Alicia y Karen son dos amigas que trabajan en el call-center de la compañía Teleópera. Son muy distintas y cada una afronta los problemas a su manera. Alicia más combativa, Karen de forma evasiva. Cierto día la dirección de la empresa decide reducir el tiempo de descanso y, mientras Alicia recurre al sindicato y organiza una recogida de firmas, Karen comienza a proyectar como crear su propia cooperativa de teleoperadoras para escapar de la incertidumbre. Posteriormente, Villalagón, el presidente de la empresa, decide comunicar a algunas personas de confianza su decisión de vender la compañía a un banco de inversión, coincidiendo con el anuncio por parte de los sindicatos de la convocatoria de huelga general para el 29 de marzo de 2012. Ello provoca diferentes reacciones en la empresa, desde la total anuencia por parte del presidente del comité con la decisión de Villalagón, hasta la frontal oposición de Amparo, miembro del comité y líder de CCOO, que trata de ligar la lucha contra la venta de la empresa con la convocatoria de la huelga general.
A medida que avanza la confrontación dentro de la empresa, Karen continúa con su proyecto de cooperativa, tratando de sumar apoyos dentro y fuera de Teleópera. Mientras, Alicia se convierte en una escéptica pero leal colaboradora de Amparo, volcándose en la convocatoria de huelga, lo que traerá graves consecuencias para ella. A partir de ese momento, los ánimos se polarizan y la inmensa mayoría de los empleados y directivos toman partido a favor o en contra de la huelga y, en definitiva, a favor o en contra de la venta de la empresa. Llegado el 29 de marzo, los dos bandos chocan con resultados imprevistos para todas las partes.
Tandaia es una editorial con voluntad de cambio, de publicar obras poco convencionales pero de indudable calidad, con nuevas y refrescantes ideas como es el emplear una campaña preventa para promocionar cada título cuando esta todavía se encuentra en proceso de edición.
De este modo eres tú, ahora que te estás planteando cómo colaborar, el que decide si la obra que te presentamos verá la luz pasando a formar parte de nuestro catálogo... porque consideramos al lector parte fundamental del proceso.
Hoy te presentamos a Antonio Márquez Alcalá.
Nacido en Madrid en 1982, en el seno de una familia trabajadora, es licenciado en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, lo que le sirvió, básicamente, para leer y escribir mucho. La afición por la literatura ya le venía de niño, cuando gastaba más tiempo leyendo historias de aventuras o ciencia ficción que estudiando los libros que le mandaban en el colegio.
Interesado por la política y los problemas sociales, pero también aficionado a la literatura clásica y de terror, ha combinado durante años sus estudios y su afición literaria con su trabajo en el mundo del telemarketing y los call-center. Tras haber publicado algunos relatos cortos de terror en diferentes antologías, presenta su primera novela, Teleópera, una narración de corte realista donde se funden literatura, política y la experiencia vital del autor.
«En Teleópera abordo un ámbito que creo poco plasmado en la literatura contemporánea pero de gran relavancia para la inmensa mayoría de la población: la degradación de las condiciones de trabajo en empleos de baja cualificación. En el relato los personajes trabajan y enfrentan situaciones por las que pasan la mayoría de las personas en su día a día. También es una excusa para reflexionar en torno a esas situaciones, con las que estoy seguro de que el lector se sentirá identificado.».
Y por aquí una muestra de lo que encontraréis en sus páginas:
«Alicia dejó de fumar por un instante, a la espera de la respuesta de su amiga. Ésta continuaba con las manos en los bolsillos y la barbilla metida en la bufanda, sin decir nada. Miraba al suelo y daba golpecitos con la punta de los pies en las baldosas de piedra, pensativa. De tanto tiritar parecía que estuviera bailando.
Vistas a una cierta distancia, las dos trabajadoras formaban una curiosa pareja de opuestos. La larguísima coleta de pelo rubio y lacio de Karen era la antítesis de la melena de rizos oscuros de Alicia, que llevaba recogidos hacia detrás con una cinta elástica de color rojo. Karen era altísima, desgarbada, algo encorvada y nerviosa. Alicia era muy bajita, aunque también enjuta; tenía siempre el gesto adusto y aparentaba mucha sangre fría al aspirar el humo de su cigarro. Los ojos claros y melancólicos de Karen miraban siempre con timidez. Alicia tenía unos ojos oscuros, casi negros, con pestañas cortas y una mirada dura, directa.
—Tía, ¿tú no estás harta de curros de mierda como éste? —dijo Karen.
—Es lo que hay —respondió Alicia sin pensar—. Hay que comer y para eso hay que trabajar. Bastante que tenemos curro, no jodas. O sea, te quemas, claro, como en todos los curros. Pero sigues adelante. Peor es picar en una mina, ¿no? ¿Lo vas a dejar ya?
Sus voces también eran completamente diferentes. Karen se expresaba despacio, con un tono muy suave y cándido, aterciopelado. Incluso cuando empleaba palabras gruesas parecía estar cantándole una nana a un bebé. Alicia hablaba con dureza, a mazazos. Su tono era firme, claro y alto. Su timbre, grave y algo ronco.
—No es eso. A ver, ya sé que hay que comer. Pero al final, por miedo a dejar de comer, tenemos que tragar con todas estas mierdas. El trato que nos dan, el cansancio, el dolor de cabeza de estar todo el día repitiendo las mismas conversaciones con gente que sólo quiere colgarte, el no poder moverte del sitio durante horas, que se te queda el culo acartonado... En fin, todo. Y yo... la verdad es que no sé si voy a encontrar curro de lo mío cuando termine la carrera. Está todo fatal —hizo una pausa, tiritó y castañeó los dientes—. Mira, lo que llevo pensando desde hace tiempo es que nos juntemos algunos y tratemos de abrir un negocio por nuestra cuenta.
—¿Pero qué dices, tía? ¿Tú sabes lo jodido que es eso? ¿Un negocio de qué?
—Pues de telemarketing, que es lo que sabemos hacer.
Alicia echó la cabeza hacia detrás y se golpeó la nuca contra la pared. Se frotó con la mano la zona lastimada, soltó el cigarro y tosió. Miró a Karen con los ojos abiertos como platos.
—¿Telemarketing?
—Sí. No pongas esa cara, que no es ninguna locura. Lo tengo todo pensado —continuó Karen—. Podemos montar una cooperativa, ¿sabes? La llevaríamos los propios trabajadores y curraríamos de forma muy distinta. Nos repartiríamos tareas, turnos y beneficios. Los puestos de responsabilidad los elegiríamos. Lo que viene a ser una cooperativa.
—Ya...
Alicia la miró con escepticismo. Sacó de nuevo la cajetilla de tabaco y encendió otro cigarro».
Sabemos que son tiempos difíciles, también nosotros los sufrimos, y es posible que no te encuentres en disposición de apoyarnos con tu mecenazgo en estos momentos... pero esperamos que si esto te ha llegado al alma, incluso si tal vez conoces en persona al autor, trates de difundir esta campaña (facebook, twitter, blogger, boca-oreja... ) para que alcancemos nuestra meta y Antonio Márquez Alcalá vea publicada su obra.