Definitivamente, la semana no ha empezado bien para el periodista Rai Porto. En un abrir y cerrar de ojos su vida se ha puesto patas arriba. Lo que aún no sabe es que estos pequeños reveses le sumergirán en unos acontecimientos aún más insospechados.
¿Quién ha urdido este plan en el que Rai parece tener su papel reservado? ¿Quién teje esta historia a la que se ve arrastrado?
Un thriller ágil, directo y oscuro. Una trama que atrapa desde la primera página, enredándote en su hilo de sombra.
Tandaia es una editorial con voluntad de cambio, de publicar obras poco convencionales pero de indudable calidad, con nuevas y refrescantes ideas como es el emplear una campaña preventa para promocionar cada título cuando esta todavía se encuentra en proceso de edición.
De este modo eres tú, ahora que te estás planteando cómo colaborar, el que decide si la obra que te presentamos verá la luz pasando a formar parte de nuestro catálogo... porque consideramos al lector parte fundamental del proceso.
Hoy te presentamos a Gustavo Iglesias Raíndo.
Natural de la parroquia de Almeiras, en el ayuntamiento de Culleredo (A Coruña), estudió sociología al mismo tiempo que acudía al conservatorio de su localidad. El año en que se licencia en la universidad, comienza a dar sus primeros pasos en la enseñanza musical, profesión que no abandonó.
A finales del 2018 sale a la luz Non é tempo de moras, al que sigue, en el año 2020 Contos pendentes, dos libros de relatos en gallego con los que, por la vía de la auto-publicación, el autor inició su senda literaria. Con Hilo de sombra, su primera novela en castellano, da un paso más en ese camino.
«¿Qué necesitamos para poner en marcha ese momento especial, revestido de cierta magia, en el que se narra una historia? Al igual que en cualquier proceso comunicativo, precisamos de un emisor, un canal o medio, el mensaje y, por supuesto, un receptor, alguien que reciba lo que se transmite. Disponemos de (casi) todos los elementos. Nos falta eliminar lo que encierran los paréntesis.
Y ahí es donde entras tú, potencial lectora, o tú, potencial lector. Estas líneas están dirigidas a ti.
Tengo una historia que proponerte. Una historia que, pienso (al igual que hizo con el emisor), conseguirá emocionarte. Habrá momentos en los que te arrancará una sonrisa, o quizá una pequeña carcajada; otros en los que te mantendrá en vilo; algunos habrá en los que empatizar con unos personajes con matices, con dobleces..., personajes que, en el fondo, escenifican la clásica lucha del bien contra el mal, de héroes contra villanos, con víctimas y verdugos. A quienes colgarles estas etiquetas, si las merecieran, ya queda de tu cuenta. Espero que aceptes mi propuesta, y que la historia te envuelva en su oscuro hilo».
Y por aquí una muestra de lo que encontraréis en sus páginas:
«Rai Porto cerró su portátil con un gesto airado. Se tapó los ojos con ambas manos y las dejó deslizarse lentamente hacia arriba, por la frente y después el pelo, echándoselo para atrás. En la nuca se detuvo, con los dos codos en alto y las manos con los dedos cruzados. Se quedó un rato así, pensativo, la vista en la pared de enfrente. Miró el portátil que descansaba en una almohada, sobre sus piernas.
“Menuda basura” pensó. “No eres capaz ni de escribir doscientas palabras que no den asco y vergüenza, Rai, querido” se dijo. Cerró los ojos, inspiró profundamente y dejó escapar el aire lentamente, hacia el techo. Cuando bajó la cabeza, una sonrisa bailaba en el lado derecho de su boca. Se levantó de la cama, donde llevaba sentado alrededor de una hora, y su espalda le mandó un “Hola, que tal” en forma de calambre lumbar. “La próxima vez, no me tengas una hora apoyada contra el cabecero, hermoso…Y total para escribir esa… Eso”. La sonrisa de Rai se intensificó mientras, aún sentado, con los pies en el suelo, estiraba su dolorida espalda. Finalmente, se levantó y fue hasta la ventana. La habitación del motel daba a la carretera, por lo que la vista tampoco contribuía a levantar el ánimo de nadie. Nada allí lo hacía. La habitación era anodina: una cama de uno noventa, dos mesillas y una butaca eran todo el mobiliario al que, calculó Rai, debieron otorgarle el calificativo de “pasado de moda” cuando él terminaba el instituto. Una tele anclada a la pared al lado de la puerta de un baño minúsculo y ¡voilà! aquí teníamos el domicilio de Raimundo Porto desde las últimas horas.
¿Hasta cuándo? ¡Ah! Esa era una buena pregunta, señoras y caballeros».
Sabemos que son tiempos difíciles, también nosotros los sufrimos, y es posible que no te encuentres en disposición de apoyarnos con tu mecenazgo en estos momentos... pero esperamos que si esto te ha llegado al alma, incluso si tal vez conoces en persona al autor, trates de difundir esta campaña (facebook, twitter, blogger, boca-oreja... ) para que alcancemos nuestra meta y Gustavo Iglesias Raíndo vea publicada su obra.