Esta es una historia poco convencional de viajes en el tiempo. Dos personajes ligados al mundo universitario —profesor y alumno— inician un viaje a pie por la comarca donde residen. Una peculiaridad toponímica es que los nombres de localidades, y en algún caso de instituciones y antropónimos, se corresponden con las denominaciones de aves diversas.
El profesor Nicomedes Alción, que ya ha viajado en el tiempo a través de un viejo Ford T modificado (nada que ver con el filme Regreso al futuro, pese a lo que pudiera parecer) hace partícipe a su alumno Julio Marmolillo del extraordinario hallazgo. Un problema es que Nicomedes no acierta a controlar la máquina, que puede enviarlo aquí o allá de forma aleatoria (salvo al futuro, a no ser que él quiera). Tampoco el regreso es controlable.
Tandaia es una editorial con voluntad de cambio, de publicar obras poco convencionales pero de indudable calidad, con nuevas y refrescantes ideas como es el emplear una campaña preventa para promocionar cada título cuando esta todavía se encuentra en proceso de edición.
De este modo eres tú, ahora que te estás planteando cómo colaborar, el que decide si la obra que te presentamos verá la luz pasando a formar parte de nuestro catálogo... porque consideramos al lector parte fundamental del proceso.
Hoy te presentamos a Ignacio Galaz Ballesteros.
Aunque su gran vocación es la enseñanza, desarrolló su pasión por la escritura gracias a la lectura de Miguel Delibes y Camilo José Cela.
En 1992, publicó su primer libro de cuentos, titulado Relatos breves, que lo adentró en el peculiar mundillo literario. A partir de este libro, siempre ha procurado que obras de pintores burgaleses ilustren las portadas de sus libros. En 2006, vio la luz ¿Quieres coger el arcoíris?, con dibujos a color de Carlos Gómez.
En el año 2011, se publicó Relatos de mi ciudad, una colección de cuentos ambientados en Burgos, en la que participó junto con la artista Verónica Alcácer. A finales de 2016, autopublicó un centenar de ejemplares del que probablemente será su último libro de relatos ilustrados a color para todos los públicos: El urogallo loco, proyecto en el que también ha trabajado con Verónica.
No solo ha escrito cuentos para niños, sino también una colección de libros de cuentos para mayores: Rumor de caracolas (1997), Lengua de sal (2008), Nueve rosas (2009) y Todas las derrotas (2016). Asimismo, ha trabajado el diario y los libros de viajes: Cuaderno marroquí (2001) y Caminando por Portugal (2005). No obstante, ahora se dedica a la redacción de una pequeña historia de la literatura universal, desde sus inicios hasta el siglo XIX. Ya ha visto la luz el primer volumen, Literatura de la Antigüedad para lectores curiosos, impreso en el año 2013.
Otra de sus grandes pasiones es la pesca, sobre la que ha publicado dos obras: Cuaderno de pesca (2003) y Palabras y peces (2012).
«Me piden los editores que explique en quinientos caracteres a los hipotéticos destinatarios de mi novela por qué sería recomendable que gastaran un puñado de euros en un texto firmado por mí, cuando hay cientos de obras de autores conocidos en las librerías —yo no tengo nombre— esperando ser compradas.
He hecho un sencillo cálculo, y por el precio de dos ejemplares de Yo anduve con un viajero en el tiempo puede adquirirse en una tienda de vinos y licores una botella de Bowmore, mi whisky de malta favorito; pero como no todo va a ser beber en esta perra vida, ante el dilema de alcohol o literatura, aconsejo al lector que opte por la segunda (mi novela no sería mala elección, ahora que caigo)».
Y por aquí una muestra de lo que encontraréis en sus páginas:
«El profesor se introdujo en el coche. Me fijé en que, en lugar del volante y el árbol de la dirección, había instalado un cilindro de color rojo rematado por una pieza giratoria de latón circundada a su vez por números blancos.
—Ya me ha comentado que es imposible calcular con aproximación la época histórica a la que le retrotrae la máquina; entonces, ¿para qué sirven esas cifras? —me interesé.
Nicomedes sonrió.
—Se la he comprado a un anticuario. Toda está pintada a mano, hasta los números. Me recuerda cuando iba en pantalón corto y mi madre me daba un céntimo para probar suerte y conseguir uno o más barquillos (o ninguno). Podríamos decir que la barquillera es un motor de arranque que posibilita el viaje y poco más. Estos números no permiten ningún cálculo de fechas, por desgracia.
—Demasiado azar.
—También la vida es azarosa, ¿no crees?
La máquina de Wells arrancó con un zumbido molesto (no sé qué botón fue pulsado o qué llave girada para que esto sucediera). El profesor, tras abrazarme, me conminó a que me alejara.
—Si pregunta, dile a mi hermana que he ido a recoger algunas cosas olvidadas en Ánade Real. Entretanto, tómate una cerveza y vuelve dentro de media hora. Si no estoy, es que mis átomos se han desplazado por un bucle a velocidad mayor que la de un fotón.
Dicho lo cual, apoyó sus dedos sobre la ruleta y la impulsó a la derecha con rápido giro. El viejo Ford modelo T se iluminó cual discoteca bacaladera, hubo un fogonazo seguido de humo blancuzco y después todo quedó en calma. Por supuesto, Nicomedes había desaparecido».
Sabemos que son tiempos difíciles, también nosotros los sufrimos, y es posible que no te encuentres en disposición de apoyarnos con tu mecenazgo en estos momentos... pero esperamos que si esto te ha llegado al alma, incluso si tal vez conoces en persona al autor, trates de difundir esta campaña (facebook, twitter, blogger, boca-oreja... ) para que alcancemos nuestra meta y Ignacio Galaz Ballesteros vea publicada su obra.