iluminaba todo de una forma implacable. No sabía por qué, pero siempre había imaginado que el día de la separación habría una tormenta violenta, lloverían mares, caerían rayos y relámpagos y el viento nos azotaría. Pero no, nada de eso. Era una preciosa y limpia mañana de verano. Y allí estábamos las dos, sin saber qué decir. Violeta atesoraba tanta ilusión e inocencia, que le resultaba difícil sentirse mal. Pero al mismo tiempo estaba obligada a dejarme a mí allí y eso la apenaba. Para mí, en cambio, todo era un horror. La separación, mi futuro, el horrible momento de tragarme las lágrimas para no parecer una niña tonta. Nos abrazamos. Tan fuerte que ni todos aquellos hombres armados habrían sido capaces de separarnos. Me temblaba todo el cuerpo. Y toda el alma. No podía dejar de pensar que quizá nunca más volvería a verla, que sus delgadas y blanquísimas manos jamás volverían a tomar las mías, que ya no cantaría para mí ni me contaría historias de romances. Violeta no se estaba muriendo, pero para mí era lo mismo. Un adiós definitivo.
Fui incapaz de decir una sola palabra. Ni adiós, ni que tengas suerte. Nada. Mi hermana sólo se llevó de mí una mirada llorosa y un gesto duro. No quería enfadarme con ella. Eso era imposible, porque Violeta era todo amabilidad y dulzura. Pero de alguna manera la odiaba. No a ella, sino a las circunstancias que nos habían llevado a esa situación. En cuanto subió al carro con sus gráciles movimientos y los caballos arrancaron, mientras veía su blanca mano diciendo adiós, una sola lágrima se deslizó por mi cara. La borré de un guantazo y en ese instante una certeza se dibujó en mi mente con tanta claridad como si la hubiera escrito el mismísimo Dios: me escaparía».
Sabemos que son tiempos difíciles, también nosotros los sufrimos, y es posible que no te encuentres en disposición de apoyarnos con tu mecenazgo en estos momentos... pero esperamos que si esto te ha llegado al alma, incluso si tal vez conoces en persona al autor, trates de difundir esta campaña (facebook, twitter, blogger, boca-oreja... ) para que alcancemos nuestra meta y Amaya Michelena vea publicada su obra.
